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OPINIÓN | 'Privatizacionitis sanitaria: causas, síntomas, tratamiento', por Isaac Rosa

Privatizacionitis sanitaria: causas, síntomas, tratamiento

La presidenta madrileña Isaben Díaz Ayuso y su consejera de Salud, Fátima Matute, en una imagen de archivo.

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Descripción general:

La privatizacionitis sanitaria es una enfermedad del sistema sanitario muy presente en ciertos territorios. Se caracteriza por una inflamación de la sanidad privada acompañada de fuerte deterioro de la sanidad pública, causando malestar y dolor a la ciudadanía. La privatizacionitis puede ocurrir en cualquier parte del organismo sanitario, aunque es más frecuente en la atención hospitalaria y ciertas especialidades. Una vez se manifiesta, su evolución suele ser muy rápida, requiriendo un tratamiento de urgencia antes de que los daños sean irreversibles.

Tipos:

La privatizacionitis sanitaria puede tomar distintas formas, a veces simultáneas en un mismo territorio. La más común es el concierto económico, por el que una administración pública externaliza servicios sanitarios, derivando pacientes del sistema público al privado. Otra variante de la enfermedad, especialmente prevalente en Madrid, es la apertura de nuevos hospitales, cuya construcción y posterior gestión se entrega a empresas privadas, que reciben cuantiosos ingresos públicos al margen de lo inicialmente presupuestado. En otros territorios pueden darse tipos en apariencia menores, como la externalización de servicios no sanitarios, lo que inicialmente causa menos alarma, pero que suele evolucionar hacia una mayor privatización.

Síntomas:

La privatizacionitis sanitaria suele cursar con los siguientes síntomas: deterioro del sistema público, al que se priva de recursos y financiación. Malestar de la ciudadanía en forma de saturación y listas de espera. Presentación de la “colaboración público-privada” como solución. Transferencia de recursos públicos a proveedores privados, sin límite ni control, al tiempo que se asfixia a los centros públicos, lo que aumenta el deterioro y el malestar, facilitando el aumento de la “colaboración público-privada”. Aplicación de criterios empresariales en la sanidad, búsqueda de beneficio por encima de la salud. Mayor desigualdad y pérdida de calidad asistencial. En su etapa final, todos los síntomas se agudizan: el deterioro público, el malestar ciudadano, la transferencia de recursos, la búsqueda de beneficios por encima de la salud, la desigualdad y la pérdida de calidad.

Etiología:

Entre las causas conocidas de la privatizacionitis sanitaria están los factores ideológicos (presencia del virus neoliberal en gobiernos, y contagio del mismo a la ciudadanía), la creencia ciega en la “libre elección” (de médico, de centro, de especialista…), la connivencia entre gobernantes públicos y empresas privadas (con puertas giratorias de ida y vuelta), cuando no la corrupción directa o indirecta.

Factores de riesgo:

El principal factor de riesgo es el voto a partidos que apuestan por la “colaboración público-privada” y tienen por bandera la “libertad de elección” (sanitaria, educativa o de cervezas en un bar en pandemia). Factor de riesgo añadido es la débil defensa de la sanidad pública por parte de partidos que no apuestan por privatizar pero tampoco hacen suficiente por impedirlo, o que consienten ciertas formas de “colaboración público-privada” aparentemente menos nocivas. El desinterés ciudadano y la falta de movilización social son un factor agravante.

Complicaciones:

Si no se trata a tiempo, la privatizacionitis sanitaria evoluciona rápidamente hacia estados más graves: el deterioro de la sanidad pública se vuelve fatal e irreversible, los ciudadanos con más poder adquisitivo se hacen un seguro privado, el sistema público se vuelve residual para atender a población sin recursos, ciertos tratamientos quedan excluidos por su alto coste, y el avance de la privatizacionitis cursa con aumento en la mortalidad general de la población (véase el caso del Reino Unido desde hace décadas).

Tratamiento:

La privatizacionitis sanitaria, en sus fases más avanzadas, exige un tratamiento de choque para frenar su curso y revertirla. El medicamento más eficaz suele ser la urna, la expulsión democrática de los gobernantes causantes de la misma y su reemplazo por otros que apuesten por la sanidad pública, de calidad, con financiación suficiente y blindada frente a intentos privatizadores. Como la aplicación de este medicamento puede retrasarse hasta las siguientes elecciones, la movilización social es capaz de detener su avance, cronificarla y minimizar su impacto hasta que pueda ser revertida en las urnas.

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