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Un informe pide eliminar los programas de viajero frecuente en avión por su impacto ambiental

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Sara Acosta

“Cuanto más vuelas, más disfrutas”. Con mensajes parecidos a este, de una compañía aérea española, prácticamente todo el sector de la aviación comercial ofrece a sus clientes la opción de obtener puntos que pueden canjear por vuelos. Con independencia de si estos programas son más o menos ventajosos, la cuestión, según el Imperial College de Londres, una universidad dedicada y conocida por su excelencia en la ciencia y en la ingeniería, es que incitan a viajar más en avión, lo cual se está convirtiendo en una fuente cada vez mayor de emisiones de CO, la principal causa del cambio climático.

La aviación es el único sector del transporte, junto con el marítimo (los barcos), que no tiene objetivos concretos y obligatorios de reducción de emisiones, sino que dependen de compromisos voluntarios de las compañías. El problema es que la propia aviación prevé un aumento continuado de la demanda de vuelos comerciales de aquí a 2050, y las emisiones crecen más deprisa que las innovaciones tecnológicas para reducirlas.

“Las emisiones de un vuelo ida y vuelta Londres-Nueva York son equivalentes a calentar con calefacción una casa de la Unión Europea durante todo un año”, escriben los autores, quienes añaden a este argumento una desigualdad prácticamente invisible: el 70% de los vuelos en Reino Unido, el país de referencia del estudio, lo toma solo por el 15% de la población. Sin embargo, los efectos del cambio climático afectan mucho más a la población pobre, aunque no los haya causado.

Así, el Imperial College propone eliminar estos programas de recompensa y sustituirlos por un sistema que, por un lado, desincentive tomar vuelos, y por otro, sea más equitativo. La idea sería crear un programa, cuya base de datos controlaría la Administración, en el que se penalice a los viajeros a medida que estos incrementen las millas viajadas (cuanta más distancia se recorre, mayor es el impacto en emisiones), y también los viajes en clase negocios, “pues emiten hasta siete veces más que un vuelo en clase económica por cabinas más espaciosas y por tanto menos asientos ocupados dentro del avión”.

Para medir bien los hábitos de vuelo de los viajeros, el informe recomienda que este nuevo programa dure entre tres y cuatro años y dar así margen para que la medida sea ajustada. “Limitar el aumento de la demanda de vuelos en avión incentivaría el tren y los trayectos más cortos, y a su vez liberaría fondos para mejorar el impacto de la aviación y las redes de transporte de la alta velocidad”.

Y, de igual modo que los anuncios del tabaco se han ido controlando y limitando por su impacto en la salud, menciona el Imperial College de Londres, esta organización pide algo así para la aviación: “Volar de forma más responsable se podría incentivar con nuevas regulaciones en el marketing y en la promoción de vuelos y destinos de vacaciones, por ejemplo, incluyendo la huella de carbono de los vuelos en los materiales de promoción”.

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