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Ingenieros de EEUU exigen a los fabricantes que compartan los manuales para reparar los respiradores en los hospitales

Los despidos semanales en EEUU bajan de 1,5 millones por primera vez durante la pandemia

Laura Rodríguez

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Más de 300 ingenieros clínicos y técnicos biomédicos en Estados Unidos han enviado una carta al Congreso de Estados Unidos exigiendo que los fabricantes faciliten manuales y materiales necesarios para reparar equipo médico como respiradores.

Saturados durante los últimos meses, estos profesionales explican que su labor se ha visto dificultada por las prácticas habituales que realizan algunas de estas compañías, que restringen el permiso a los manuales o impiden el acceso para reparar los aparatos a los expertos independientes.

De hecho, la web iFixit, dedicada normalmente a facilitar la reparación de electrodomésticos o aparatos electrónicos, compiló hace más de un mes una gran base de datos con manuales de dispositivos médicos para ayudar a los técnicos de hospitales de todo el mundo. Pero algunos fabricantes les han amenazado por no cumplir con lo que consideran que forma parte del derecho de propiedad intelectual.

“La pandemia ha hecho visible este problema en Estados Unidos porque en muchos hospitales hay respiradores disponibles que necesitan repararse”, explica Ugo Vallauri, uno de los fundadores de la asociación defensora del derecho a reparar Restart Proyect. “Pero estamos empezando a ver que se trata de un problema mucho más global que afecta también a Europa y, con mucha urgencia, a los países en desarrollo”.

Además de la dificultad para acceder a los manuales, los ingenieros clínicos se enfrentan a problemas como la falta de piezas de repuesto, las limitaciones en la formación y, sobre todo, las restricciones en el software.

“Igual que está ocurriendo en productos de consumo como los coches, las trabas para acceder al software es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los técnicos que reparan equipo médico”, explica Vallauri. “Si uno no puede actualizar la seguridad o el software, está muy limitado para extender la vida de un aparato, lo que favorece la obsolescencia y la percepción de que el producto ya no es útil”.

Sin embargo, algunas compañías insisten en que se trata simplemente de una cuestión de seguridad. Según explican, al exigir que solo sus técnicos puedan reparar sus productos se aseguran de que los aparatos cumplen todos los requisitos y evitan que se puedan cometer errores.

Pero el asunto no parece tan sencillo. Para John Sandham, presidente de la asociación de ingenieros clínicos y electrónicos en Reino Unido, si las máquinas se reparan en un hospital, la seguridad recaerá siempre  sobre el técnico. “Al final, los técnicos están solos y son los únicos responsables de asegurarse de si han realizado bien su trabajo. Nosotros debemos realizar los test de seguridad, la reparación, el reemplazo de las partes y todos los demás elementos”. Además, añade, excepto en algunos casos muy especiales, la mayoría de los profesionales que trabajan directamente en el sistema sanitario tienen conocimientos similares a los de los fabricantes de estos productos.

“Por supuesto, cuando uno piensa en la reparación de equipo médico lo primero que le viene a la cabeza es la seguridad”, explica Nathan Proctor, director de la campaña de derecho a reparar del Grupo de Investigación de Interés Público de Estados Unidos (U.S. PIRG). “Sin embargo”, prosigue, “los datos muestran que usar a expertos acreditados independientes es tan seguro como llamar a los técnicos de las compañías”. De hecho, en 2018, la Organización de Medicamentos y Alimentos del Gobierno de Estados Unidos (la FDA, en sus siglas en inglés) publicó un amplio estudio en el que concluía que la calidad y la seguridad de las reparaciones de estos técnicos era similar a la que ofrecían los expertos de las compañías aunque con un coste mucho menor.

“Si los hospitales dependen de profesionales externos, aumentan los costes y se reduce la eficiencia”, comenta el ingeniero Sandham hablando de su experiencia en hospitales. “Cuando un aparato deja de funcionar, siempre lleva más tiempo organizar una visita de alguien de fuera a que lo realice un ingeniero interno”, concluye.

En ciertos casos, además, puede que esta sea la única opción disponible y, por lo tanto, carecer de la información suficiente puede poner más vidas en riesgo. “En algunos lugares, como en países más pobres o en pueblos aislados, tener acceso al manual es lo que puede evitar que se comentan errores o permitir que se pueda reparar con rapidez”,  comenta Vallauri.

Pero las bases de datos que han intentando fundar algunos técnicos de estos lugares tampoco se han librado de restricciones. En la página frankshospitalworkshop.com que se creó en Tanzania, compañías como la alemana Dräger o la estadounidense Tecme han exigido que se retiren sus manuales por infringir los derechos de propiedad intelectual. Si bien, apunta Vallauri, es difícil pensar que alguien va a copiar un aparato de este tipo mirando un manual.

John  Sandham señala que, en realidad, son una minoría de fabricantes los que se oponen a ofrecer talleres o piezas de recambio para poder generar beneficio con los contratos de servicio y reparación. Pero, según Nathan Proctor, de los 500 ingenieros que participan en su organización, muchos han expresado su preocupación por lo que parece una manera de actuar cada vez más común. “La mayoría comenta que en la última década las restricciones para reparar han aumentado, sobre todo en ciertos equipos especialmente caros, como los equipos de imágenes de resonancias magnéticas, escáneres TC o ultrasonidos”.  

Los defensores del derecho a reparar consideran que lo que en realidad están haciendo estas compañías es crear monopolios acabando con la competencia, igual que está ocurriendo con muchos de los productos que consumimos. “Lo que vemos en los equipos médicos es parecido a lo que sucede, por ejemplo, cuando compras una impresora muy barata que luego descubres que solo admite cartuchos de su propia marca que son mucho más caros y se gastan con rapidez”, explica Proctor. “Para nosotros este es un modelo de negocio engañoso en el que no se acepta la doctrina de la venta. Las compañías deben ser honestas y cobrar los costes desde el principio pero después se debe respetar el derecho del comprador para poder reparar su producto como quiera. Si no, es vender algo para seguir cobrando alquileres después”. Algo que en el caso de los equipos médicos, y en circunstancias como una pandemia, perjudica, según estos defensores de las reparaciones, a toda la sociedad.  

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