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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Terreno ignoto, pónganse el salacot

Pedro Sánchez en una rueda de prensa en Moncloa. (Archivo)

José María Izquierdo

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Ha tirado el presidente por la calle de en medio. ¿Me plantean un reto? Lo doblo, que a mí en el póker nadie me saca los colores. Decisiones tan audaces sólo pueden ser juzgadas cuando se comprueben los resultados. O sea, en la noche del 23 de julio. ¿Tiene el gobierno de coalición tiempo suficiente para la recuperación tras la derrota, obvia y evidente, ante una derecha sin complejos, que acepta con absoluta desvergüenza el abrazo fraternal de la ultraderecha, carne de mi carne, sangre de mi sangre? Contamos, todos lo sabemos, con dos meses enfangados en la campaña sucia y rastrera del PP, la única que conocen, como ya hemos visto en las últimas semanas. 

Estamos al cabo de la calle, claro que sí. ¿Pero qué podemos esperar de la izquierda? ¿Qué del PSOE, qué de Sumar, qué de Podemos, qué de Esquerra, qué de Bildu? Se ha sostenido hasta ahora el Gobierno sobre unas bases en ocasiones temblorosas. ¿Con qué armas vamos a la guerra? Ante la inapelable unión del PP y Vox -a no ser que estos dos meses desmientan esta afirmación- Pedro Sánchez debe hacer a los votantes una oferta clara y definida. Así será el Gobierno si gano, estos serán mis aliados. A cara descubierta y explicando los motivos de ese gobierno de coalición, necesario no sólo por cuestiones numéricas, sino de fuerza popular y de conjunción de intereses para llegar al puerto que tenemos previsto. 

Porque necesitamos sus votos, tendrá que decir, para afianzar un Estado del bienestar que la derecha rampante quiere destrozar. Y es así en sanidad, en educación, en pensiones, en impuestos a los ricos, en todos los temas económicos que gusten. Mi mochila llevará, además, no dar ni un paso atrás en las conquistas sociales que hemos logrado, ya sea la normalización del aborto o la eutanasia, la igualdad entre sexos, o el reconocimiento de los diferentes y los extranjeros. Para ello necesitaré de estos aliados que tengo a la izquierda, ya sea Sumar, Esquerra o Bildu. Sí, Bildu. O quizá piense que no le convienen ciertas amistades. Entonces habrá que ir solos, el PSOE y ya. Él sabrá. Pero de frente y a pelo. 

Ocurre que traspasados los Pirineos, la derecha, en la cresta de la ola europea y mundial, ya ha mostrado sus credenciales victoriosas en esta piel de toro y la izquierda, ay, cómo lloramos, debe desde ahora mismo, a la orden de ya, replantearse, corazas, lanzas y escudos desperdigados por los suelos después del primer asalto de la batalla, tristemente perdida. Poca tinta gastaremos para insistir en lo obvio. Ya habrán leído ustedes en varios medios durante estas últimas 48 horas sesudos análisis plaza por plaza, incluso los más yonquis de la información política ya habrán hurgado en los datos barrio por barrio. Para qué, entiéndanme ustedes, hablar de Madrid o de la Comunidad Valenciana, ejemplos que exigen escasa ampliación. 

Bastará tan sólo algún esbozo a mano alzada. Además de una campaña asquerosa y viscosa, peste a fango, algo habrá hecho bien la derecha para ganar tantos votos a pesar de su miserable política allá donde gobierna -¿les recordamos las miserias de Madrid?- y su inexistente programa de gobierno, tan vacío como un balón de reglamento. Ha ganado el PP por los pelos en muchas ciudades y autonomías, y si no fuera por la ayuda inestimable de Vox, antes repudiados, su victoria sería más bien pírrica. Pero dejémonos de excusas de mal pagador, y como ha hecho Sánchez, reconozcamos lo evidente. Esto ha sido un vuelco y actuemos como tal, a grandes males, grandes remedios. 

La derecha nunca hará ascos al poder y borren de su imaginario esa posible lucha entre la chulería e ignorancia de Ayuso -la reina del vermú y de la derecha más ultra- y el caparazón de la tortuga Feijóo, tan grato a los oídos de empresarios, banqueros y otras gentes de bien, muchas y poderosas que son. Ya no hay tiempo, y en el PP son más listos y no se enzarzan en disputas estériles, que lo importante es ganar, hay que salvar como sea los privilegios de quienes nos mantienen, déjense de boberías, sumen sus votos con nuestros íntimos de Vox y tiren p’alante, que así nos va de lujo, a nuestros patrimonios, nuestros chalés en Sotogrande y a nuestros yates, hay que ver cómo crecen nuestros yates. ¿A ustedes les daría vergüenza gobernar con la ultraderecha? A ellos, no. Les gusta. Porque son iguales. 

Sensu contrario, algo habrá hecho muy mal la izquierda, pero que muy mal, horrible diríamos, que conocidos y disfrutados por todos sus muchos avances sociales, su lucha contra el covid y las mil y una desgracias que nos han asolado estos años, envites de los que de todos ha salido airosa, sus ganancias hayan sido tan magras. Porque los resultados, no hay que engañarse, lucen malos de solemnidad y lo son, además, para el gobierno de coalición y muy especialmente para Sánchez. Ni una gran alegría que llevarse al cuerpo. Al menos ni una que sorprenda, que genere una pizca de ilusión. Quizá, han trabajado mucho para ello, la desaparición de Ciudadanos. RIP. Panorama azul, tirando a negro. 

A lo mollar, no perdamos más tiempo en lamentaciones. ¿Qué debe hacer la izquierda en estos dos meses? ¿Cómo enfrentar una situación, otra más, adversa, enconada, durísima? Una sarta de preguntas que exigen el análisis de los muchos cerebritos que se supone rodean al presidente y a sus vicepresidentas. Anoten en un papel y añadan ustedes todas las que consideren oportunas, que seguro que el Ojo se queda corto. A ver: ¿No ha sabido el gobierno de coalición explicar sus logros? ¿Ha sido tan nefasta, como parece, su política de comunicación? En otro orden de cosas, ¿se ha insistido demasiado y se ha ido demasiado rápido en transgresiones a la moral reinante, la odiamos, pero ahí está, y se han generado anticuerpos, o simplemente miedo, en una sociedad más conservadora, timorata y cobarde de lo que se creía? 

Otrosí: ¿Se ha sabido luchar contra los bulos, las mentiras y las campañas orquestadas por la derecha feroz ajena a cualquier punto de dignidad? ¿Qué se ha explicado sobre los menas, los okupas, Marruecos, la inseguridad, los etarras sangrientos, los separatistas irredentos, el sí es sí o el no es no, las leyes de caza o vivienda? ¿Qué se ha vendido para tranquilizar a la ciudadanía, alterada por tanta falacia y con el alma en vilo por unas redes que la derecha más atroz domina desde la a hasta la z, sumadas a la prensa más reaccionaria del continente? ¿Cómo se han trabajado los medios públicos, comenzando por el horror de Televisión Española? ¿Cómo se ha enfrentado la rebelión de los jueces, fieles servidores de la derecha más montaraz y que tanto daña a la democracia y a los ciudadanos? 

A la izquierda del PSOE, ¿están contentos, quizá bullen de alegría, por esa imagen de desunión absoluta que han ofrecido al respetable en los últimos meses, espectáculo entre dantesco e irrisorio de la lucha por las listas y otras míseras prebendas? ¿Se miran al espejo y se ven muy guapos o guapas Yolanda Díaz, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y otros tantos dirigentes de la izquierda muy izquierda, tanto que no se puede aguantar, que ya quisiera el Frente de Judea? ¿Les basta con el desastre de sus resultados, una debacle sin paliativos, para entender que mejor les iría juntos, dado su escaso tamaño, según han confirmado las urnas? ¿Han medido los aliados del Gobierno, toquen madera, tal que los chicos de Rufián y Aragonés, no digamos los de Otegi, sus favores al Gobierno, candidatos imposibles o declaraciones impertinentes y sin gracia cada día y a cada hora?

Sean conscientes en la izquierda, de la moderada a la radical, que vendrá más barro, más estiércol, más maniobras denigrantes. La derecha trumpista, y en esas estamos, clamen el inane Feijóo, el donoso Sémper o el sonriente Pons lo que les plazca, no conoce límites. Desde aquí al 23 de julio moverán los más bajos instintos y avisarán de pucherazos. Cualquier cosa. Y atención, que desgraciadamente no dará tiempo a sufrir los destrozos que producirán los varios gobiernos de PP y Vox juntos, desolación sobre desolación. 

Sabrá la izquierda, hermano elector, si debe seguir permanentemente en los brazos de Francisco de Asís. Todos buenos.

Adenda. Me porfían por aquí y por allá, juran que es cosa fetén, que hay una jueza que ha citado a declarar como imputados a los cómicos Judit Martín, Toni Soler y Jair Domínguez por la parodia de la Virgen del Rocío en TV3. ¿Cómo es posible que se produzca esta infamia en pleno siglo XXI en un país europeo que goza de una Constitución democrática? ¿Vejaciones a una estatuilla mil veces retocada vestida con ropajes atrabiliarios? Pues esperen y vean, que ahí asoman los más chupacirios y meapilas de Occidente. ¡Directos a la cárcel, por rojazos y comecuras! 

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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

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