El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
Historia de una liberación: la perra Mica y el equipo de 'La que se avecina'
Mica es una perra que ha pasado casi toda su vida en la soledad de una nave industrial, hasta que parte del equipo de la serie de televisión
La que se avecina
se empeñó, contra viento y marea, en ayudarla
La desgracia de Mica no es solo la de haber dado con un desalmado que la consideró una mera alarma de seguridad, sino la de pertenecer a una raza, la american stanford, que ha sido demonizada por la ley
Hoy Mica está a salvo en un refugio, pero necesita un hogar donde encontrar el amor y recuperar la dignidad que merece
Me llamo Araceli Álvarez de Sotomayor y me dedico a escribir comedia. Sin embargo, a veces me toca escribir cosas tristes, como la historia de Mica, una perrita maravillosa a la que llevamos más de tres años intentando salvar de su destino maldito.
Mica es una american stanford, una de esas mal llamadas razas peligrosas o PPP. Tiene cuatro añitos y lleva casi la totalidad de su existencia en soledad.
Recuerdo el primer día que la vi como si fuese hoy. Fui a trabajar un día cualquiera y de repente estaba allí, metida dentro de la nave industrial colindante a los platós de la serie La que se avecina. Estaba triste y muerta de frío. “Esta perrita no estaba aquí antes”, pensé. Inmediatamente, me entró un escalofrío: otro caso de abandono respaldado por la ley, esa ley vergonzosa que tenemos en la mayoría de las comunidades autónomas de nuestro país, donde supuestamente, si un perro tiene comida, agua y un techo, no está maltratado. Dejé pasar varios días y entonces me di cuenta: efectivamente, no era una perrita que había venido por alguna circunstancia a pasar unos días. Mica había venido para quedarse.
Comencé a preguntar a todo el mundo sobre ella y me contaban historias sobre esa nave: inspecciones policiales por asuntos de drogas, un dueño raro que iba y venía… Finalmente, y tras intentar, sin éxito, coincidir con ese señor, decidí dejarle una carta escrita para intentar pedirle que cuidara mejor a su perrita. Recuerdo que metí la carta dentro de una bolsa de plástico, por si llovía, e hice un nudo con las asas en la reja, para dejarla allí colgada y que la viese. En la carta venía a decirle que yo podía sacar a su perra todos los días a dar un paseo a la hora de comer, que me daba mucha pena verla siempre ahí, triste y sola, y que por favor me llamara. Le dejé mi número pero nunca me llamó.
Siguieron pasando los días hasta que una mañana hubo suerte y conocí al que de ahora en adelante, llamaremos el susodicho. Era un tipo de edad media, cuarenta y cinco años más o menos, con una pinta normal, y tenía una actitud evasiva. Me vino a decir que había leído mi carta pero que la perra estaba allí para vigilar y que no me podía dejar sacarla a pasear. ¿Para vigilar? ¿Por qué seguimos pensando en este país que los perros son guardias de seguridad? Si alguien quiere entrar en una nave o en una finca, le basta con envenenar al perro con un trozo de carne, hay gente que lo ha hecho toda la vida y que seguramente lo seguirá haciendo mientras la ley lo ampare.
Ahí comenzó una lucha incesante por el bienestar de Mica, le ofrecí dinero para que me la cediera, lo llamé con diferentes excusas, incidiendo en lo mismo, hasta que un día me colgó el teléfono y me dijo que dejase de insinuarle que maltrataba a “su animal”.
Una tarde, al salir de trabajar y acercarme a ver a Mica, estaba allí la actriz Nathalie Seseña, la dulce y particular Nathalie. Yo no la conocía mucho, pero me caía muy bien y comenzamos a hablar. Ella, por su parte, también había estado haciendo esfuerzos por razonar con ese hombre sobre el estado deplorable de Mica y sobre la necesidad de darle otra vida. Desde entonces hasta hoy, las dos hemos ido de la mano en esta horrible tortura. Ver cada día a una perrita sola, triste, temblando de frío, con heridas en la piel por una alergia producida por un pienso de mala calidad, era realmente desolador.
Muchos días he entrado a nuestra sala de guion llorando de impotencia y mis compañeros me han tenido que consolar porque había que escribir comedia.
No nos equivoquemos, maltratar no es solo colgar a un galgo de un árbol. Maltratar es también dejar a un perro -un animal que es absolutamente gregario- olvidado en una nave, o atado a una cadena, o metido en un piso sin salir más que a hacer un pis alrededor de una farola porque nosotros tenemos el capricho de tener un perro y, al fin y al cabo, nosotros somos lo más importante, qué importan ellos, si están a nuestro servicio. Maldita arrogancia la del ser humano que destroza y tortura las vidas de otros seres. A veces deseo que nos extingamos para dejar el planeta en manos de quien de verdad lo merece: los animales no humanos.
Nathalie y yo estuvimos persiguiendo al susodicho para que nos dejase meterle a Mica una cama y limpiarle la habitación donde dormía, pero él ponía excusas. Hasta que se vio tan comprometido que no tuvo más remedio que dejarnos; sobre todo, porque Nathalie es “famosa” y eso sigue causando impresión a ciertas personas… Así que nos dejó entrar. Nathalie barrió y fregó aquella habitación repugnante y fría, y yo hice una camita con edredones que Mica recibió con la mayor de las alegrías. Ver a aquella perrita tenderse en esa cama y quedarse sorprendida porque era blandita fue un momento emocionante. Puede parecer una chorrada, pero para nosotras era un logro. Recuerdo que Nathalie le dijo a él una vez: “¿Tú podrías dormir en esta habitación?”. Y él le contestó: “A mí no me digas esas cosas porque me dan igual, yo soy cazador”. Con eso lo dijo todo…
Un día vimos movimiento en la nave. Había ido a vivir allí una familia de Colombia y era gente maravillosa. Teníamos una esperanza, Mica estaría acompañada. Además llevaban un pastor alemán. Ilusas de nosotras, pensamos que estaría esterilizado, que alguien habría tomado la precaución de tener en cuenta que Mica no lo estaba (porque, claro, eso cuesta dinero). Pero no, un día al entrar al trabajo lo vi: Mica estaba embarazada. Un calor me subió por el estomago hasta la cara: ¿cómo podía haber sido tan inconsciente ese tío de dejar a la perra con un macho sin esterilizar? Me llené de ira, de odio, de rabia, de incredulidad, de todos esos sentimientos negativos que se apoderan de mí cuando veo estas cosas. Llamé a Nathalie y se lo dije, y no se lo podía creer.
Ahí comenzó otra odisea, la odisea de sacar adelante esa camada, de alimentar a los cachorros, de vigilarlos… Afortunadamente, la señora de Colombia, Nelly, hizo un esfuerzo enorme para que sobrevivieran. Ella les daba la comida y los cuidaba, nosotros íbamos a verlos al salir del trabajo. Nathalie convenció a los demás actores, como Víctor Palmero, Jordi Sánchez o Fernando Tejero, para hacerse fotos con ellos, y así intentar conseguir adoptantes.
Hablamos con un montón de protectoras y finalmente Nueva Vida acogió a la camada. Pero hasta que pudimos separarlos de su madre, pasamos dos meses horribles, en los que los perritos se escapaban de la nave a un polígono por el que pasaban continuamente coches que podían atropellarlos. Recuerdo dormir fatal y llegar al trabajo cruzando los dedos para que todos siguiesen vivos. Mica tenía heridas terribles en las mamas, que Nelly le curaba como podía (por supuesto, llevarla al veterinario ni se barajaba). Durante todo ese tiempo, nosotras compramos un pienso especial para Mica y sus cachorros, porque el susodicho no lo hacía.
El día que nos llevamos a los cachorros a Nueva Vida, tuve que pedir un favor a dos amigos para que fuesen al polígono y los recogiesen, ya que era demasiado duro quitarle sus pequeños a Mica y despedirnos de ellos, después de todo lo sufrido para sacarlos adelante.
Todo parecía haber quedado en calma, pero el pastor alemán enfermó de un cáncer fulminante y tuvimos que llevarlo a eutanasiar. Mica volvía a quedarse sola. Además, la familia de Colombia cada vez estaba menos allí. Nelly se fue a vivir a otra casa y Mica ya no estaba atendida. Después de tres años, volvíamos al punto de partida. No había descanso para nosotras, Mica nunca encontraría la estabilidad.
Hace unos meses, recibí la llamada de uno de los hijos de Nelly: el susodicho había alquilado la nave a unos chinos que no querían la perra allí, y ellos no podían cuidarla más porque trabajaban mucho y su madre, que era la que de verdad podía atenderla, ya no estaba allí. El susodicho le había pedido que buscase alguien para quedarse con la perra, o ya vería él que hacía con ella… Gustavo, así se llama el chico, me dijo que la perra estaba encerrada en un garaje, sin salir, hasta que su dueño decidiese qué hacer con ella, y que me llamaba a mí por si yo podía cogerla, que se temía lo peor.
Llamé de inmediato a ese señor y le dije que, por favor, me diese a Mica, pero que necesitaba unos días para encontrar un refugio. Estuve durante dos días llamando sin parar a todos los refugios de España y nadie la podía acoger porque, por desgracia, todos estaban saturados. Sobre todo, con PPP, condenados de antemano por la ley. Y luego las autoridades pretenden vendernos que no se abandonan tantos perros como dicen los albergues…
Estaba desesperada, el tiempo pasaba y la vida de Mica peligraba. Finalmente, contacté con El Arca de Zeus y allí estaba Pablo, un ángel que se conmovió con esta historia. A pesar de tener lista de espera de dos años, y dado que temía por su vida, me dijo que podía llevarla. Mica está allí actualmente y Pablo y su equipo siguen trabajando con ella, pero ya está preparada para encontrar ese hogar definitivo que le dé el amor que necesita y le devuelva la dignidad que su anterior dueño le quitó. ¿Quieres darle tú ese hogar a Mica?
Sobre este blog
El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
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