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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Las otras macrogranjas

Peces en una piscifactoría.

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Que la inmensa mayoría de la ciudadanía no empatiza con los animales marinos es un hecho fácilmente comprobable en sus hábitos alimentarios. Lubinas, salmones, truchas o rodaballos son considerados simples productos cuya cría es una cuestión tabú que rara vez ha aparecido en los medios de comunicación.

La investigación que presentó a principios de mes la Fundación Franz Weber alrededor de una docena de piscifactorías españolas ayuda a entender un poco más cómo este sistema turbocapitalista de producción de proteínas animales no solo es tremendamente ineficiente, también usa la crueldad legal como método estandarizado. Animales forzados a desovar, otros que agonizan durante noventa minutos en el denominado “sacrificio en hielo” hasta finalmente morir y cientos que son contabilizados como “bajas” en las hojas de trabajo de cada tanque.

Las hemos llamado 'Las Otras Macrogranjas' porque reúnen todas las características de un sistema intensivo: miles de animales hacinados en jaulas en el mar o en tanques construidos en tierra, alimentación continuada con piensos y derivados y un impacto en la naturaleza difícilmente cuantificable. Solo en una granja marina de la Comunitat Valenciana había 50.000 individuos por jaula, y la empresa disponía de veinte armazones de idéntica capacidad.

El consumidor ignora todo esto. Desconoce que algunas especies que aparecen en las imágenes deben ser alimentadas con otros animales, lo que implica fomentar la pesca de peces salvajes para elaborar piensos. Es decir, desde la industria siempre se ha intentado vender la idea de que la acuicultura es sostenible, cuando en realidad sigue favoreciéndose a la industria pesquera de arrastre, una de las más destructivas de los fondos marinos.

Tampoco sabe la mayoría de las personas de la falta de bienestar de estos animales. El trabajador que aparece al comienzo del vídeo lo resume perfectamente: “¿Bienestar animal? Ninguno”. Si de entrada te dicen eso, es probable que la realidad sea mucho más dura y el vídeo divulgado por FFW así lo demuestra: en una de las macrogranjas se llegaba a afirmar que en dos días perdieron a más de 3.000 animales, probablemente por el manejo inadecuado de las instalaciones. Unas bajas que los criterios empresariales consideran asumibles.

Por supuesto, las macrogranjas también dan margen a la creatividad publicitaria. Algún conocido influencer de la “comida real” ha llegado a participar en campañas que alababan el “producto final” cuando su proceso está plagado de sufrimiento, contaminación y opacidad. A fin de cuentas, dinero llama a dinero, ¿no?

Además de vincular las piscifactorías a personas con influencia en redes sociales, también son capaces de crear animales a la carta, y nunca mejor dicho: en la cría de salmones se llega a colorear su carne para manipular la sensación de naturalidad en la pescadería. Una carta de colores a medida para introducir esos tonos anaranjados que en las macrogranjas se quedan en un soso y poco apetecible gris.

Los peces son reducidos a simples piezas de consumo sobre el mostrador del supermercado. Es tal su escasa consideración que la producción en España se cuantifica en toneladas, no en individuos. Más de 200.000 toneladas al año de producción en macrogranjas marinas son muchos millones de animales, y todavía más si se incluye a aquellos que mueren durante el proceso.

En los últimos meses el debate sobre las piscifactorías ha llegado a nuevas especies, con la intención de grandes empresas de comenzar a explotar la cría y venta de pulpos en jaulas, saltándose toda la literatura científica que ha demostrado que estos animales tienen una inteligencia fascinante. Al final, aquello del pulpo Paul escogiendo a los ganadores de cada partido de la Eurocopa de 2008 fue el preludio de la estupidez que se iba a cometer: encerrar, para hacer caja, a una especie cuya explotación en su medio natural está llegando a niveles críticos.

Y sí, las imágenes hablan por sí mismas: la mejor forma de proteger a los peces es no comerse a los peces.

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