Montañeros contestarios
Las montañas no tienen ideología, pero los que las ascienden, lo demuestren o no, sí. Aunque algunos autores defienden que la afición a la montaña es una actividad inocente que carece de connotaciones políticas, lo cierto es que nunca ha sido así. Como hemos señalado en alguna ocasión anterior, el montañismo y las actividades al aire libre han sido utilizadas para difundir y promover los idearios de algunas organizaciones políticas, hacer proselitismo o atraer la atención y las simpatías de la sociedad. Los ideólogos de estos movimientos se sirven del capital simbólico de las montañas para explotarlo a su favor y, para hacerlo, no dudan en instrumentalizarlas a fin de convertirlas en un medio a través del cual expresar su programa y sus convicciones sociopolíticas. Las pruebas de este fenómeno las hallamos en la Alemania de los años 30, durante el período de consolidación del nazismo; en las proclamas patrióticas que figuran en los estatutos del Club Alpin Français y en su lema “Pour la Patrie par la Montagne” y también, aunque a escala regional, en las estrategias que los nacionalismos vasco y catalán llevaron a cabo para afianzarse y extender su base social.
La existencia de estos y otros ejemplos semejantes podría inducirnos a pensar que el fomento de la actividad montañera y la proliferación de asociaciones políticas dispuestas a servirse de ella para alcanzar sus propios fines forman parte o se identifican con el conservadurismo y la defensa de valores tradicionales (patria, identidad, nación, raza, pureza…). Sin embargo, no es así. El ejemplo más evidente lo tenemos en la U.R.S.S. Sus dirigentes crearon un programa específico para popularizar y extender este deporte entre las masas proletarias y, de paso, para privarlo de las connotaciones o del aura pequeño burgués que caracterizaba a sus practicantes occidentales. Reino Unido también contó con algunos clubes que se propusieron difundir el alpinismo entre la clase obrera. Los más conocidos fueron el Creagh Dhu de Glasgow y el Rock and Ice, con sede en Manchester, y en el que militaron Don Whillans y Joe Brown.
Los colectivos montañeros progresistas o que manifiestan abiertamente su militancia y sus simpatías por la izquierda no son sólo una cosa del pasado. La prueba la tenemos en la sección de montaña de la F.S.G.T. (Fédération Sportive et Gymnique du Travail), el Antinationaler Alpenverein alemán, los austriacos Alpinpunx y Antifaschistische Bergfreund o los italianos Colettivo Alpino Zapatista, Associazione Proletari Escursionisti (A.P.E.) y Alpinismo Molotov. A pesar de las diferencias existentes, todas estas agrupaciones persiguen un objetivo común: hacer que la práctica del montañismo se convierta en una prolongación de los principios que inspiran la vida de sus miembros, principios que incluyen la solidaridad, la convivencia, la inclusión de género, el antirracismo, la protección medioambiental y la denuncia de las injusticias.
La mejor ilustración de este ideario la hallamos en la declaración que los creadores de la comunidad virtual Alpinismo Molotov (https://www.alpinismomolotov.org/) dieron a conocer a comienzos del año 2015, poco después de su fundación. El manifiesto, que no tiene desperdicio, contiene cinco cláusulas que resumimos a continuación porque describen una manera de entender y relacionarse con la montaña que también nosotros suscribimos:
1.- Un ejercicio comunitario: la montaña se caracteriza por ser una actividad en la que los intereses colectivos prevalecen sobre los individuales. Estos intereses se manifiestan a través del compañerismo, la asistencia mutua, la inclusividad y la planificación de actividades participativas.
2.- No es un deporte al uso: la ausencia de competitividad, patrocinios, clasificaciones, ligas o cronómetro constituyen sus señas de identidad, los elementos que lo singularizan y diferencian de todos los demás.
3.- No es un mero pasatiempo: el montañismo es un método de resistencia, una herramienta o un instrumento a través del cual afrontar la realidad y las contradicciones que ésta plantea.
4.- Contar historias es tan importante como caminar: las montañas están repletas de mensajes, tradiciones y cuentos que esperan su turno y necesitan ser narrados de nuevo, pero, para hacerlo, antes hay que recuperarlos sacándolos del olvido.
5.- Forzar los límites de la imaginación: el imaginario montañero, la construcción cultural elaborada a su alrededor, ha estado, hasta no hace mucho, repleta de heroicidades, proezas, arrogancia y machismo. En la actualidad, ese relato y esos valores ya no se tienen en pie, han quedado obsoletos, necesitan ser reemplazados por otros que sean más acordes con los tiempos que corren.
El activismo de los miembros del colectivo Molotov no se reduce a las redes. Su acción más sonada, la que suscitó más atención por parte de los medios, tuvo lugar el 22 de abril de 2018 tras la convocatoria de una marcha entre las poblaciones francesas de Claviere y Briançon para denunciar el racismo y rechazar el reforzamiento y la reinstalación de la frontera franco-italiana a fin de impedir la inmigración ilegal. Genio y figura.
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