La flexibilidad. Parte I
No es fácil obtener una conclusión tan determinante en un tema tan complejo como la elasticidad o la flexibilidad y su relación con la fuerza. Para ello es necesario que interpretemos correctamente los datos de los distintos autores detractores del estiramiento en relación al rendimiento deportivo.
Es crucial diferenciar el concepto de flexibilidad y elasticidad, mientras uno se referencia a la articulación o articulaciones y su capacidad de desplazamiento, este es el caso de la flexibilidad, la elasticidad se focaliza en el músculo y su capacidad de estiramiento. Obviamente la flexibilidad está directamente relacionada con la elasticidad, siendo ésta un factor determinante pero no único, la flexibilidad no solo tiene relación con el músculo, involucra a todo el sistema neuromuscular y al osteoarticular. Mientras podemos establecer un grado de calidad común de estiramiento de los distintos músculos de nuestro cuerpo, esto es, podemos decir que somos elásticos o no, en el caso de la flexibilidad no se puede utilizar un test de flexibilidad para evaluar la flexibilidad total del cuerpo, somos flexibles dependiendo de las distintas articulaciones, para una misma persona unas articulaciones son más o menos flexibles que otras. Las diferencias de flexibilidad de una persona a otra reflejan nuestra impronta genética, patrones de actividad personal y presiones mecánicas especializadas impuestas sobre el tejido conectivo.
Además de la resistencia, la fuerza y la velocidad, la flexibilidad es una cualidad física. La flexibilidad la podemos definir como la capacidad para desplazar una articulación o una serie de articulaciones a través de una amplitud de movimiento completo, sin restricciones ni dolor. Interrelacionada con el estado y calidad de músculos, tendones, ligamentos, estructuras óseas, tejido graso, piel y tejido conectivo está influenciada por la temperatura, el ambiente, el sexo, la edad, e incluso el tipo de actividad que se desarrolle y/o las articulaciones involucradas.
Qué, cómo y cuánto debemos estirar es una consulta de respuesta compleja. Un sobre-estiramiento puede hacer disminuir nuestro porcentaje de fuerza máxima al igual que un exceso del número de sesiones de estiramientos actuarán en detrimento de la capacidad de incrementar nuestra fuerza y resistencia. Protocolizar una serie de estiramientos según las distintas categorías deportivas no soluciona el problema.
Mientras para un corredor de fondo sus estiramientos se centrarán en las piernas, un remero lo hará en sus articulaciones y músculos de los brazos, pero la temperatura del ambiente donde realizamos la actividad, nuestra edad e incluso nuestras sensaciones ese día determinarán el tipo de estiramiento y la intensidad.
Un último ejemplo para entender con más claridad este concepto, si tenemos que realizar una actividad deportiva de forma vigorosa o intempestiva, esto es, imaginen un saltador o un velocista antes de competir, sus estiramientos se realizarán acorde a instaurar un grado de excitación mayor que los estiramientos que y por el contrario establecerá un maratoniano.
Trabajamos la flexibilidad como un medio de calentamiento previo al ejercicio, mejorando la movilidad de nuestras articulaciones y evitando de esta forma el DOMS (dolor muscular post ejercicio) y las lesiones. Pero a fecha de hoy si nuestros objetivos son éstos, no tenemos evidencia científica que a través del estiramiento muscular logremos estos beneficios.
Por un lado está demostrado que el incremento en el rango articular posterior a las técnicas de elongación, se debe a que éstas disminuyen la viscoelasticidad del músculo, y a la vez aumenta la “compliance” o distensibilidad de éste (Fowles, J., Sale, D., 2000; Shrier, I., 1999). La “compliance” se define como el recíproco de la rigidez, matemáticamente es igual al cambio de la longitud que ocurre en un tejido, dividido por la fuerza aplicada para alcanzar el cambio de longitud (Shrier, I., 2002).
Cuando hablamos de viscoelasticidad del músculo nos referimos a la presencia de un comportamiento elástico y a la vez un comportamiento viscoso, ambos tienen influencia sobre la resistencia pasiva que el tejido presenta.
La resistencia a cualquier movimiento, ya sea pasivo o activo, puede estar dada por cualquiera de las siguientes restricciones (Hutton, S., 1992): restricciones de la piel y el tejido conectivo subcutáneo, restricciones biogénicas (propiedades pasivas y activas del músculo resistentes a la elongación), restricciones articulares (las estructuras que rodean a la articulación como la cápsula y ligamentos generan fuerzas que se oponen al deslizamiento de las superficies articulares) y restricciones neurogénicas, por ejemplo, control voluntario y reflejo sobre el grupo musculara alongar.
En la segunda parte del reportaje veremos en cuáles de estas restricciones la elongación juega un rol preponderante y los efectos de la misma sobre la fuerza.