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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Intimidad entre desconocidos

Concentración estudiantil contra el cambio climático.

Patricia Manrique

Con septiembre llega, además de una de las luces naturales más bellas del año, el momento de volver a una cotidianidad calma, de interior, en la que entran, a menudo, proyectos de nuevos hábitos y aprendizajes. Arrastrados por el el curso escolar, nos sentimos capaces de asumir nuevos retos y pensamos en serio compromisos anuales de los que, tras las navidades, ya sólo quedará apenas un simulacro.

Puestas a imaginar, me he imaginado que este septiembre nos propusiéramos, arrastradas por los estudiantes más que por el propio curso, tomar en cuenta lo que realmente importa. Que dejásemos de prestar oídos al ruido y tratásemos de escuchar la marea de fondo que advierte del peligro que nos acecha. Que con la huelga mundial del clima del próximo 27 de septiembre —precedida y azuzada por la huelga climática estudiantil— los medios de comunicación dejasen de dedicar artículos y artículos a las luchas de poder y a las memeces del 'Sálvame' político, y la sociedad civil exigiésemos que se atienda a la extinción planetaria que nos amenaza y a sus interacciones con la realidad social y económica.

No solo participaríamos en masa en la huelga mandando un mensaje, por ejemplo, al P(SO)E cuyo Green New Deal no dejará de ser, a la postre, un compendio de electoralismo y capitalismo verde, o a su más que posible aliado tras noviembre, Ciudadanos, que ya ha defendido la idea de que la energía nuclear es una energía limpia (¡ay!), o al partido del primo de Rajoy que si lo apuramos cuestiona el calentamiento global… Si decidiésemos atender a lo que importa, si nos propusiésemos seriamente luchar contra la destrucción del planeta y la dramática extinción de especies en curso, tendríamos que plantearnos formas de afrontar el conflicto capital-vida que caracteriza el sistema económico depredador actual, el que nos ha llevado a semejante situación.

Llaman Antropoceno —Capitaloceno quienes afinan más—, al periodo de tiempo histórico en el que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra es tal, que puede haber constituido una nueva era geológica, reemplazando al Holoceno, debido al significativo impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres. Somos tan cafres, tenemos un sistema económico y vital tan irresponsable y peligroso para nuestros compañeros de planeta, que la mitad de las especies podrían haber desparecido en 60 años, y en la zona Mediterránea, que es especialmente vulnerable, incluso si no se superan los dos grados, desaparecerán más de un tercio. Entre las especies amenazadas están las poblaciones de vastas zonas, pues el impacto en zonas depauperadas produce la pérdida de las formas de vida de millones de personas, y siendo las migraciones la respuesta lógica a estos cambios, ya conocemos de sobra la necia actitud de la mayoría de los estados hacia la movilidad humana.

Con todo, nada haremos por el planeta colocándonos en modo apocalipsis, de modo que cunda la sensación de que nada puede hacerse, ni tampoco es realista, sino sobre todo irresponsable, creer que la ciencia va a poder solucionar la situación sin hacer cambios de sistema, sustanciales, pues ninguna de las nuevas energías podrá igualar el potencial energético de la economía del carbono y, queramos o no, es indiscutible plantearse el elefante en la habitación que ningún gobierno quiere ver: la necesidad de decrecer. No es justo esperar que sean otros los que decrezcan los que consuman cada vez menos, que sean los pobres, países y poblaciones, quienes no puedan consumir para compensar la asesina huella ecológica de otros. Por eso, ahora, en el presente, necesitamos generar colectivamente las condiciones para una eco-política y una eco-justicia multi-especies democráticas.

El último trabajo de la bióloga y filósofa Donna Haraway es un canto a la imaginación política feminista en búsqueda de una vida vivible, que invita a no refugiarse en el futurismo —ni apocalipsis ni utopía tecnológica— y apostar por el presente, reconociéndonos como “bichos mortales” en una tierra dañada cuyos habitantes somos todos “parientes”: personas, animales, plantas, tierras, mares… “¡Generen parientes, no bebés!”, propone provocadoramente la primatóloga: hay la superpoblación suficiente para que crear nuevas vidas pueda aumentar los problemas, sobre todo hijos de familias y países ricos con una alta huella ecológica —aunque se cuide de promover políticas estatales antinatalistas— y sería, en cambio, muy necesario, generar parentescos no natalistas, entender la conexión y la corresponsabilidad debida hacia todos los habitantes del planeta.

La propuesta de Haraway es similar a lo que la científica Lynn Margullis llamaba “intimidad entre desconocidos”, que ha posibilitado prácticas de colaboración que han impulsado la evolución de las especies, cuestionando la visión evolucionista propia del Capitaloceno. Su teoría evolucionista puso en el centro a los holobiontes, ensamblajes simbióticos, entidades formadas por la asociación de diferentes especies, frente a la idea de una competición rala —a imagen de la competición individualista, pura ideología— que predominaba en las interpretaciones anteriores.

El primer paso para un cambio, absolutamente necesario, es reconocer y atender a la realidad de que estamos conectados y somos dependientes. El planeta tiene un devenir conjunto que exige una actitud de cuidado recíproco, algo que desconoce por completo el capitalismo neoliberal, para el que todo lo que existe es ante todo medio para un fin: la acumulación y el expolio. El Capitaloceno será recordado, si las generaciones futuras tienen siquiera oportunidad de recordar, como esa edad de la historia terrenal que supuso un cáncer para la vida, que estuvo a punto de acabar con todo de la mano de esa ideología ridícula, el individualismo (neo)liberal, que negando nuestro carácter interdependiente estuvo a punto de fulminarnos.

Por abstracto que suene, no basta con reciclar y reutilizar —que son acciones importantes, pero importa cómo, por qué y para qué— sino que es esencial un cambio de actitud reconociendo el carácter único y precioso de cada ente en la tierra, de su valor, merecedor de cuidados. Humanos, animales, plantas, elementos naturales… ¡todo! Todo requiere cuidado en un mundo interdependiente, y una visión ecológica completa pasa por dejar de entenderlo todo instrumentalmente, por comprender que todo lo que existe tiene su papel en el conjunto.

Desde esta perspectiva, entenderíamos que es igualmente necesario dejar de matar animales, de maltratar el entorno, y de ser insensible a las necesidades de las demás personas… para que la obra humana deje de ser un compendio de heridas infringidas a la tierra y sus pobladores.

Nos vemos en la huelga mundial, este #27S, ojalá sólo para empezar…

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