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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Santa Bárbara y la investigación

La industria farmacéutica estima que no habrá vacuna para el coronavirus antes de 12-18 meses

Paz M. de la Cuesta

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Una vez más se ha constatado que la investigación, en España, es como Santa Bárbara: nos acordamos de ella solo cuando truena. Y, como ahora está tronando mucho, mucho se está clamando sobre la importancia que tiene la investigación científica para avanzar en la frontera del conocimiento. O sea que, lo que las sociedades más avanzadas y con las economías más potentes del mundo sabían, ha quedado meridianamente claro en la lucha contra la COVID-19.

En España y en Cantabria, el grueso de la investigación se realiza en el seno de las universidades públicas. No es cuestión de ofrecer datos que cada poco aparecen en los periódicos, pero sí conviene recordar ambos aspectos a los efectos de lo que diré a continuación: la investigación es esencial para la competitividad de nuestra economía y para la mejorar la calidad de vida de las personas e, incluso, como se está viendo, para seguir viviendo. Y, en la medida en que la mayor parte de la investigación de calidad, en nuestra Comunidad Autónoma, se realiza en el seno de la universidad pública, hablar de una es prácticamente hablar de la otra. 

En general, la universidad pública de Cantabria ha sido apoyada -con altibajos- por los distintos gobiernos autonómicos, aunque ninguno como el actual que, de la mano del vicepresidente del Gobierno y consejero de Universidades, que ha incrementado en un 3,49% el presupuesto a la Universidad de Cantabria (UC). El apoyo a la UC como institución, sin embargo, no ha ido tradicionalmente en paralelo con el apoyo a las y los investigadores en forma de convocatoria de ayudas para proyectos de investigación. Así, mientras otras comunidades autónomas apoyan a las personas y a los grupos de investigación con convocatorias autonómicas de ayudas, la opción estratégica de los sucesivos gobiernos de Cantabria había sido apoyar a la institución y no directamente a las y los investigadores.

La falta de apoyo a investigadores y grupos de investigación, con financiación específica, tiene como consecuencia que quienes investigamos en la UC nos encontremos en inferioridad de condiciones cuando concurrimos a convocatorias nacionales o internacionales. Esto es especialmente indudable (y grave) respecto de los investigadores jóvenes, que tienen mayores dificultades en su ya de por sí larga y complicada carrera académica. Sí ha existido, sin embargo, algún tímido apoyo a la investigación o a la transferencia al margen de la financiación a la universidad. De hecho, algunas instituciones han sido -y siguen siendo- especialmente activas, como, por ejemplo, el Parlamento de Cantabria, que financia anualmente ayudas a la investigación de enorme importancia para las Ciencias Jurídicas y Económicas, o la que se conocía como Cátedra Cantabria, de la que tuve el honor de ser titular en 2010 y que permitía una importante transferencia de conocimiento. Pero se trataba de ayudas muy singularizadas y con fines muy específicos.

Por eso es muy loable la decisión de Pablo Zuloaga de convocar, por primera vez en Cantabria, ayudas a la transferencia de conocimiento. Estas ayudas, que hay que interpretar como un paso más en su decidido apoyo a la Ciencia, tienen, en estos momentos, un significado especial. En primer lugar, porque va a facilitar que el conocimiento ya existente en la Universidad de Cantabria sobre cuestiones relacionadas con la superación de la pandemia y de la reconstrucción fluya, de forma práctica y directamente aplicable, hacia la sociedad; en segundo lugar, porque es un impulso para investigadores e investigadoras universitarios que, desde hace un par de años, someten también a evaluación su actividad de transferencia, especialmente a jóvenes y mujeres, los dos sectores que tienen más dificultades para ello. Y, finalmente, porque abre el paso a la esperanza de que se consolide, en Cantabria, la conciencia de que el futuro se construye investigando.

Esperamos pronto el anunciado Pacto por la Ciencia y la Investigación y la Ley de investigación y transferencia, que debería comprometer un 2% del presupuesto de la Comunidad Autónoma, pero, con la vista puesta en el 3% que marca la 'Estrategia de Lisboa'. Las investigadoras esperamos el Pacto por la Ciencia; un pacto que como se perfila como un instrumento contra la invisibilización que padecemos y que ayudará a consolidar a muchas jóvenes investigadoras que, quizá, no toparán tan pronto con su techo de cristal.

Es muy importante para Cantabria que el Gobierno continúe avanzando en los objetivos marcados, incluso aunque otras necesidades solo aparentemente más perentorias inviten a abandonar el camino trazado. La publicación en el Boletín Oficial de Cantabria, el pasado 11 de mayo, de la convocatoria de ayudas a la transferencia de conocimiento en materia de investigación sea bienvenido. Es solo un primer paso, pero estoy segura de que será muy bien recibido por la comunidad universitaria. 

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