Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Los problemas complejos como el yihadismo no tienen soluciones fáciles ni a corto plazo. No se elimina al ISIS con bombardeos como el de Francia sobre Raqqa, feudo de los terroristas en Siria, donde por cierto también viven civiles. Tampoco sirven de gran cosa los pactos antiyihadistas como el español que recorta peligrosamente libertades: a un suicida no va a pararle la amenaza de la prisión permanente. Por supuesto, es tan inútil como inhumano culpar a los refugiados que son víctimas de los mismos terroristas. Si perseguimos a los refugiados, matamos a civiles para vengar el asesinato de civiles y recortamos libertades, el terrorismo habrá conseguido su objetivo, que vivamos con miedo y que Europa traicione, una vez más, sus valores.
Desgraciadamente, ya está sucediendo, en nuestras fronteras siguen muriendo los refugiados ante la indiferencia de la Unión Europea y en Oriente Medio hace años que estamos embarcados en la famosa “guerra contra el terror” de la que conocemos el resultado: más terrorismo. A los que corren a pedir una respuesta bélica contundente, hay que recordarles que llegan tarde. Estados Unidos y los aliados ya han lanzado más de 8000 ataques sobre el ISIS. Puede hacerles daño pero no ha habido conflicto armado que se resuelva sólo con ataques aéreos como no hay terrorismo que se venza sólo militar o policialmente. A veces ocurre justo lo contrario. El propio ISIS nace de la invasión de Irak, como arma que interesa a Israel y Occidente para atacar al régimen sirio. Deberíamos haber aprendido la lección. El yihadismo no está sólo provocado por el intervencionismo occidental -tiene otras causas históricas, sociales y económicas- pero el intervencionismo provoca a los yihadistas.
Se requiere una estrategia más amplia en muchos otros frentes, diplomático, político, económico y social. En primer lugar hay que mediar para acabar con la guerra civil siria que ha permitido el avance del Estado Islámico. Es un paso adelante el acuerdo entre Rusia y Estados Unidos para sentar a Asad y a la oposición a negociar, aunque habrá que ver cómo porque los opositores son un conglomerado confuso de fuerzas en las que los rebeldes laicos también han caído en manos de grupos fundamentalistas. Los riesgos son máximos y las posibilidades mínimas, pero la paz en Siria es primordial porque una de las principales fuentes de financiación del ISIS es, precisamente, el tráfico y secuestro de refugiados que huyen de la guerra.
Otra es el contrabando de petróleo y otros productos por las fronteras de Irán, Kurdistán y, sobre todo, Turquía, aliado occidental que hace la vista gorda porque los yihadistas luchan contra su enemigo kurdo. Desde Al Asad, por el bloqueo, hasta miembros de la Unión Europea, por los bajos precios, compran crudo del Estado Islámico. No debemos extrañarnos. Europa también hace negocios y vende armas al régimen medieval de Arabia Saudí donde están los donantes privados y el germen ideológico de esta guerra santa. Si todos siguen alimentando la Bestia, no nos extrañemos de que suframos sus zarpazos. Parece tan improbable que dejen de hacerlo que me temo que tendremos que asumir que el terrorismo volverá a golpearnos.
Ni la respuesta militar, de resultados imprevisibles, ni la acción conjunta y global de policía, inteligencia y jueces, bastan para erradicarlo. Hay que ir más allá, a la raíz. Ésta es también una guerra de pobres contra ricos, una lucha de clases. Los excluidos, de aquí y de allí, atacan el modo de vida burgués al que no tienen acceso y a cambio los fundamentalistas les prometen gloria, mujeres y dinero. El fanatismo se nutre de la desigualdad y la pobreza. Por eso más que intervención se necesita cooperación y educación en los países de origen y más integración y oportunidades en los nuestros. Pero eso es pensar a medio y largo plazo y nuestros gobernantes solo piensan en elecciones.
Las declaraciones grandilocuentes de guerra y las promesas altisonantes de acabar con el terrorismo, sirven para calmar a una opinión pública herida, pero no son realistas ni sinceras. Es hipocresía que no evitará nuevos ataques. El problema de intentar matar moscas a cañonazos es que, a veces, los cañonazos caen de este lado.
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