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TOLEDO

El agricultor que ‘topó’ con el yacimiento romano de Carranque hace 40 años: “Nunca me lo reconocieron”

Samuel López Iglesias, el agricultor que descubrió el yacimiento romano de Carranque junto a un mosaico

Carmen Bachiller

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Se cumplen 40 años del hallazgo de una de las joyas arqueológicas de Castilla-La Mancha. Visitar el parque de Carranque permite descubrir cómo era una villa romana, un mausoleo y los restos de un edificio palacial, en el municipio toledano del mismo nombre, al límite con la Comunidad de Madrid.

Fue un 23 de julio de 1983. Samuel López Iglesias se encontraba trabajando en una finca agrícola regentada por la familia. “Ese día estaba solo, aunque somos diez hermanos y todos trabajábamos juntos en una huerta extensiva junto al río Guadarrama, en unos terrenos arrendados al ayuntamiento”.

Antes de llegar allí la familia de Samuel, una empresa tenía en el lugar una explotación minera para extraer arena. “El suelo estaba lleno de fragmentos de ladrillo, teja o cerámica fina como la sigillata, típica de la época romana y además encontramos diversas herramientas, pesas de plomo y arcilla, una llave…”

La labor agrícola se convirtió en una ‘prospección’ diaria del suelo. “Cogíamos los tomates, pero también la sigillata”, bromea. Ese día, relata, “encontré una piedra pequeña, cúbica, negra y manchada de blanco por un lado de haber estado pegada al mortero. Pensé que era la tesela de un mosaico”.

Rebuscó bajo la paja del sembrado y encontró más. “Y también cuatro o cinco trozos de un mosaico. Entonces levanté el arado para explorar con un palo. Me fui corriendo a la zona de huerta para buscar a mi hermano. Hicimos agujeros y había mosaicos por todas partes”.

Resultó que sus cultivos se encontraban sobre restos arqueológicos romanos que pertenecieron a la que hoy se conoce como Villa de Materno, un terrateniente que fue tío de Teodosio, el emperador que gobernó Roma desde el año 379.

Bajo la superficie de este pueblo toledano se terminaron descubriendo más de 20 mosaicos en una superficie de unos 1.100 m2. El primero de ellos, explica, “se lo llevaron en trozos para ponerlo en el Museo de Santa Cruz en Toledo. Y en 1999 o en el año 2000 lo volvieron a traer sin restaurar y sin exponer. Hubo que restaurarlo aquí. Hubo otro, el mosaico de la Ilíada, que también hubo que restaurar. El resto estaban perfectamente conservados”.

La villa de Materno surgió en un momento del Alto Imperio Romano como centro de explotación de los recursos agrícolas del entorno y en época tardorromana se configuraba como un importante centro de poder de un territorio que, señala el departamento de Cultura de Castilla-La Mancha “aún por definir y caracterizar”.

Ese poder territorial se manifestó con la construcción de un edificio palacial “erigido a finales del siglo IV o inicios del V d.C” que se convirtió en ruina muy poco después y sería ocupado por los visigodos primero- con la instalación de un edificio de culto cristiano en torno al cual se creó una amplia necrópolis- y que en época andalusí siguió siendo referente para nuevas comunidades hasta pasar a manos cristianas con la conquista de Toledo por Alfonso VI en el año 1085.

Allí surgiría la Iglesia de Santa María de Batres erigida sobre la ruina del antiguo edificio palacial tardorromano, y convertida en cabeza de un monasterio en 1152 que todavía estaba en pie a finales del siglo XVI, ya como una modesta ermita rural.

En el pueblo sabían que allí había ruinas. “A una parte la conocíamos como ‘ruinas del castillo de Santa María’ y a otra como ‘el pilar’, para referirnos a un pilón o abrevadero, aunque en tenía poco sentido que estuviera en un cerro. Lo que no se sabía es que eso era romano”.

A Samuel López siempre le picó la curiosidad por el patrimonio. “Desde pequeño me gustó la arqueología cuando a los siete años en el cole nos pusieron diapositivas sobre Egipto”, aunque no tuvo ocasión de estudiar.  Por eso todas sus reflexiones y auto aprendizaje lo refleja en un blog donde escribe sus impresiones y hasta teorías propias sobre el lugar. Ha viajado por todo el mundo para documentarse, nos cuenta.

Defiende que en Carranque hay “una segunda villa romana a la que las autoridades no le han dado ninguna importancia. Está a un kilómetro y medio del parque arqueológico. Es lo que fue el antiguo Carranque de Yuso. Había dos, el de Yuso y el de Suso”, que vienen a definir ‘abajo y arriba’.

Un pleito de nueve años

Reconoce que no simpatiza con los arqueólogos. “Te consideran un intruso y de hecho con Carranque tuve un problema gordo porque no me reconocieron el descubrimiento”. Cuatro décadas después cuenta que lo que encontró le marcó para siempre. “Lo recuerdo cada día porque es mi segunda vida. Han pasado 40 años y sigo pendiente del parque, de las excavaciones, de estudiar visitando ruinas romanas por el mundo… Es mi principal hobby”.

El hallazgo les costó un pleito en los tribunales de nueve años con la Administración pública que terminó en el Supremo. “Después de haberlo descubierto, de haber llamado al museo, de haber llevado allí a todos… Su versión fue que lo habían hallado excavando”.

De la reclamación administrativa -y la correspondiente indemnización- se pasó a la vida judicial. “Me dijeron que solo me reconocerían haber encontrado un mosaico. Fui el primero en demandar al Estado cuando seguía vigente una ley de principios del siglo XX que decía que al descubridor le correspondía el 50% del valor en metálico del hallazgo con peritaje de un arqueólogo”.

La tasación de Carranque se fijó en 700.000 pesetas de la época. “A mí me ofrecieron 350.000 pesetas. No estuve de acuerdo en la cantidad y además reclamé el descubrimiento del yacimiento completo, que fue tasado en siete millones. Todos querían apuntarse el tanto y quitarme los honores”.

Cuarenta años después Samuel se reivindica. “Si está ahí el parque arqueológico es porque encontré una tesela, luego un mosaico y avisé a la Administración”. El Tribunal Supremo le dio la razón y recibió tres millones y medio de pesetas, 21.000 euros de ahora. “Con eso tuve que pagar nueve años de pleitos. Casi me costó dinero, pero me reconocieron el descubrimiento. Supuso la actualización de la Ley de 1911 de Protección de Antigüedades”.

Samuel López Iglesias es hoy empresario de hostelería y regenta el Grupo Comendador. Tras dejar la agricultura y ganadería a la que se dedicaba la familia y optó por la construcción. “Después montamos un hotel y seguimos peleando. Yo dejé la escuela con doce años para irme a la huerta, somos una familia de luchadores porque nos lo inculcó mi padre”.

Lamenta que la efeméride del hallazgo haya pasado desapercibida para las administraciones públicas. “Si no me acuerdo yo, no lo hace nadie. Nunca me lo reconocieron, pero sin el parque arqueológico no habría turistas, ni habría nada. Sigo muy pendiente. Tendría que estar en mejores condiciones y tendría que haber más excavaciones. Espero que se hable del parque, que se promocione y que venga la gente a verlo”.

El caso paralelo de Noheda, en Cuenca

En el caso de Carranque, los terrenos eran de titularidad municipal, pero el descubrimiento de un ‘tesoro’ arqueológico en una propiedad privada no es algo sencillo. Los pleitos han sido habituales.

Otro de los casos más sonados fue el de Noheda, en Cuenca. Allí se encuentra el mosaico figurativo romano más grande de España y el yacimiento sigue dando alegrías a los investigadores.

Pero antes de todo eso, el propietario de los terrenos José Luis Lledó cuya familia de agricultores había descubierto en 1984 el tesoro romano llevó a los tribunales al Ayuntamiento de Villar de Domingo García. Pedía seis millones de euros y el Consistorio optó por la expropiación forzosa. El caso también llegó al Tribunal Supremo que terminó resolviendo en contra de Lledó.

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