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ENTREVISTA

Irene Pardo, nueva directora del Festival de Almagro: “El objetivo no es llenar el teatro, sino llevarlo a pueblos y ciudades”

Irene Pardo junto al cartel del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, obra de Sonia Pulido

Alicia Avilés Pozo

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Cuenta atrás para la gran cita anual con el teatro clásico en Almagro en su edición número 46, con la que se estrena Irene Pardo como directora. Tras la polémica salida de Ignacio García como responsable del Festival Internacional de Teatro Clásico, su nueva directora tomó el mando a principios de año para sacar adelante este “mosaico” de artes escénicas cuyo eje vertebrador es el Siglo de Oro, pero que ya navega por otras “latitudes artísticas”, en palabras de su nueva directora, como la danza contemporánea, la música electrónica o el videoarte. Todo ello, con los retos del feminismo, la accesibilidad, la inclusión y la sostenibilidad.

Irene Pardo, licenciada en Filología Hispánica y experta en gestión cultural, es muy conocida por su trabajo en la Red Española de Teatros, Auditorios, Circuitos y Festivales de Titularidad Pública, de la que fue coordinadora y ahora directora-gerente. También ha desarrollado el proyecto del Portal de las Artes Escénicas de España y fue muy activa su participación en la elaboración del informe “52 Medidas extraordinarias para las Artes Escénicas y la música 2021”, en el contexto de la pandemia de COVID-19.

Ahora se estrena como directora del Festival de Almagro, que arranca el 29 de junio con más de 40 propuestas y una programación que reunirá las creaciones de Lluís Homar, Laila Ripoll, Declan Donnellan, Eduardo Vasco, Yayo Cáceres, Ricardo Iniesta, Eva del Palacio, Beatriz Argüello y Pepe Viyuela, entre otras muchas. La creadora Sonia Pulido, Premio Nacional de Ilustración, firma el cartel y Nao d’Amores pone banda sonora a una nueva edición en la que la actriz Blanca Portillo recibirá el Premio Corral de Comedias.

Llega su estreno como directora del Festival de Teatro Clásico de Almagro. ¿Cómo lo está viviendo?

Lo estoy, lo estamos viviendo con mucha ilusión y responsabilidad. Cumple 46 ediciones y eso hace que queramos construir un festival sobre un legado importantísimo que han configurado todos los equipos anteriores, pero que siempre tiene un margen para la imaginación, la creatividad y para repensar los siglos XVI y XVII en el siglo XXI.

¿Cuáles son los cambios respecto a ediciones pasadas?

Se asienta sobre su eje fundamental, que es preservar y dar visibilidad al riquísimo patrimonio cultural de las artes escénicas y el teatro del Siglo de Oro, pero sí que queremos que sea un proyecto más experiencial. Hemos incorporado a muchos cómplices, como les llamamos nosotros, y creemos que tanto la Universidad de Castilla-La Mancha como el Museo Nacional del Teatro, la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y todas las instituciones del Patronato tienen que tener una relevancia enorme.

El festival debe ser un mosaico de experiencias artísticas, reflexivas, expositivas y también de territorio: tiene la importancia que tiene por hacerse en el territorio que habita, de una riqueza patrimonial importante, pero también con una cultura propia, que es local y universal a la vez. Vamos a trabajar desde todos los sentidos y eso tiene que definirnos: venir al festival tiene que ser una experiencia sensorial

El programa es inmenso, como todos los años, pero ¿qué destacaría de la edición de este año?

La satisfacción que tenemos en el equipo es que la programación realmente es un mosaico. Puedes disfrutar de los grandísimos montajes de la CNTC, de un espectáculo unipersonal de calle, de marionetas gigantes, de Pepe Viyuela con Elena González y Sara Águeda con un precioso recital de textos clásicos en el Corral de Comedias. Podemos ver a Laila Ripoll, Eduardo Vasco, Ricardo Iniesta, El Brujo… Es decir, los grandes directores y directoras de teatro clásico con los creadores y creadoras emergentes de ‘Almagro Off’. Y vamos a tener espectáculos de comedia, drama, circo y programación infantil. El gran valor del festival es ofrecer una visión de todo el potencial del teatro clásico en producciones con una calidad altísima.  

El anterior director dejó el cargo alegando que "no se daban las condiciones mínimas para hacer crecer" el Festival. ¿Comparte esa valoración?

Hemos podido hacer gran parte del Festival que imaginamos y por el que apostamos. Evidentemente nunca son suficientes los presupuestos en cultura, y no solo en este caso. Debería ser mucho más elevado generar una oferta cultural como la que merece este Festival. Pero nuestro grado de satisfacción es muy alto.

¿Cómo ha sido la relación con el Patronato?

Ha sido muy buena, han sido muy cómplices conmigo y con todo el equipo. Todos se han volcado en hacer un gran Festival. El Museo Nacional del Teatro ha generado una actividad como nunca antes. La CNTC desembarca con cinco montajes y la UCLM hace más jornadas. Podemos disfrutar de un festival adecuado a las condiciones que nos hemos encontrado. Y evidentemente, tenemos el deseo de que sigan creciendo las aportaciones y las implicaciones. Una tiene que saber las condiciones en las que trabaja. Empezamos a trabajar el 2 de enero y haber llegado donde estamos es algo muy satisfactorio.   

Entiendo por su respuesta que el Festival sí tiene posibilidades de crecimiento, dentro su limitado presupuesto.

Por supuesto que sí. Va a cumplir 46 años y tiene un presupuesto de unos 2,2 millones de euros con la implicación de instituciones, asociaciones y empresarios. Tiene todos los mimbres para seguir creciendo y creo que este año va a ser una gran celebración del teatro y de las complicidades, que para mí es muy importante. Porque a veces no se trata solo de la aportación económica sino también de generar actividades como las que tenemos con la asociación de hosteleros, la de comerciantes o la de guías turísticos… Almagro entero se está volcando con el festival y eso es muy emocionante.

El Festival se va a realizar en paralelo a la campaña electoral. ¿Ha afectado de alguna manera?

No, en absoluto. Creo que tenemos que hacer un ejercicio de naturalidad y serenidad en la política. La campaña electoral forma parte de nuestra vida democrática y ejercer el voto, que es lo que debemos hacer todos y todas el 23 de julio, compaginándolo con nuestra vida diaria, debería ser algo muy orgánico y muy natural. ¡Qué maravilla poder ir a votar, luego a tomarte algo a la plaza y luego asistir a una función de teatro!

Las obras del Siglo de Oro son enormemente políticas también.

Ese también es el valor del teatro clásico. También reside en los valores universales que trata. No solo los de índole más humanista, sino también de carácter político e ideológico. Hay mucha potencia social, hay mucho de reivindicación en su contenido. Por ejemplo, hay un tema que creemos que crece enormemente y es la presencia de la mujer.

Ahí destaca la representación de 'Valor, agravio y mujer', de la dramaturga Beatriz Argüello, que habla del papel de la mujer en la sociedad. ¿Dónde podemos encontrar más feminismo en el Festival?

La presencia de la mujer en el Festival de Almagro no solo pasa por ser el año en el que más autoras se van a poder escuchar, sino también por cómo las creadoras de hoy van a posar su mirada sobre todos estos temas. Su presencia está ahí desde el cartel de Sonia Pulido hasta la sintonía del festival, que es un homenaje a la compositora e investigadora musical Alicia Lázaro, fallecida hace unos meses. Destacan también las actividades formativas de investigación y reflexión como son los talleres de Marta Pazos y Vanessa Espín muy vinculados al placer de la mujer, así como temas vinculados a la cultura de la violación en los textos clásicos. La mujer va a transitar por todo el Festival. Queremos seguir contando parte de esa historia, la que no ha sido contada, que es la historia de las mujeres.

En este caso, la aproximación a las obras del Siglo de Oro supone también hacerlo al machismo clásico. ¿La mirada de la mujer, en ese sentido, debe ser crítica?

Sobre todo sucede una cosa: para contar la historia completa hay que contarla desde el punto de vista de la mujer, porque siempre ha sido contada por los hombres. No me refiero a una anulación del punto de vista masculino, se trata de completarlo y creo que en esa obligación estamos todos los responsables de programaciones públicas. Tenemos la obligación de completar la historia y para ello tienen que hablar las mujeres. En realidad es muy sencillo y no entiendo el conflicto cuando se produce.

En un mundo con tantos impactos mediáticos, tantas pantallas, el esfuerzo por convencer y seducir a la gente más joven es el doble

Usted ha manifestado la vocación del festival por trascender los límites de las representaciones teatrales e incluir espectáculos que se aproximen a lo clásico desde otras “latitudes artísticas”. ¿Qué significa?

Vamos a tener varios ejemplos en ese sentido. Dos espectáculos de danza contemporánea, uno de ellos coreografiado por Sara Cano (“Al son”), quien coge textos de Marcia Belisarda, otra autora del Siglo de Oro, y hace un espectáculo incorporándolos a través del movimiento. La compañía Malpelo se acerca también desde la danza contemporánea y el videoarte a “La vida es sueño” desde el punto de vista de Rosaura, en una pieza llamada “De haber nacido” en coproducción con la CNTC. Es un privilegio que esta compañía esté en Almagro. Son un ejemplo de esas latitudes artísticas: que el imaginario poético y artístico de intérpretes y directores que no son del Siglo de Oro de repente entre en él. Se dejan seducir y lo interpretan desde sus propias narrativas. 

Otras latitudes llegan también desde la música como es el caso de “Yo deseo” que interpreta Eva Rufo, acompañada de Enrico Bárbaro. Ahí es donde está el potencial para que otras generaciones más jóvenes lleguen al teatro clásico. En un mundo con tantos impactos mediáticos, tantas pantallas, el esfuerzo por convencer y seducir a la gente más joven es el doble.  

La apuesta por la accesibilidad es importante pero debe serlo también su promoción. ¿Está llegando realmente a aquellas personas que lo necesitan?  

Hacer un plan de accesibilidad a un festival empieza desde el primer momento, dirigido a personas que tienen una discapacidad pero también a colectivos en riesgo de exclusión social. Todos tienen que poder tener acceso a la información y descuentos. La accesibilidad no empieza cuando una persona está en la puerta del teatro, tiene que empezar antes. Lo hemos visto con los paneles informativos de la programación que están pensados para que personas con movilidad reducida puedan leerlos bien. Y la programación tiene un encarte en braille para personas ciegas. La accesibilidad debe ser integral desde el principio.

Como gestora cultural con experiencia, ¿cuál cree que es la asignatura pendiente en España en este ámbito profesional?

Más que asignatura pendiente, yo hablaría de que tenemos que seguir trabajando en la autonomía y en la independencia de los gestores culturales para que puedan desarrollar las políticas públicas de cultura. La programación de artes escénicas en España está en los teatros y espacios públicos de exhibición. Gracias a que hay una programación pública, la ciudadanía puede acceder a espectáculos de contenido muy rico, muy diverso. Muchas veces, no llena los teatros, pero ese no tiene que ser el objetivo. Tiene que ser que la gente encuentre en sus pueblos y ciudades una programación adecuada. Es decir, tiene que haber danza contemporánea, tiene que haber circo, tiene que haber programas de mediación con el tejido artístico y social del territorio. Por eso hay que dotar a los gestores culturales de más recursos y menos burocracia administrativa.  

Comenta que no hace falta tener los teatros a rebosar y está claro que las artes escénicas, en su concepto más clásico, no ocupan las salas de la Gran Vía de Madrid, repletos de musicales y espectáculos de humor. ¿Se han quedado el Festival de Almagro y otros similares como reductos de ese clasicismo?

No, en los estudios de programación de teatro, el clásico es la tercera disciplina más programada y gracias a eso tenemos compañías tan buenas en España. Estos festivales se nutren de una producción tejida por toda España. Lo que hay que hacer es seguir propiciándola y en ese sentido tenemos una voluntad desde Almagro, que es dar a conocer el teatro clásico fuera de España. El teatro clásico no vive en los límites de los festivales. ¿Qué hay que seguir apostando para que se produzca más? Claro, es nuestro patrimonio cultural, debemos provocar que las producciones tengan más recursos. Sería muy deseable que las producciones de teatro clásico tuvieran un presupuesto mucho más elevado para poder acercarse a esa calidad escénica y potencial. Pero aun así, tenemos compañías que siguen luchando y que hay que valorar mucho.

Y, con todo ello, ¿cuál es su gran reto respecto a futuras ediciones?

El gran reto es seguir en la idea de que Almagro sea el encuentro internacional del teatro clásico. Entendemos la internacionalización como un viaje de ida y vuelta. Es importante programar compañías internacionales en Almagro para que podamos ver cuál es su mirada artística porque nos enriquece, pero también es relevante que en otros países puedan ver las producciones que se hacen aquí. Y sobre todo, el gran reto es que Almagro sea un cruce de caminos multidisciplinar en el que convivan lo clásico y lo contemporáneo, la creación emergente con la veteranía, lo local con lo internacional, la reflexión con el teatro y las exposiciones con las artes escénicas. Nuestra ilusión es esa y en ella seguiremos trabajando.

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