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Juan Antonio Flores, antropólogo: “Hay una inflación creciente en las declaraciones de bienes de interés cultural”

Detalle de escarapela de miembro de la Soldadesca de Gamonal, una pedanía de Talavera de la Reina

Carmen Bachiller

1 de octubre de 2024 20:41 h

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La semana pasada el Pleno del Ayuntamiento de Toledo aprobó, con el voto en contra de Unidas Podemos, instar a la Junta de Castilla-La Mancha a que declare Bien de Interés Cultural (BIC) la Fiesta del Corpus. Y eso a pesar de que la celebración ya fue reconocida Fiesta de Interés Turístico Internacional en 2009 y hoy es uno de los mayores exponentes del llamado patrimonio cultural inmaterial de esta comunidad autónoma.

El caso de Toledo no es el único, ni dentro ni fuera de esta región y se extiende también a las zonas rurales. Muchos pueblos trabajan para conseguir que su fiesta mayor u otras manifestaciones culturales de las llamadas ‘inmateriales’ reciban el calificativo de ‘BIC’ como complemento a otros atractivos como monumentos, restos arqueológicos u otro tipo de construcciones. 

Antropólogos de la Universidad de Castilla-La Mancha abogan por la sostenibilidad social y la ética en la gestión del patrimonio cultural inmaterial que, alertan, “se ha convertido en un elemento de mercantilización en los enclaves rurales desde las dos últimas décadas, debido al impulso institucional por promocionar el turismo, obteniendo resultados de muy distinta índole, calado y percepción por parte de las poblaciones afectadas por procesos progresivos de despoblación”.

Así se refleja en el avance de resultados del proyecto sobre sostenibilidad social del patrimonio cultural inmaterial y el turismo (SOSPAT) en Castilla-La Mancha que ha desarrollado el Grupo de Etnografía y Estudios Sociales Aplicados (GEESA) liderado por la antropóloga Luisa Abad González. El objetivo del proyecto pasa por “trazar un mapa” de lo que está ocurriendo en esta comunidad autónoma tomando como referencia una parte de las provincias de Cuenca y de Toledo.

Juan Antonio Flores Martos es antropólogo y profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es el codirector del grupo de investigación y explica que “en Castilla-La Mancha, sobre todo en las zonas rurales despobladas, se están cociendo cosas muy interesantes y complejas a la vez cuando hablamos de patrimonio cultural inmaterial”.

Se refiere en concreto a ciertas manifestaciones culturales como las fiestas de los pueblos (religiosas o no), las recreaciones históricas y hasta las tradiciones más o menos curiosas. Cree que han permitido mantener vivos a los pueblos, pero ahora los excesos amenazan con destruirlas.

“A veces es importante, para alguien, conseguir una etiqueta de calidad patrimonial, pero lo cierto es que por nuestra propia experiencia regional las fiestas más importantes y vivas no están en esa carrera. Algunas son masivas por sí mismas, sean o no políticamente correctas. No lo necesitan”.

Juan Antonio Flores Martos cree que “hay una inflación creciente en las declaraciones de bienes de interés cultural, de bienes patrimoniales”. Se refiere en particular a Castilla-La Mancha. “Las declaraciones patrimoniales de bienes inmateriales son ridículas si las comparamos con las de otros tipos, pero están creciendo. En 2023 se declararon cuatro BIC inmateriales en la región. En 2024 ya hay cuatro más y estamos en septiembre. Solo en la provincia de Toledo ya hay otras tres en tramitación, sin contar con la petición del Ayuntamiento sobre el Corpus de Toledo”.

Y lo peor del caso, dice, es que “estas etiquetas de calidad patrimonial no son garantía de nada. Ni siquiera de salvaguarda del bien. Tenemos incluso casos en los que mueren de éxito”, lamenta.

Un éxito que se ha traducido auténticas “avalanchas” de visitantes que han puesto en peligro la esencia y la continuidad de la fiesta. “Conocemos casos de grupos de danzantes en la provincia de Toledo que se han quedado sin espacio porque el ayuntamiento ha sido incapaz de regular la elevada presencia de vehículos”.

Uno de los problemas, apunta, es que “resulta muy muy barata la declaración patrimonial pero luego no hay mimo, no hay voluntad de cuidado, de mantenimiento. No es solo una cuestión económica, sino de personal especializado. Y claro, como es algo etéreo parece que se va a mantener solo y que nunca estará en peligro”.

¿Cuál es la razón del “ansia de pasado”?

El experto cree que el patrimonio cultural inmaterial - y ocurre también en algunas ciudades de mediano tamaño- está en peligro por lo que califica de “ansia de pasado”.

¿Por qué ocurre? En su opinión, es algo que “se remonta a la dictadura franquista, en los años 60 del siglo XX, y dentro del proceso de vaciado de las zonas rurales”. La gente que vive en la ciudad -y que tiene referentes u orígenes en los pueblos- ansía, abunda el antropólogo, “un cierto el estilo de vida, las expresiones, rituales e incluso de sociabilidad comunitaria que ha perdido en las ciudades”.

Este tipo de turismo ha aumentado de forma exponencial en los últimos cinco años hasta el punto de que algunos autores hablan de una pandemia de patrimonialización

Para este investigador, “se ha generado una nostalgia tremenda y una emoción muy potente en nuestros tiempos para quienes emigraron a las ciudades”. Pero no solo eso: ese sentimiento también ha calado, dice, “entre los propios urbanitas que están deseando la llegada del fin de semana o de un puente para disfrutar del patrimonio cultural”.

“Este tipo de turismo ha aumentado de forma exponencial en los últimos cinco años hasta el punto de que algunos autores hablan de una pandemia de patrimonialización”. Un éxito brutal que, advierte, amenaza con destruirlo. La paradoja es que “si todo es patrimonializable, nada tendrá valor patrimonial”.

 “Ahora mismo están en marcha numerosos procesos para lograr una etiqueta de calidad patrimonial como las figuras de Bien de Interés Cultural”.  Hasta se ha propuesto que las peñas sean BIC y una marca cervecera fue incluso más allá al recoger firmas para que las peñas  de Castilla y León y  de Castilla-La Mancha sean declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. “Es cierto que las peñas están siendo garantes en muchos casos de que las celebraciones o incluso el pueblo se mantenga vivo”, reconoce, para poner sobre la mesa la necesidad de poner límites.

“Las intenciones por parte de la gente de los pueblos y de las instituciones son buenas, pero en la mayoría de los casos se actúa a ciegas. Es necesario racionalizarlo y los antropólogos queremos ser herramienta para lograrlo”.

Buenas y malas prácticas de gestión del patrimonio

Los ejemplos de malas prácticas proliferan dentro y fuera de Castilla-La Mancha. “En algunos lugares estamos asistiendo a maniobras para resucitar fiestas que estaban inactivas desde hace más de medio siglo”.

Los antropólogos miran el fenómeno con tanto asombro como preocupación. “Es muy interesante ver el rol que toman las asociaciones de mayores de los pueblos para revivir las tradiciones, pero lo hacen sin darse cuenta de que no hay garantía de sostenerlas en las siguientes generaciones”, al menos si no se trabaja la sostenibilidad social.

No se trata de señalar, sino de contraponer casos de lo que los antropólogos consideran “buenas prácticas” para preservar el patrimonio cultural “con ética” y, de paso, revitalizar el medio rural.

“El turismo patrimonial es un recurso para frenar la despoblación y generar desarrollo socioeconómico en el territorio. Es un mantra que se repite pero eso está por demostrarse. Hay una responsabilidad por parte de las administraciones”.

Por ejemplo, en torno al río Cigüela, en Cuenca, es muy habitual la celebración de ritos y danzas vinculadas a la Fiesta de La Endiablada. En una de las zonas más despobladas de la provincia, muy cerca de lo que un día quiso ser el lugar para guardar todos los residuos nucleares de España.

“En la población de El Hito apenas vive gente, pero esta celebración está muy viva. La fiesta supone una especie de pegamento para los hijos del pueblo que viven y trabajan fuera de él”. Es uno de los ejemplos a seguir.

Flores Martos sostiene que “como grupo de investigación estamos asumiendo una especie responsabilidad social” al abordar un estudio sobre el panorama cultural inmaterial en Castilla-La Mancha que, dice, “apenas se ha trabajado” y cuando se hizo estuvo a cargo de especialistas de fuera de la comunidad autónoma.

Por otro lado, lamenta: “Hay investigación por parte de historiadores, bibliotecarios, arqueólogos e incluso ingenieros, cuando en realidad estamos hablando de patrimonio vivo, no de algo fosilizado o del pasado, aunque tenga que ver con él”. De ahí que reivindique el papel de los antropólogos y etnólogos, también en lo que tiene que ver con la sostenibilidad del patrimonio cultural.  

Buscamos una visión territorial e integral del patrimonio, alejado de miradas reduccionistas y localistas y que consideren que algo sostenible es también explotable hasta el infinito

El avance de los primeros resultados del proyecto SOSPAT, financiado con fondos FEDER, se dará a conocer el viernes 4 de octubre en Talavera de la Reina durante la jornada ‘Procesos de patrimonialización de bienes culturales inmateriales en Castilla-La Mancha: perspectivas desde la Antropología Social’, en la que colabora la Facultad de Ciencias Sociales y la Fundación Iberoamericana de las Industrias Culturales y Creativas.

“Se pretende brindar un espacio de debate y participación ciudadana, incluidos los miembros y asociaciones de las comunidades portadoras, acerca del concepto de la sostenibilidad social y gestión comunitaria del patrimonio cultural inmaterial”, explica Flores Martos.

El objetivo último es “favorecer un desarrollo endógeno y equilibrado que permita una visión territorial e integral del patrimonio, alejado de miradas reduccionistas y localistas y que consideren que algo sostenible es también explotable hasta el infinito”.

El proyecto de investigación se prolongará hasta 2025 y entonces se esperan publicar los resultados definitivos sobre el estudio. 

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