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Sobre este blog

Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

Regenerar el valle del río Salado, aspirante a Patrimonio de la Humanidad

Salinas de Imón, en la provincia de Guadalajara

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Un río de agua salada en el norte de Guadalajara. Puede resultar extraño, pero no lo es. Hace cientos de años buena parte de esta provincia estaba cubierta por las aguas del mar de Tetis. En la actualidad, el valle del río Salado se configura como comarca natural y paisajística, a lo largo del curso fluvial que nace en la Sierra de Pela, discurriendo entre montes y páramos hasta unirse al río Henares, un afluente del Tajo, cerca de la localidad de Jadraque.

Su excepcionalidad como paisaje cultural ha permitido impulsar su candidatura a Patrimonio Mundial de la UNESCO. Una iniciativa amplia que abarca, en su denominación oficial, el ‘Paisaje Dulce y Salado de Sigüenza y Atienza’, con la candidatura ya formalizada ante el organismo internacional, a la espera de resolución.

Castillo de Pelegrina, en Guadalajara

En paralelo, investigadores y estudiantes universitarios se afanan en aportar soluciones para regenerar y visibilizar el valle del río Salado. “Es un paisaje importante que aúna en simbiosis indisoluble el medio natural y el medio antrópico: los asentamientos humanos que han ido surgiendo en torno a salinas en pleno centro de la península ibérica y que interactúan entre sí”, explica Patricia de Diego Ruiz, profesora ayudante doctora de Proyectos Arquitectónicos en la Universidad de Alcalá (UAH).

La Escuela de Arquitectura lleva ya doce años impulsando proyectos dentro de la Red Internacional de Escuelas de Arquitectura Designing Heritage Tourism Landscapes (DHTL), cuyo objetivo -el de las quince escuelas de Arquitectura que la integran- es mostrar los valores del territorio a través de la investigación multidisciplinar.

En este caso se centra en un lugar afectado por la despoblación al norte de la provincia de Guadalajara. La historia geológica y humana del valle del Salado generó un paisaje y una cultura, sobre todo a partir de la Edad Media, que define el presente pero que también marca el futuro de una comarca que aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad, como paisaje cultural.

Y es que, señala la profesora, este lugar “ha permanecido muy intacto, manteniendo su estructura histórica, que apenas ha sido alterada a lo largo de los siglos. Es uno de sus valores”, subraya. 

A eso se suma el incalculable valor geológico de la Paramera de Sigüenza que ha permitido la proliferación de una variada biodiversidad, en particular las aves o “especies vegetales únicas a 400 kilómetros del mar”.

Las salinas de Imón

Uno de los elementos más significativos de este peculiar paisaje cultural son las salinas de Imón. Datan de época romana y tuvieron una gran importancia económica en la Edad Media y Moderna.

Fueron explotadas aprovechando los manantiales salinos del río y hoy están declaradas Bien de Interés Cultural (BIC) porque fueron uno de los conjuntos salineros más importantes del interior peninsular. “Afloraron sustratos de cloruro en superficie a través de lagunas estacionales, hubo extracción mediante pozos. Fueron de las más importantes en cuanto a producción”.

Vista aérea de las salinas de Imón, en Guadalajara

Pero las salinas son solo una de las seis áreas de estudio para visibilizar el paisaje. Se encuentran repartidas en 219 kilómetros cuadrados, con elementos comunes junto a otros diferenciales que la convierten en única. “Por ejemplo hablamos del río Dulce y del río Salado en la misma zona”.

Se trata de un ecosistema “frágil” que hay que proteger, advierte la profesora. En su opinión hay que “repensar el territorio amenazado por el actual ritmo de vida”. La candidatura a Patrimonio de la Humanidad se concibe como una doble oportunidad: dar a conocer su riqueza, pero preservándola al mismo tiempo.

La Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alcalá se ha ofrecido a colaborar porque “más allá de la mera catalogación del territorio, hay que pensar cómo redefinirlo”, explica Patricia de Diego. “Queremos plantear intervenciones concretas. Por ejemplo, una zona de acogida del visitante, la reordenación del tráfico o un centro de interpretación”.

También apuestan por un centro tecnológico de formación, vinculado a los oficios tradicionales de la zona o por la puesta en marcha de un mirador desde el que poder explicar al visitante la historia y el valor de las salinas en pleno centro peninsular. Incluso se ha sugerido la creación de una escuela vinculada a la gastronomía “que permita valorizar una de las especies vegetales de la zona, la salicornia”.

Ahora, cree que se abre un periodo “de reflexión y de propuestas” a las administraciones implicadas en el proceso que busca la declaración de Patrimonio Mundial para el ‘Paisaje Dulce y Salado de Sigüenza y Atienza’. En 2024, la Universidad de Alcalá (UAH) puso en marcha la Cátedra Sigüenza, junto al Ayuntamiento y a la Diputación de Guadalajara para promover la candidatura.  “Esperamos aportar y que se puedan generar sinergias, oportunidades e intervenciones que beneficien a la comunidad local. Nuestra disponibilidad es total. Hay patrimonio que está deteriorado y el tiempo corre en contra”.

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