Macarrones a 4 euros y duchas a tres: así vuelve el negocio de los vecinos de Villarrobledo con el Viña Rock

Más de 20 años lleva Lola vendiendo a las miles de personas que llenan cuatro (o cinco días) las calles de Villarrobledo con la celebración del festival de Viña Rock. Ella es la jefa. “Empecé con una bandeja con bocadillos cuando empezó el festival”, recuerda. Ahora no son bandejas de bocadillos, son enormes cantidades de macarrones, croquetas, carne y queso. “Todo es casero”, afirma y a su alrededor todo el mundo asiente. No quiere decir cuánto gana cada vez que abre el chiringuito una vez empezado el festival, pero sí afirma que es una cantidad “tremenda” de trabajo y que empieza por lo menos dos meses antes.
Lola es una de las tantas personas que aprovecha el tirón del festival para ganarse un “plus”. Así lo llama, un “plus” que mejora mucho el año. En su terraza hay muchas mesas, todo con licencia, quiere apuntar. El festival Viña Rock mueve “millones de euros”, según ha afirmado la organización en años anteriores y los dos años de parón por la pandemia se han notado. “Han sido dos años que no hemos tenido este plus y claro que se ha notado”. Cada vez se ven menos chiringuitos en las calles. Lola reflexiona: “Creo que cada vez se lo llevan todo más arriba, cada vez más cerca del recinto”.
Los locales que ofrecen comidas o bebidas, duchas o baños, necesitan realmente una licencia municipal. “Yo lo veo bien, porque aquí yo me doy de alta los días que hace falta, doy de alta a la gente, y todos tienen su carné de manipulador de alimentos. Lo que no veo bien es que la gente se crea que puede sacar un cubo y echarse a la bartola”, reclama Lola. Carmen es una amiga suya que ha venido a visitarla y que ha trabajado durante muchos años también, pero ahora la han operado. “Esto es una alegría para todos”, recalca.

David también lleva desde que comenzó el festival vendiendo. Al principio eran sólo bocadillos y bebidas, ahora tiene muchas duchas y vende también comida caliente. “La organización nos pone muchas pegas, por eso es que cada vez se ve menos gente trabajando de esto. Es una vergüenza, porque si no fuese por nosotros que ofrecemos duchas, la gente no podría limpiarse. Las del festival se quedan todas muy sucias”, reclama.
Manolo y su amigo quieren hablar. No son de Villarrobledo, han venido desde Jaén. “El negocio no está tan bueno como otros años, de hecho mucho peor y es muy triste porque es así dos años sin poder salir. Y ya es el segundo año”, lamentan.
No todo el mundo está contento, y es el caso de Guillermo, que lleva más de trece años con un local en el que se puede comprar todo tipo de comida y bebida para llevar. Eso sí, reconoce que tras el parón el negocio va muy bien. Pero culpa a la organización también de poner “muchísimas pegas”. “Cuando esto estaba a cargo del Ayuntamiento no venía nadie y todo estaba bien, pero ahora cada vez nos ponen más trabas para que finalmente no podamos hacer esto. Y tenemos nuestra licencia”, recalca el vendedor. Ahora se puede pagar también con bizum o con tarjeta.

Recuerda que la organización les planteó un año que se pudiese pagar con los 'tokens' que se utilizaban antes como moneda de cambio, pero que “se querían llevar un 30%”. “Me negué”. Y explica que es necesario que existan eventos de este tipo en localidades como Villarrobledo, aunque también afirma que hay “mucha gente” que no quiere que el festival se celebre por las molestias o la suciedad. “Pero todo esto es algo normal, y se limpia en una semana ya parece que no ha pasado nada”, recalca.
“Obviamente entra dinero, y entra bastante. Pero la realidad es que hay gente que gana mucho más que yo y a mí me cuesta horas de trabajo”, asevera. Sólo cierra entre las seis y las ocho de la mañana, también para evitar la gente “muy desfasada”. “La gente ha dejado de montar chiringuitos también por los problemas de la organización”, explica David, el de las duchas. “Es que al final hay que lidiar con tantos problemas que la gente se termina aburriendo. Pero esto se nota mucho, es dinero para todo el pueblo, el ambiente es divertido y sólo no le gusta a la gente que es una amargada. Es bueno para todo, para los bares, para las terrazas, para los supermercados, para todo. La abuela de 90 años no se queja”, concluye.
0