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María y Laura Lara, historiadoras: “Hay un paralelismo entre las 'Comunidades' del siglo XVI y el Estado autonómico”

Laura y María Lara Martínez, historiadoras

Carmen Bachiller

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España vive hoy en un Estado de las Comunidades (autónomas) que recoge la Constitución de 1978. Castilla-La Mancha cuenta con autogobierno desde el año 1982, pero cuatro siglos antes, en las mismas tierras que hoy conforman su territorio, ya se hablaba 'Comunidades'. Eso sí, con muchos matices.

En este año 2021 se celebra el V Centenario de la Guerra de las Comunidades de Castilla. “Podemos hacer un cierto paralelismo entre las 'Comunidades' del siglo XVI y lo que hoy tenemos. España no es un Estado federal, pero tiende a ello con la transferencia de competencias a las autonomías. Cada región mira por sus intereses: el agua, la organización de los servicios públicos, las subvenciones... En cierto modo España es un Estado de Comunidades al más puro estilo de las que en el siglo XVI reclamaban Juan Bravo, Juan de Padilla, Francisco Maldonado o María Pacheco”, explica la historiadora María Lara.

En aquellos acontecimientos, la que hoy se denomina Castilla-La Mancha tuvo un destacado papel. Sobre todo Toledo, pero no solo esta provincia o su capital.

Por ejemplo, el “Albacete comunero” hay que situarlo, sobre todo, en la comarca de La Manchuela, en núcleos como Munera, El Bonillo o Lezuza, mientras que la zona leal al emperador Carlos V fue la Sierra del Segura. “Allí se refugiaron los corregidores de la época”, explica María Lara, historiadora oficial junto a su hermana Laura del V Centenario en la región.

Toledo fue sin duda la provincia más comunera, pero también con excepciones en su territorio. “Talavera de la Reina trató de liberarse de la impronta comunera otorgando su lealtad al rey y sin embargo la ciudad de Toledo fue la primera y la última en encabezar las protestas contra Carlos V”.

En la provincia hubo enclaves netamente comuneros como Orgaz. “La población sufría la opresión de Álvaro Pérez de Guzmán, el primer conde de Orgaz y se rebelaron contra las huestes reales en 1521”.

Después está el caso de Mora. Antonio de Acuña, religioso que fue obispo de Zamora se sumó al movimiento comunero. “Llegó a dirigir un ejército formado básicamente por sacerdotes. Fue aclamado en Toledo como arzobispo gracias a la presión de los ciudadanos. Después, los realistas terminarían incendiando el municipio de Mora, el 12 de abril de 1521”, explican las hermanas Lara.

En cuanto a Ciudad Real, tierra de órdenes militares, “vemos como la guerra de las comunidades tiene una impronta más difusa. Nos podemos hablar de hechos sonados, pero sí del protagonismo de Puertollano”. Y es que en la época era un lugar de paso, con mucha actividad mercantil. “Sobre todo había influencia de mercaderes toledanos y andaluces que pasaban por allí con mercancías de lana, una importante fuente de ingresos en el momento”.

En la provincia de Cuenca, muy vinculada al Marquesado de Villena y con gran importancia de la Orden de Santiago, con el pueblo de Uclés como eje central, “casi todos sus territorios fueron leales al rey, aunque la insurrección comunera triunfó en Cuenca capital y también en Moya y Albaladejo del Cuende”. María Lara explica que algunos municipios “aprovecharon el río revuelto para sublevarse contra sus señores y proclamaron lealtad a los comuneros como El Provencio, Santa María del Campo Rus, Huete o Cardenete”. A esto hay que sumar las tensiones previamente existentes entre las familias de los Carrillo y los Hurtado de Mendoza.

“Guadalajara se unió muy pronto a la sublevación bajo la dirección de un reducido grupo de rebeldes”, explica. Era una de las ciudades castellanas que tenían voto en las Cortes y “cuando Carlos V las convoca en Santiago de Compostela (al final se trasladaron a La Coruña) para ser coronado y pedir más impuestos que sufragasen su Imperio, terminó surgiendo la chispa. Toledo se desmarcó a la hora de pagar esos impuestos y Guadalajara siguió su estela instruyendo a sus procuradores para votar en contra”.

Uno de los personajes en esta provincia fue el doctor Medina. “Según la tradición pronunció un discurso en la plaza del Concejo de la ciudad en el que arengó a los vecinos contra el rey y supuso la insurrección de la ciudad”. El duque del Infantado pidió entonces a su familia abandonar la ciudad. El 5 de junio de 1520 las aldeas vecinas se sumaron a la revuelta. Un tumulto se dirigió al Palacio del Infantado exigiendo hablar con el duque. “Estaba encabezado por un carpintero llamado Pedro de Coca y un albañil, de nombre Diego de Medina”.

El impacto de la revuelta comunera ha tenido repercusión directa en la historia de España

Definir o calificar al movimiento comunero resulta “complejo”, reconocen las historiadoras, porque “fue capaz de aglutinar varias reivindicaciones que hoy debemos seguir defendiendo: la transparencia, la verdad, que los gobernantes sean servidores públicos… Fue una revolución en defensa del Reino”.

Muchos expertos coinciden en situarla como la primera revolución moderna de la historia que se adelantó a otras posteriores en Inglaterra, Estados Unidos o a la propia Revolución Francesa.

“La Revuelta de las Comunidades coincide con un ciclo convulso en España y en Europa. Hay tensiones en Valencia, en Extremadura, Andalucía, País Vasco, Murcia, Galicia o Asturias durante los años incipientes del reinado de Carlos V. Y en lo que hoy es Alemania arrancaba la rebelión de Martín Lutero en 1517 o la revuelta de la nobleza cristina de la nación alemana y la guerra de los campesinos en 1525”, recuerda María Lara.

Y sin embargo destaca el “carácter temprano” de la revuelta comunera, “casi dos siglos antes de la gloriosa revolución del parlamentarismo británico de 1688, o la independencia de 13 colonias británicas en la costa este de Estados Unidos en 1776 y la propia Revolución Francesa de 1789. Buscaban pactar una Constitución con derechos y obligaciones. Lo mismo que los comuneros: reclamaban una proto-Constitución que estipulara lo que el Reino debía hacer por el rey y viceversa”.

Pero la revuelta comunera no se caracterizó solo por adelantarse a otras más conocidas (y reconocidas) en los libros de historia, sino por “su condición de guerra civil y por su carácter internacional. Se estaba dirimiendo el Imperio. Al margen estaban las revueltas antiseñoriales, tanto de nobles como de campesinos”.

A pesar de su claro impacto en el devenir de la historia de España, resulta una gran desconocida en muchos momentos de la historia. Muy reivindicada por unos y ensombrecida por otros.

“La guerra de la Independencia y la revolución liberal que tuvo lugar con las Cortes de Cádiz en 1812 ha sido muy estudiada pero el movimiento comunero quedó proscrito con los Austrias. Era oponerse a la mismísima autoridad del emperador Carlos V, el nieto de los Reyes Católicos. Por eso en los siglos XVI y XVII no se reivindicó a los comuneros, también por el peso de la Inquisición”.

Eso cambió en el siglo XIX, ese “gran olvidado de la historia de España”, lamenta Laura Lara, porque “se ha puesto énfasis en hablar de la Guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz o el nacimiento del Liberalismo, pero no tanto de cómo ese liberalismo del que hoy somos deudores en nuestra Democracia también bebe del pasado y se inspira en los comuneros”.

Recuerda cómo el poeta Manuel José Quintana escribió una oda a Juan de Padilla cuya publicación trató de impedir la Inquisición. “No salió a la luz hasta 1813. Un año antes, durante las Cortes de Cádiz y con el asedio francés, Martínez de la Rosa que sería presidente del Gobierno estrenó ‘La viuda de Padilla’, inspirándose en María Pacheco”.

Esa reivindicación del espíritu comunero continuó durante el reinado de Isabel II. “Se trataba de fijar los cánones del liberalismo basándose en los comuneros, incluso cuando se expulsa a la reina en 1868. Se les evoca como si fueran el emblema del ideal del Estado liberal, hasta por parte de los más conservadores”.

Las historiadoras recuerdan incluso cómo ‘El Empecinado’, guerrillero contra los franceses y que fue gobernador militar en Zamora organizó el tercer Centenario de la derrota en Villalar en el año 1821.  “Era la época en que se trataba de poner freno a las ansias absolutistas de Fernando VII”.

La II República también bebió en las fuentes comuneras

Ya durante la II República los comuneros estuvieron muy presentes en la conformación del ideario político. María Lara cuenta que Marcelino Domingo, destacado cargo al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1931, escribió una obra sobre María Pacheco durante los días previos a la proclamación de la II República.

“La reivindicó como personaje esencial. Veía la guerra de las comunidades como modelo de rebelión popular. Miraba cuatro siglos atrás para sentar las bases del modelo de Estado de la II República. Se llegó a decir entonces que la franja morada de la bandera tricolor venía del pendón de los comuneros. Es algo erróneo que ha calado en el ideario popular”.

La historiadora ve otro punto conexión entre la II República y la revuelta comunera. “Me refiero al clamor del pueblo por querer cambiar las cosas y querer instaurar un sistema que quizá se quedó en utopía, pero que se intentó. Que las clases subalternas pudieran llegar al poder”.

De otro lado, cita el papel de las mujeres en el proceso. “Tanto en esta época como en la guerra civil se configura el mito de la miliciana. Para los nacionales una enemiga cargada de antivalores y para los republicanos una heroína. Pasó lo mismo con los comuneros, con las mujeres de Padilla, Bravo y Maldonado”.

La época del franquismo diluyó el papel de la revuelta comunera y fue con la llegada de la transición democrática cuando el modelo comunero se toma como referente en Castilla y León y en Castilla-La Mancha. “No solo hablamos de Villalar y el 23 de abril. Todo empezó y terminó en Toledo, con el fin de la resistencia de María Pacheco”.

Un circuito de conferencias por todas las provincias

Los actos del V Centenario se repetirán por toda la región durante los próximos meses con la participación de las historiadoras afincadas en Guadalajara, aunque de raíces conquenses.

“Es un gran honor. En mayo, durante el Día de la Región fuimos nombradas Hijas Predilectas de Castilla-La Mancha y ahora recibimos con gran entusiasmo ser las historiadoras oficiales del V Centenario de la Guerra de las Comunidades, nombradas por las Cortes regionales”.

Por eso, en los próximos meses recorrerán la geografía regional para ofrecer distintas conferencias. La que estaba prevista para este miércoles 20 de octubre en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en Toledo ha quedado aplazada hasta el 18 de noviembre, bajo el título ‘Juana es nuestra reina. Castilla y las Comunidades (1521-2021)'.

El 23 de octubre estarán en Atienza (Guadalajara). De este municipio era natural Juan Bravo, uno de los capitanes de la revuelta. Y María Pacheco, la esposa de Juan de Padilla,  fue hija del conde de Tendilla - un pueblo de Guadalajara- y alcaide de Granada. “Fue una de las mujeres más cultas de su tiempo que mantendría vivo el legado de su marido tras ser ajusticiado en Villalar. Murió en el exilio en Portugal. Fue la única a la que no le llegó el perdón de Carlos V”.

Ya el 4 de noviembre María y Laura Lara estarán en Puertollano (Ciudad Real), el 11 de noviembre en Mora (Toledo), el 24 de noviembre en Albacete y en la ciudad de Cuenca está previsto un acto el 15 de diciembre.

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