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La despoblación cierra un colegio minero en León con 105 años de historia

La escuela no ha podido abrir este curso.

Jesús María López de Uribe / ileon.com

“Hay que tirar palante, qué le vamos a hacer”. Así reconocía Jesús González, el alcalde pedáneo de Orallo, que la noticia del cierre de la unidad escolar del pueblo era un mazazo para todos en la localidad. Un edificio construido en 1914 para dar la educación necesaria a los hijos de la incipiente minería del carbón que hoy, 105 años después, ha cerrado por no haber cuatro niños para que recibieran clase en sus aulas.

“Sólo teníamos dos matriculaciones y al final se ha tenido que cerrar la escuela. Los niños irán al colegio de Villager, el pueblo de al lado”, explica el presidente de la Junta Vecinal de esta localidad de Villablino de poco menos que doscientos habitantes.

“Ahora lo que pretendemos es recuperarla para el pueblo, ya que es de su propiedad, y tratar de darle utilidad como centro cultural, pero ya en torno a la gente mayor, porque es la única que queda aquí”, afirma.

El cierre del edificio es el duro y cruel ejemplo de la despoblación que azota sin piedad a Laciana. Hace venticinco años, cuando superaba los 16.000 habitantes, era el cuarto municipio en población de la provincia —sólo por detrás de León, Ponferrada y San Andrés del Rabanedo— y hoy no llega a los 9.000 y ya es la octava.

Todo acelerado bruscamente en el último decenio por la traumática desaparición de la MSP, una empresa centenaria que llegó a tener minas de hierro y carbón, su propio ferrocarril y estación térmica para generar electricidad, y que en realidad fue la que creó el gran Villablino que todos conocieron en el siglo XX.

La provincia de León —que en cuarenta años ha perdido ochenta mil habitantes— no es ajena al desastre poblacional, al igual que las tres provincias de la Región Leonesa (León, Zamora y Salamanca). Como ejemplo, en tan solo siete meses desde las Elecciones Generales del 28 de abril aporta el 70% de los electores que ha perdido la comunidad autónoma que forma con las seis provincias que restan de Castilla la Vieja: 2.982 de 4.189.

El fin de un proyecto educativo pionero de primeros del siglo XX

Quizás lo que más duele de la pérdida de la escuela de Orallo es la conciencia de que se ha perdido una forma de enseñar, de aportar conocimiento, de ver la vida desde el fomento de la Cultura en una zona donde las condiciones de vida que marcaba la mina eran notoriamente duras.

El de Laciana es un valle incrustado en la Cordillera Cantábrica a sesenta kilómetros de Ponferrada y unos cien de León, alejada del mar del occidente Asturiano. De no haber tenido explotaciones mineras no habría crecido tanto y sólo hubiera sido un hermoso valle ganadero más o menos deshabitado. Pero alrededor de toda mina nacen poblaciones y niños, muchos niños.

Ya a finales del XIX y primeros del siglo XX la burguesía leonesa, muy avanzada en cuestiones sociales —no en vano fue una de las impulsoras de la Institución Libre de Enseñanza con los Sierra-Pambley y de las Escuelas Pías con los Álvarez Carballo—, se dio cuenta de la necesidad imperiosa de crear escuelas para ellos porque creían firmemente en que la instrucción hacía mejores a las personas y, por ende, a la Sociedad.

Y se pusieron manos a la obra, hasta tal punto que al conjunto de colegios de Laciana se las conoce familiarmente como 'Las Escuelas del Valle' (en este artículo se puede conocer más sobre ellas), llegando a construirse por la Liga de Amigos de las Escuelas de Laciana creada en 1912 la de Orallo y las de Robles, San Miguel, Villaseca, Sosas de Laciana, Rabanal de Abajo, Villablino, Rioscuro y Villarino del Sil. Todas levantadas por los pueblos en 'facendera', como tradicionalmente se hacen las cosas en los pueblos leoneses: con la participación de todos los vecinos.

La Escuela de Orallo, fue obra del arquitecto logroñés Amós Salvador y Carreras —bisabuelo del pintor Álvaro Toledo y también tío abuelo del ministro socialista Miguel Boyer, diputado por León en 1910 por el Partido Liberal y ministro de la Gobernacion de la República entre febrero y mayo del 36 con Azaña— fue promovida en 1914 por la Liga, los vecinos y el apoyo económico de Octavio Álvarez Carballo y Prieto, poderoso terrateniente, inversor y político de gran autoridad en la comarca de Laciana. El edificio se construyó en memoria de don Secundino Gómez, tío de Álvarez Carballo y natural de Orallo.

Amós Salvador diseñó cerca de una treintena de edificios escolares en Laciana y El Bierzo, consiguiendo que decenas de pueblos en el Bierzo y Laciana tuvieran su colegio como una herramienta más para el cambio social. Llegó a León de la mano de de su esposa, Josefina Álvarez Carballo, participa en la creación del Ateneo de León, promoviendo conferencias y conciertos, y después en Laciana impulsa la Liga de Amigos de la Escuela junto a su cuñado con el que veraneaba todos los años en la zona.

Huella educativa durante más de un siglo

Así, su contribución a la construcción de estas escuelas se encuentra dentro de la “conciencia colectiva de pueblo” que tenían los grandes potentados leoneses. Como arquitecto tenía una gran preocupación por la iluminación, con simetría de huecos en fachada y grandes ventanales para aprovechamiento de la luz natural y fue pionero en rebajar las alturas de las plantas hasta los 2,40 metros, con lo que así conseguía cierta eficiencia energética. Gracias a él y a la forma de entender la vida de los burgueses leoneses la huella educativa marcó la zona durante más de un siglo.

Una huella que ahora se difumina en el tiempo con el fin de las clases en Orallo. “Es desesperante de verdad ver cómo se cierra”, se lamenta el pedáneo elegido por Unidas Podemos, que cuenta cómo antaño el pueblo tenía tres tiendas, “dos pequeñas y el economato de la mina”, y tres bares “y sólo queda uno abierto”.

“Cómo estará la cosa que en el en el barrio donde vivo, el de Los Cuarteles, se ha ido la mitad de la gente desde que cerró la mina”, reconoce.

Sin embargo Jesús González no se rinde: “Hay que trabajar para buscar una salida, ir poco a poco para volver a los cauces normales, exigiendo a las autoridades que nos traigan industria a ver si se consigue crear algo de trabajo; no podemos rendirnos”. Con el tono orgulloso de la gente educada en las Escuelas del Valle y con la vida experimentada en la dureza de la mina.

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