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Barcelona ensaya un servicio público de canguros: “Como madre, me quita agobio y prisas”

La educadora Isa, con uno de los niños a los que cuidan en el Proyecto Concilia

Pau Rodríguez

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Elisa Reaño es de esas madres que vive corriendo. Se levanta a las 6:00 para preparar bocatas y tuppers para sus dos hijos, de 4 y 12 años, y sale hacia el trabajo para empezar a las 8:00. Pero el momento más angustiante, dice, suele ser por la tarde, cuando hay que lograr que alguien cuide del pequeño hasta que ella vuelve a casa, sobre todo los lunes y los martes, los días en que ni siquiera el mayor puede hacerlo porque tiene también clases. Con el padre no se puede contar, porque llega sobre las 21:00. 

“Primero intentas que te lo recoja una amiga, luego pruebas con otra, una mamá del cole… Pero a veces nadie puede. Entonces es un estrés”, reconoce esta mujer, vecina de la Zona Franca de Barcelona y originaria de Ecuador. No tiene abuelos a los que pedir el favor. ¿Y un canguro? “No nos lo podríamos permitir. En casa un sueldo se va para el alquiler y el otro, para los demás gastos”, comenta. No obstante, desde otoño ha logrado un respiro al disponer en su barrio de uno de los espacios de canguraje municipal que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Barcelona. 

El consistorio barcelonés abrió en octubre seis puntos de canguros públicos y gratuitos, con un total de 18 educadoras, para aquellas familias que tengan urgencias de conciliación. El servicio es para niños y niñas de 4 a 12 años y está abierto todas las tardes y fines de semana. A diferencia de otros programas, como los de refuerzo escolar, este es lo más parecido a un canguro privado: se puede solicitar con una semana de antelación o con apenas 15 minutos de margen, las educadoras van andando a recoger a los pequeños a sus respectivos colegios y no hay una actividad concreta que hacer, sino principalmente juegos que sí van alternando con algunas propuestas educativas.

“A mí, como madre, me quita agobio y prisas. Porque sé que los lunes y martes puedo volver tranquila e incluso puedo ir a comprar u organizar la casa antes de venirlo a buscar”, comenta Elisa. Es un viernes por la tarde y ella y otra madre del servicio, Rossini Reyes, charlan sobre este programa mientras sus hijos corretean por los alrededores del Centro Cívico Casa del Rellotge, vigilados por su educadora, Isabel Gómez. “No sé por qué nos hemos acostumbrado a que seamos las mujeres las que nos hacemos cargo siempre de los niños, de cocinar, de poner lavadoras… Este es el gran problema”, coinciden. En el caso de Rossini, ella hace cursos de programación cada tarde, hasta las 19 h, y cuando no tiene alternativa para sus hijos tira de este servicio.

“Si tuviésemos fondos, este es un servicio que tendría salida en cualquier barrio, porque venimos de una cobertura mínima de las necesidades de cuidados por parte de la Administración pública”, reconoce Laura Pérez, teniente de alcaldía del Área de Derechos Sociales del consistorio. Tras cuatro meses en marcha toca hacer un primer balance del programa, cuyo nombre oficial es Proyecto Concilia, aunque la edil ya adelanta que han decidido darse más tiempo y alargar el proyecto piloto hasta el verano. Esto sí, añadiendo un séptimo espacio, en el barrio del Bon Pastor. 

El servicio de canguraje, con un presupuesto de 248.500 euros y gestionado por la cooperativa de servicios educativos Incoop, está ya en su máximo de ocupación, según el consistorio, aunque la demanda no ha sido exactamente como la preveían. De entrada, se quiso abrir de forma prioritaria para las familias monomarentales, con tasas más elevadas de pobreza y problemas de salud mental, con lo que estas suponen en torno al 47%. Más de la mitad son también migrantes, puesto que son las que tienen menos red familiar a la que pedir ayuda.

Menos peticiones pero más periódicas

Pero las cifras que sorprenden son que se ha atendido a unos 400 niños y niñas, cuando las previsiones que lanzó el consistorio al inicio apuntaban a entre 1.200 y 1.500. Pérez argumenta que esto se debe a que las peticiones de canguros son más periódicas y menos esporádicas de lo que estimaron. Es decir, que demanda hay de sobra –han tenido que decir 'no' en unas 200 solicitudes concretas–, pero es para cubrir necesidades de conciliación más estructurales. La más habitual, en un 33% de los casos, es el trabajo. “Son perfiles de mujeres que si no tienen a nadie con quien dejar a sus hijos pueden optar por no ir a trabajar directamente, o no ir a cursos formativos”, señala María Viñolo, coordinadora del servicio. 

Otra de las principales particularidades del canguraje del Ayuntamiento es la facilidad de acceso. Aunque su destinatario son las madres en riesgo de exclusión, las educadoras no piden padrón y ni siquiera la renta familiar. Todas son bienvenidas si hay plazas ese día y corresponde a las educadoras hacer un cierto seguimiento de los progenitores para conocer su situación. “No pedimos la cartilla a nadie, y aún así vemos que estamos llegando a los sectores más precarios”, asegura la concejal Laura Pérez.

El exceso de demanda en algunos de estos espacios deberá ser uno de los puntos a abordar en el balance del proyecto. En el de la Zona Franca son las educadoras las que negocian con las familias cuando tienen las diez plazas llenas. “Si nos llaman y nos va mal, se lo decimos, negociamos una hora arriba, una hora abajo. Hemos tenido suerte con las familias y nos hemos ido apañando, pero si crece mucho más la demanda será complicado”, apunta una de las educadoras de Zona Franca, Isabel Gómez. 

La educación universal y gratuita, clave

Esta será una de las cuestiones que deberá revisar el consistorio en su balance, aunque por ahora no hay previsiones de ampliar mucho más el servicio, ni siquiera a partir del curso que viene. Sí quieren tratar de abrirlo para las edades de 0-3 años, donde hay mayor demanda de conciliación –porque las escuelas infantiles municipales no llegan para todos– y mejorar la relación con las escuelas en general.

Lo cierto es que, a pesar de la valoración positiva que hacen las madres que lo usan, el servicio está muy lejos de resolver el problema. Igual que en el ámbito privado, el Ayuntamiento sabe que el canguraje es solo un complemento, un parche para las urgencias. 

En ello profundiza Sara Moreno, socióloga de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). “Desde la perspectiva de género, eta es una solución puntual a un problema estructural”, esboza. “Lo que es esencial es garantizar una red pública educativa universal, que por ahora no está bien garantizada hasta los tres años, y con una concepción más amplia, que incluya por ejemplo los comedores”, argumenta. Es decir, que una oferta de extraescolares gratis y para todo el mundo sería probablemente más útil. Aunque, añade, el problema añadido en España es que los horarios laborales son “demasiado extensos” y a menudo ni siquiera estas actividades permiten conciliar.

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