Todavía no toca: un año después de la confesión de Jordi Pujol
“Mi padre, Florenci Pujol, dispuso como última voluntad específica de que un dinero ubicado en el extranjero –diferente al comprometido en su testamento-, rendimiento de una actividad económica de la que ya se ha escrito y comentado, y que no se encontraba regularizado en el momento de su muerte, en septiembre de 1980, fuera destinado a mis siete hijos y a mi esposa, pues él consideraba errónea y de incierto futuro mi opción por la política en lugar de seguir en el mundo de la actividad económica”. Así empezaba el comunicado que trastornó Cataluña el 25 de julio del año pasado. Lo redactó Jordi Pujol Soley, y un año después de que estampara su firma en la confesión, tras completarse una comisión de investigación en el Parlament y abrirse varios procesos judiciales, sigue sin conocerse el origen de la fortuna.
Pujol mantuvo como presidente durante 23 años y nadie –aparte de los beneficiarios– supo nunca nada de la existencia de ese dinero escondido en el extranjero. Pujol parecía entender que la responsabilidad de tener esa fortuna oculta no era sólo suya cuando utilizaba una forma impersonal para justificar su actuación: “Nunca se encontró el momento adecuado para regularizar esa herencia”. De hecho, si la confesó no fue por un arrebato de dignidad sino que, como decía el comunicado, “me veo en la obligación de hacerlo ante las informaciones aparecidas desde hace casi dos años en torno a los miembros de mi familia más directa y de las insinuaciones escritas sobre el origen de los medios económicos de la misma”. Si no hubieran aparecido estas informaciones, no habría habido confesión y Jordi Pujol Soley continuaría, hoy, usufructuando el título de Muy Honorable que le retiraron después de hacerla y quién sabe si le veríamos compartiendo actos públicos con Artur Mas, Oriol Junqueras y Raül Romeva en vistas a las elecciones del 27 de septiembre.
La confesión obligada fue dolorosa: “Expongo todo ello con mucho dolor, por lo que significa para mi familia y para mí mismo, pero sobre todo por lo que puede significar para tanta gente de buena voluntad que pueden sentirse defraudados en su confianza, a la que pido perdón. Y también les pido que sepan discernir los fallos de una persona -por muy significativa que haya sido- y que esta declaración sea reparadora en lo que sea posible del mal y de expiación para mí mismo”.
En el folio y medio del comunicado, Pujol asumía ser el único responsable del fraude y manifestaba su “compromiso absoluto de comparecer ante las autoridades tributarias, o en su caso, ante instancias judiciales, para acreditar estos hechos y de esta manera acabar con las insinuaciones y los comentarios”.
Sigue el interrogante sobre el origen del dinero
Pero ni él ni su mujer ni sus siete hijos se han esforzado para poner fin a las insinuaciones, los comentarios y las especulaciones. ¿De dónde procedió el dinero que Florenci Pujol depositó en el extranjero a cargo de su hijo Jordi? La expresión “rendimiento de una actividad económica de la que ya se ha escrito y comentado” era engañosa. Quizás se ha escrito y se ha comentado pero ¿quién, cuándo y dónde? Hemos vivido un año de especulaciones. Han aparecido libros intuyendo algunas opciones: ¿Dinero de Banca Catalana distraído cuando la entidad ya se derrumbaba? ¿Una fortuna acumulada por Florenci Pujol con tráfico de divisas? ¿Operaciones vinculadas a empresas en las que los Pujol tenían participación? Pero ningún Pujol ha levantado el secreto bancario de sus cuentas, lo que habría permitido, seguramente, resolver el misterio. Lo único que han explicado es que el abuelo Florenci depositó 140 millones de pesetas (unos 840.000 euros) en el extranjero para toda la familia y que diez años más tarde se habían multiplicado hasta alcanzar los tres millones de euros.
Tras las declaraciones judiciales de todos los miembros de la familia, menos de Josep Pujol Ferrusola, el único de los hijos no procesado, y de las comparecencias de todos ellos en la Comisión que ha investigado este escándalo en el Parlamento de Cataluña, se sigue sin saber cuál es la actividad económica “escrita y comentada”.
La confesión del padre de la saga no evitó que su mujer y los tres hijos que regularizaron el dinero andorrano -Marta, Pere y Mirèia- declararan ante la juez el pasado 27 de enero. Oleguer Pujol llegó a ser detenido unas horas por presunto blanqueo de dinero y fraude fiscal, acusaciones no vinculadas, sin embargo, con la confesión paterna. Oriol Pujol, el hijo predestinado a suceder a Jordi Pujol en la presidencia de la Generalitat, se quedó por el camino tras dimitir de la dirección de CDC y como diputado en el Parlamento al ser imputado por cohecho y tráfico de influencias en la concesión del servicio de la Inspección Técnica de Vehículos, competencia del gobierno catalán. Su caída tampoco hay que imputarla al misterioso legado de Florenci Pujol. Sí que estaba vinculado a él el primogénito Jordi, que fue el encargado de gestionarlo en representación de sus hermanos y madre.
Jordi Pujol Ferrusola ha sido el gran descubrimiento de este año nefasto de la saga. Su relación con Victoria Alvarez, una empresaria que fue su compañera sentimental durante unos años, terminó mal. Tan mal que ella explicó en sede judicial y televisiva operaciones económicas irregulares que había presenciado junto a él. La comparecencia de Jordi Pujol hijo en la comisión de investigación del Parlamento superó de largo la pasión que generó la de su padre. Su autodefinición como “dinamizador económico” y las horas de diálogo y juegos de palabras con los diputados pasarán a la historia de la labor parlamentaria catalana, culminadas con el golpe de efecto de la entrega de una copia de la grabación secreta de la conversación entre Victoria Alvarez y la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, durante una comida en el restaurante barcelonés ‘La Camarga'.
Sin confesión de Jordi Pujol no habría habido, seguramente, caso Pujol. Sin Victoria Alvarez quizá no habría habido confesión.
La caída del mito
Los medios de comunicación y los mítines de los últimos años han hablado de numerosos días históricos en Cataluña. Las diversas diadas, el 9N, el próximo 27S. El 25J fue uno de esos días. De los grandes. De los que dejan huella. En unas horas, el reverenciado Jordi Pujol se convirtió en un apestado. También para los suyos. Los mismos que días antes le invitaban a todo tipo de actos, lo querían, ahora, cuanto más lejos mejor. Perdió el trato de 'muy honorable', la oficina, la asignación económica y de personal, disolvió el Centro de Estudios Jordi Pujol, devolvió la medalla de oro de la ciudad de Barcelona, la estatua que le habían eregido en Premià de Dalt fue abatida,...
Ahora, es como si no existiese. ¿Qué pensará de la 'lista unitaria', encabezada por un ex-eurodiputado de ICV, con Artur Mas en el cuarto lugar y Oriol Junqueras en ell quinto? Ningún periodista podrá preguntárselo. Xavier Trias, entonces alcalde de Barcelona, dijo que “lo mejor que podría hacer es desaparecer”. Y lo ha hecho.
Probablemente, con él también desaparecerá CDC. El lastre que representa para el partido que fundó, sumado a los escándalos de corrupción que han sacudido a la organización, apuntan hacia la desaparición de la marca. La 'lista unitaria' es la mejor forma de evitar que el partido obtenga unos resultados pésimos en las próximas elecciones. Cuanto más se escondan las siglas, más opciones tendrá Mas de seguir presidiendo la Generalitat tras los comicios. La Federación de CiU ya no existe, si bien esta ruptura no se le puede imputar a Jordi Pujol. El mérito es, en este caso, íntegro de Artur Mas y su opción por el independentismo.
La hoja de ruta del 'proceso' prevé que los gobernantes de Cataluña proclamen su independencia dentro de 18 meses. Durante este año y medio, los Pujol y los representantes de CDC deberán pasar varias veces por los juzgados. Serán dos procesos paralelos. Los herederos políticos del pujolismo intentarán que no se mezclen. Los enemigos del pujolismo pugnarán por aclarar de donde salió el dinero que forzó a Jordi Pujol auto-destruirse hace un año.
Todo hace pensar que en el nomenclátor de la Cataluña futura -independiente o no- habrá pocas calles 'Jordi Pujol'.