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Las estaciones de esquí dan la temporada por perdida: “Si no puede venir gente de fuera esto no se aguanta”

Esquiadores en la estación de Port Ainé, el pasado 7 de enero.

Pol Pareja

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Gabi Lopetegui acabó la temporada pasada de esquí el 13 de marzo. Faltaban 24 horas para que se declarara el estado de alarma, pero en ningún momento pensó que la pandemia duraría un año entero. Como todas las primaveras, hizo el pedido de material para la temporada siguiente de su negocio de alquiler de esquís en Port Ainé (Lleida): más de 20.000 euros en productos. Ahora tiene la tienda cerrada porque las pistas están vacías.

La prohibición de salir del municipio -implantada de nuevo el 7 de enero- ha dado la puntilla al negocio del esquí, una actividad vital para la mayoría de pueblos de montaña de Catalunya. No es solo el dinero gastado en forfaits, sino toda la actividad económica que gira alrededor de este deporte: restauración, academias, hoteles, alquiler y venta de productos... “El año pasado éramos 34 en la empresa”, apunta Lopetegui, que a parte del negocio de alquiler regenta una escuela de esquí. “Ahora tal y cómo están las cosas no me vale la pena abrir”.

Buena parte de los empresarios del esquí dan ya la temporada por perdida. La mayoría de estaciones tenían la esperanza de que esta semana se permitiera a los ciudadanos desplazarse hasta las pistas, pero la prórroga de las restricciones hasta el 7 de febrero -seguramente será más larga- ha hecho que muchos tiren la toalla por lo que queda de año. “Con la gente del municipio o incluso de la comarca esto no se aguanta”, reconocen desde una de las principales estaciones del país.  

Después de un inicio de temporada nefasto, algunas estaciones como Baqueira, Port Ainé, Espot y Tavascan lograron maquillar los números gracias a las vacaciones de Navidad, aunque con una ocupación muy inferior a la habitual por las restricciones de aforo y por la falta de visitantes extranjeros. “Hasta el 7 de enero lograron aguantar mínimamente, con una ocupación por debajo del 40% de lo que fue el año pasado”, apunta Joaquim Alzina, presidente de la Associació Catalana de Pistes d’Esquí. “Pero con esto tampoco salvas una temporada”.

La situación es todavía más grave en las tres estaciones de las comarcas de La Cerdanya y el Ripollès. La Molina, Vallter 2000 y Vall de Núria ni siquiera pudieron facturar durante las vacaciones porque la Generalitat decretó un cierre perimetral de las dos comarcas apenas 48 horas antes del día de Navidad. Estas tres estaciones tuvieron una ocupación de entre el 10 y el 15% durante las fiestas. Actualmente están en el 4% de ocupación debido al cierre perimetral.

“Durante las fiestas fue un desastre en las comarcas que estuvieron cerradas y las demás pudieron maquillar la situación”, continúa Alzina. “Desde el 7 de enero que es un desastre para todos. Hay cuatro gatos en las pistas”. El sector se considera una actividad segura, saludable y al aire libre, pero si los esquiadores no pueden llegar a la zona no hay nada que hacer.

Según un estudio de la Universitat Pompeu Fabra, solo las pistas de La Molina, Vallter, Espot, Port Ainé y Vall de Núria generan un total de 2.194 puestos de trabajo y 31,74 millones de euros de impacto fiscal en estas comarcas. El mismo informe apunta que estas pistas generan un impacto económico de casi 223 millones, que se puede dividir en un 45% de impacto directo en restaurantes, hoteles, tiendas, alquiler de material y un 22% en impacto indirecto (aumento de la demanda del resto de sectores no relacionados directamente con el esquí). El 33% restante es impacto inducido. Es decir, el aumento de la demanda y el empleo producido como consecuencia de una mayor actividad general.

El conseller de Empresa, Ramon Tremosa, anunció el jueves que propondrá que se establezcan “días blancos” que permitan flexibilizar los desplazamientos para que los esquiadores puedan ir hasta las pistas. En las estaciones, no obstante, la propuesta del conseller no ha generado demasiado entusiasmo y muchos ven difícil que se pueda llevar a cabo. 

Lo que sí que han reclamado los alcaldes de las comarcas del Pallars Sobirà y el Pallars Jussà es que las restricciones de movilidad sean comarcales y no municipales. Por un lado, porque muchos de estos pueblos apenas tienen densidad de población y no disponen de muchos servicios necesarios. Por otro, para facilitar que los vecinos y alumnos de estas comarcas puedan acudir a la nieve en lo que se conoce como la “semana blanca”, una actividad considerada materia curricular y que cada año lleva a centenares de escolares de la zona a las pistas de esquí. 

Anna Panisello, 43 años, tiene una agencia de viajes para grupos escolares en Rialp (Lleida). Después de dos décadas en el negocio, este año por primera vez en su vida no ha llevado a ningún grupo a la nieve. Está a favor de que faciliten la llegada de alumnos de la comarca, pero admite que tampoco les salvaría el año. “No tengo trabajo, estoy completamente parada”, señalaba el jueves por teléfono. “Para aprovechar el tiempo me he puesto a estudiar un grado superior de turismo”.

Un negocio estacional

A los malos números de este invierno se le tiene que añadir el carácter estacional del negocio, que depende exclusivamente de cómo vayan unos pocos meses. “Has de trabajar al menos cinco meses para que te salgan los números”, apunta Panisello.

La mayoría de empleados y negocios de estos municipios depende de la temporada de esquí y, en menor medida, del turismo de montaña en verano y primavera. En julio y agosto del año pasado se registraron récords de ocupación en el turismo rural de estas comarcas, pero ni por asomo compensan un invierno como el actual y una primavera en la que todo el país estuvo confinado en casa. El peligro, explican los entrevistados, es que todo este grupo de gente joven que suele trabajar en las pistas de esquí desaparezca de la zona y ya no vuelva.

“Algunos ya llegábamos a la temporada de esquí muy justos porque no hubo visitantes en primavera”, explica Sergio Pérez, 38 años, residente en Sort (Lleida) y trabajador en las pistas de esquí de Port Ainé. “El municipio ahora mismo parece un pueblo fantasma aunque algunos se salten el confinamiento y acaben llegando”

Lopetegui, el propietario del local de alquiler de esquís, cree que hasta que no pueda haber movilidad por toda Catalunya, sus negocios no levantarán cabeza. “Hemos tenido muy buena nieve, ha hecho frío… en otras circunstancias hubiese sido una buena temporada”, afirma. “El problema es que si no viene nadie esto no sirve de nada”.

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