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Pat Millet, la burguesa traumatizada mucho antes de que su hermano saqueara el Palau

Pat, el día de su boda con el marqués de Les Franqueses

Oriol Solé Altimira

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El desfalco de Fèlix Millet en el Palau de la Música demostró una vez más que en la burguesía catalana no es oro todo lo que reluce. Para Pat Millet (1944-2019), el saqueo del auditorio fue un golpe muy duro, pero la pequeña de los hermanos Millet ya había bajado a los infiernos varias veces en su vida mucho antes de que su apellido, uno de los ilustres entre los ilustres, quedara para siempre asociado al latrocinio y a la vergüenza pública.

En 'La vida amarga de les flors' (Angle Editorial, 2019), escrito junto al periodista de 'El Punt Avui' Jordi Panyella, la pequeña de los Millet, que falleció el año pasado, narra cómo el estallido del escándalo del Palau supuso un cisma en una familia, así como la decadencia del otrora mandamás del Palau: Pat describe a su hermano en el ocaso de sus días, sin otra actividad que fumar cigarrillos y repetir que quiere morirse. Para ella el caso Palau implicó el fin de una vida de burguesa acomodada: tuvo que vender las joyas familiares y se convirtió en usuaria de Cáritas.

Una de las escenas más tensas que describe Pat Millet es la reunión que mantiene con Fèlix y otro hermano, Xavier –ferviente católico y principal defensor, junto a Pat, de la obra catalanista del padre, Fèlix Millet i Maristany– tras la revelación del escándalo en 2009. Pat Millet describe en el libro el encuentro como “un gran desastre”. El saqueador confeso del Palau hizo como si nada, no comentó con sus hermanos el escándalo del saqueo y adoptó, según su hermana, “un comportamiento falso y sinuoso”.

“Xavier esperaba una explicación y una disculpa, no se produjo ni lo uno ni lo otro. Los dos hermanos se dijeron de todo, y yo no lo pude soportar más y rompí a llorar”, continúa Pat en el libro, que ya va por la tercera edición. En conversación con este diario, Panyella contextualiza la escena familiar: “Fèlix Millet creía que controlaba la situación pese al escándalo, incluso de puertas adentro con la familia. Todavía pensaba que estaba en el pedestal del que todo el mundo ya lo había expulsado”.

Pese al saqueo del auditorio, el peso del apellido Millet impide a Pat cortar la relación con su hermano. “Para ella el linaje y el vínculo de sangre pesan mucho. Escribe el libro para salvar el nombre de su padre. Pat tenía muy buen corazón, y pese a haber vivido la maldad en primera persona no creía en ella. Su hermano es su hermano, a pesar de todo”, explica Panyella.

Antes del episodio del Palau, Pat Millet da cuenta de episodios muy crueles, en los que sufrió en primera persona el machismo de la dictadura franquista y el patriarcado de la alta sociedad (y se rebeló contra ambos). “Pat Millet es una burguesa atropellada por su propia condición de burguesa. Pese a haber nacido en una familia en que parecía que lo iba a tener todo regalado, lo tiene muy difícil por su condición de mujer”, destaca Panyella.

Y es que en la Barcelona franquista, una mujer de la alta sociedad criada más por niñeras que por su padre y su madre aspiraba a tocar el piano con gracia, casarse con un hombre de igual o mayor estatus y traer al mundo cuantos más hijos mejor. Pero Pat Millet no quería seguir este camino, y soñaba con ser actriz o periodista. Sus padres se lo impidieron. 

Tras el fracaso de sus matrimonios Pat logró trabajar en algunas de las publicaciones más recordadas de la transición o en Radio Nacional de España. En el libro, Millet narra la cara 'b' de las entrevistas que realizó a políticos de primer nivel, como Adolfo Suárez o Santiago Carrillo, pero también el machismo que vivió de primeras espadas de los medios de comunicación como José María Íñigo. 

Su realización como periodista y sus vivencias con la 'gauche divine' madrileña y barcelonesa son, junto al buen final con sus hijas, las únicas luces de una vida marcada por la oscuridad. El libro de Pat Millet y Jordi Panyella es una lección de vida y un relato excepcional de una mujer que luchó contra el destino que su apellido le había impuesto y que logró morir en la paz que no encontró en vida. 

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