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Razones para votar desde uno de los feudos de la abstención en Barcelona: “Hay que mejorar el futuro de los hijos”

El parque Amistat en Trinitat Nova

Pau Rodríguez

Sentadas al sol en un banco de la calle Chafarinas, la más concurrida de Trinitat Nova, Montse, Izaskun y sus respectivas hijas, ya mayores, discuten de política. Sólo dos de las cuatro irán a votar el 28 de abril. Sin saberlo, son en eso representativas de su barrio, uno de los más abstencionistas de toda Barcelona junto con el Raval. En las últimas elecciones generales, acudió a las urnas el 53% de su censo.

“Razones para ir a votar hay muchas. La primera es que se trata de la elección del pueblo sobre sus políticos”, arranca Izaskun. Ella no suele estar muy al día de la política, explica, pero esto no hace que le reste importancia a las urnas. “Aquí no vemos los debates electorales, mejor la telenovela, que somos de barrio”, ironiza, socarrona, y sus tres acompañantes secundan la afirmación entre risas.

Este barrio, Trinitat Nova, como todas las zonas urbanas más abstencionistas, es también de los más pobres de su ciudad. Ocurre tanto en Barcelona como en Madrid, Sevilla o Bilbao. En los apretados edificios que crecieron en lo alto de la montaña en los años 50 –muchos de ellos con aluminosis descubierta a posteriori–, se concentran algunos de los peores índices de bienestar de la ciudad. El paro (13,3%) dobla la media de la capital catalana, la renta por habitante está a la cola de la ciudad y la esperanza de vida es dos años inferior a la barcelonesa.

Pero aun así hay motivos para no renunciar al voto. “Hay que mejorar el futuro de nuestros hijos ejerciendo un derecho ciudadano que conquistaron personas luchadoras hace años”, argumenta Aïda Trenas. En un barrio con la etiqueta de poco participativo, ella es el ejemplo de todo lo contrario. Es formadora de circo en el Ateneu Popular de Nou Barris, uno de los centros sociales y culturales autogestionados con más proyección de toda la ciudad, y monitora de comedor en el Instituto-Escuela Trinitat Nova, otro nodo de actividad social en el barrio.

Para esta mujer, vecina del barrio desde pequeña, la baja participación está directamente relacionada con la falta de atención política sobre los barrios más depauperados. “Tiene que ver con el nivel cultural de los barrios: las Administraciones siempre se han encargado de no invertir demasiados esfuerzos en proveer de cultura a la sociedad más vulnerable, para no despertar inquietudes en su población”, argumenta.

Todos los colores del cinturón rojo

A la salida del Centro de Atención Primaria (CAP) Chafarinas, Luis Montesinos se reivindica como desencantado de la política e indeciso. “Yo soy de los que todavía no saben a quién van a votar, que esta vez hay muchos”, expresa. Pero votará. Ya jubilado, ha sido socialista toda la vida, como su padre. Por vecinos como él, Trinitat Nova –como el distrito al que pertenece, Nou Barris–, se ha considerado históricamente como un feudo de PSC y PSOE. La periferia de Barcelona se conocía como el cinturón rojo, aunque con la crisis y el ‘procés’ ha dejado de serlo.

“A Pedro Sánchez no lo voy a votar porque me ha parecido demasiado blando con los independentistas”, expone Luis. ¿Ciudadanos entonces? “No, que Albert Rivera me parece uno de esos políticos que cambia de opinión según el viento”. ¿PP? “No”. ¿Y Vox? Ríe. “No, que estos son franquistas, aunque en algunas de las cosas que dicen tienen razón”, prosigue, aunque no quiere entrar en más detalles. Sobre sus motivos para ir a votar, aprovecha que acaba de salir del ambulatorio y lo señala. “Estuve esperando dos años para operarme de la cadera, la sanidad está colapsada y es lo más importante que tenemos, esto sí es una razón”, expresa.

Luís dejó de ser un “socialista de toda la vida” cuando votó a Ciudadanos el pasado 21 de diciembre de 2017 en las elecciones autonómicas. Aunque asegura que no lo volvería a hacer, su pérdida de confianza en los socialistas ejemplifica el cambio de color del disputado cinturón en los últimos años. El 21D ganó Inés Arrimadas en un barrio en el que el independentismo ronda un nada desdeñable 29%. Pero quien puso una primera capa de pintura sobre el histórico rojo fueron los 'comuns'. Primero Ada Colau, en las municipales, y luego Xavier Domènech, en las últimas generales.

Vox en las conversaciones

En este barrio de complicada orografía, con empinadas cuestas y sin escaleras mecánicas, la vida se concentra en la parte de abajo, junto al mercado. Uno de los bares más concurridos es La Paraíta, regentado por Lourdes y Rubén. Ninguno de los dos va a votar el 28A, explican, pero dan testimonio del pulso político del barrio. “Antes todo el mundo era de izquierdas, ahora votan mucho más a Ciudadanos”. Esta es su primera conclusión. La segunda, que el debate político ha calado entre sus parroquianos desde hace un par de años. “Antes nadie hablaba de política, ahora es uno de los principales temas de conversación”, asegura.

La semana pasada, cuentan, se armó una acalorada discusión en la terraza a propósito de Vox. “Los mayores les decían a un grupo de jóvenes que les iba a votar que no tenían ni idea de quién estaba detrás de este partido”, recuerda Lourdes.

Para Inés, Vox es una de las razones para ir a votar. Pero para que no tengan opción de gobernar. “No puedo con los que se ríen de la memoria histórica”, suelta esta mujer de 34 años mientras pasea con el cochecito a su hijo recién nacido por el barrio. Su bisabuelo estuvo encarcelado durante el franquismo. Era de Aragón, como su padre. Su familia emigró a Barcelona en los años 60 como tantos otros paisanos.

Inés votará a Unidas Podemos. ¿A Jaume Asens? “No sé quién se presenta aquí, yo voto a Pablo Iglesias”, sostiene. Otra de sus preocupaciones, comenta, son los permisos de paternidad y maternidad. Celebra que haya aumentado el primero, pero defiende que urge también extender el segundo. “Si los pediatras recomiendan seis meses de lactancia, ¿por qué el permiso es solo de cuatro?”, se pregunta esta madre, que en un par de meses ha de volver a su puesto en el Bonpreu de Urquinaona.

Vox también aparece en la conversación de Izaskun y Montse con sus hijas, aunque lo ventilan rápido. Esta última comenta que se ha planteado votarles, por lo que le reprocha la hija: “Pero mamá, ¿no ves que estos no van a dejar que me case con mi novia?”.

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