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Los últimos bici-taxis de Barcelona se refugian en la noche a la espera de su prohibición en toda Catalunya

Un bici-taxi circula por la Barceloneta, a pesar de que la normativa no se lo permite.

Sandra Vicente

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El Paseo Marítimo de Barcelona, en el barrio de la Barceloneta, está poblado de turistas, bañistas, paseantes y vecinos. Todo como cualquier mañana de verano, pero con una notoria diferencia respecto al año pasado: no hay bici-taxis. Estos vehículos, que tienen espacio para dos pasajeros y el conductor, atestaban hasta hace poco cualquier calle turística de la ciudad, generando problemas de circulación y molestias a los residentes.

Es por esto que el Ayuntamiento de Barcelona llevaba años intentando erradicar este modo de transporte, dedicado casi exclusivamente al turismo. Uno de los últimos golpes lo asestó a finales de junio de este año, cuando decretó que los bici-taxis debían disponer de una licencia de actividad económica, requisito que no necesitaban (bastaba con estar inscrito en un registro municipal) hasta el momento.

Esto hizo que centenares de bici-taxis dejaran de circular, pero el objetivo final del Ayuntamiento era prohibir esta actividad económica, una decisión que depende únicamente de la Generalitat. Y, finalmente, parece ser que el consistorio de Ada Colau ha dado la última estocada. Después de semanas de negociaciones con el Govern, este miércoles se ha anunciado que, antes de que acabe el año, se prohibirán los 'rickshaws' en toda Catalunya.

Hasta que esta prohibición sea efectiva, el Ayuntamiento considera que las limitaciones municipales serán suficientes para que los bici-taxis no vuelvan a poblar las calles barcelonesas. Y, a primera vista, así es. “Ya no ofrecemos servicio. Desde que el Ayuntamiento nos pide esas licencias imposibles, tenemos todos los vehículos guardados, no vaya a ser que nos los quiten”, afirman desde una de las mayores empresas de 'rickshaws' de la ciudad.

Vecinos, trabajadores y policía local también confirman la ausencia de bici-taxis en Barcelona. Pero estos últimos añaden un matiz y afirman que durante la noche sí se pueden ver algunos, que “vienen de extranjis”, tal como afirma una pareja de Guàrdia Urbana que patrulla por la zona.

A los policías no les falta razón: al caer el sol, el paisaje del paseo cambia por completo. Los bañistas y las familias paseando son substituidos por grupos de amigos y parejas que salen a cenar o de fiesta por los locales cercanos al mar. Y, entre la marea de cuerpos que recorre las calles, se abren paso diversos bici-taxis, que buscan clientes a los que llevar de paseo por la línea de costa.

Ninguno de ellos quiere hablar con elDiario.es y piden que no se les pregunte nada. “No llevo ningún cliente, no estoy haciendo nada malo. No se puede trabajar y yo no estoy trabajando”, dice uno de ellos mientras se aleja pedaleando entre la multitud. La Guàrdia Urbana, preguntada sobre la excepcionalidad que se instaura durante las noches, no ha respondido a este medio.

Acabar con el “limbo jurídico”

La ofensiva del Ayuntamiento contra los bici-taxis se ha traducido, solo en lo que va de 2022, en 1.400 multas y más de 1.000 decomisos de vehículos. Desde la pasada temporada alta, el Ayuntamiento empezó a aplicar restricciones a esta actividad económica, tales como limitar la circulación por áreas muy concurridas de la ciudad, precisamente aquellas en las que tenían más trabajo.

En vista de que eso no era suficiente, desde julio de este año se optó por requerir las mismas licencias de actividad económica que tiene que pedir un taxi. Unas licencias que el propio Ayuntamiento reconoce que “no se están otorgando”, porque “obviamente” los 'rickshaws' no son taxis. Pero el consistorio también reconoce que negar sistemáticamente las licencias carece de “suficiente amparo jurídico”, porque, tal y como está redactada actualmente la ley catalana del taxi, los rickshaws podrían llegar a cumplir con los requisitos.

Para acabar con lo que el primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, define como “limbo jurídico”, la Generalitat se ha comprometido a modificar la ley, de tal manera que excluya explícitamente a los bici-taxis. De esta manera, la prohibición de circular se extendería a toda Catalunya, no solo a Barcelona. Así, en algún momento antes de que acabe 2022, conducir un rickshaw estará prohibido y contravenir la ley se penará con la retirada del vehículo y una sanción de hasta 6.000 euros.

Según ha asegurado Ricard Font, secretario general del departament de Territorio, se prevé fijar sanciones más elevadas una vez se entre a modificar el texto. De esta manera, Catalunya dirá adiós a una consecuencia “muy molesta” del turismo, tal como la define Alejandra, una vecina de la zona, que añade que “es algo que solo favorece a los visitantes, mientras que a nosotros solo nos causa problemas”.

Ella también se muestra muy a favor de la nueva normativa, pero asegura que desconfía de su aplicación. “Hecha la ley, hecha la trampa. El Ayuntamiento y la Guàrdia Urbana tendrán que ponerle más ganas si quieren acabar con los bici-taxis”, dice Andrea, en referencia a todos los 'rickshaws' que siguen surcando la noche barcelonesa en busca de clientes, a pesar de que la normativa les impide hacerlo.  

Problemas de circulación y convivencia

Esta modalidad de transporte se empezó a poner de moda a partir de 2017, cuando el consistorio decidió regularla y decretó que los bici-taxis debían estar inscritos en el registro de Vehículos de Movilidad Personal (VMP) para poder operar. Pero esta decisión fue contraproducente porque hizo que entraran en una situación de “alegalidad”, según el mismo consistorio, ya que la ordenanza no especificaba ningún límite de vehículos ni si requerían licencia de actividad económica.

En ese momento, los bici-taxis pasaron de ser 40 a más de 500 en pocos meses, más los que operaban sin estar registrados. Esta proliferación causó diversos problemas de convivencia en la ciudad, tal como recuerda Maica, una vecina del barrio de la Barceloneta, caracterizado por sus calles estrechas. “Se saltaban por la torera las normas. Iban por el medio de las plazas y aceras y tenía que ser el viandante quien vigilara. Eso por no hablar del ruido, ya fuera de la música que ponían en altavoces o de los gritos de los 'guiris'”, se lamenta.

Vecinos como Maica están encantados con la desaparición de estos modos de transporte, que “estaban totalmente enfocados al turismo, porque lo que es a los barceloneses, solo nos molestaban”, apunta. Antoni, un joven que va en bicicleta y escucha la conversación, añade que él también está muy contento. “Ocupaban todo el carril bici y, si te los encontrabas de cara, eran un peligro”, cuenta.

Todas estas escenas que explican los y las vecinas dibujan una imagen que “no es coherente con el turismo de calidad que quiere la ciudad”, ha asegurado Collboni, quien considera, además, que los bici-taxis son fuente de “precariedad”. Con esto, desde el consistorio hacen referencia a las condiciones laborales de los trabajadores, que acostumbraban a ser autónomos que alquilaban el vehículo semanalmente y cobraban en función de los viajes realizados.

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