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Atrapada en la economía sumergida del calzado: absuelven a una aparadora de Elda obligada por su jefe a ser la administradora ficticia de la empresa

Una aparadora trabaja con una máquina de coser.

Emilio J. Salazar

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Hace seis años, una joven Noemí (nombre inventado) parecía que había encontrado el trabajo que tanta falta le hacía. Si bien no contaba con experiencia de aparadora, solo tenía entonces 24 años, el responsable de una fábrica de calzado de Elda le abrió las puertas de su negocio que acababa de constituir con una condición: tenía que ser, además, la administradora de la sociedad. 

“Ella se encontraba en una situación complicada y no le quedó más remedio que aceptar”, explica su abogada Marta Forcén tras aclarar que su clienta no recibía salario alguno en concepto de responsable de la empresa, “no ha habido lucro”, añade. Más bien al contrario, durante el año que estuvo en funcionamiento la mercantil, percibía un salario de 850 euros al mes por aparar, aunque acabarían rebajándola a trabajadora de almacén encargada de meter pares de zapatos en las cajas. 

Todo cambió con la visita a la fábrica eldense de un equipo de la Inspección de Trabajo en septiembre de 2014 que constató, como recoge la sentencia de la sección séptima de la Audiencia Provincial de Alicante, que de los 27 empleados en plantilla, 14 no estaban dados de alta. Posteriormente, Noemí fue denunciada por la Seguridad Social por un delito contra los derechos de los trabajadores por tener a más de la mitad del personal en situación irregular. La Fiscalía solicitó siete meses de prisión por unos hechos que, según discurriera el juicio, podrían llegar a acarrearle hasta nueve años de cárcel, recuerda Forcén. 

Tampoco ayudó la primera declaración de Noemí durante la fase de instrucción cuando “prácticamente se inculpó de los cargos porque su jefe le había dicho lo que tenía que decir”. “Si no lo haces, no te ayudaremos”, asegura Marta Forcén que le dijo el empresario a la joven eldense. Fue entonces cuando Noemí se vino abajo. “Ha pasado por varios cuadros de ansiedad, era muy joven y no tenía la madurez para saber encajar todo lo que se le había venido encima”, señala la letrada. 

La mala suerte de la joven trabajadora, que prefiere no hacer declaraciones, empezó a cambiar cuando conoció a Marta, de la misma edad, en un encuentro casual a través de sus respectivas parejas. “Yo acababa de llegar de Zaragoza, me contó su historia y decidí asumir su defensa gratuita”, comenta esta abogada especializada en Derecho Mercantil. 

Para el juicio, y creyendo que no iba a acudir, citó (entre otros testigos) al verdadero responsable del calvario que estaba atravesando Noemí, el empresario de la fábrica. Para ello, la Policía estuvo rastreando su paradero, porque no daba señales de vida, y lo encontró a falta de una semana y media de la cita judicial. Contra todo pronóstico, se presentó y declaró. “Fue una declaración poco clara en la que, sin hacer un reconocimiento expreso, dio a entender que él era el verdadero jefe”, rememora. 

Así lo recoge la sentencia de la Audiencia de Alicante, que reconoce que el fallo ha tenido en cuenta, entre todas, las pruebas testificales practicadas, “la de la persona que aparentemente era el verdadero administrador y dominador de la sociedad, así como jefe real de la actividad empresarial en todos sus aspectos”. Los magistrados de la sección séptima han absuelto a Noemí del delito que le imputaban ya que “ni una sola prueba apunta a que la acusada hubiera intervenido en modo alguno en la contratación de los trabajadores, ni hubiera sido informada de la misma, ni de la situación de estos en cuanto a sus derechos de afiliación y alta en la Seguridad Social”. 

Práctica habitual

¿Qué ha sido de este empresario pirata? Es una de las preguntas que quedan en el aire. La defensa de Noemí lo desconoce por completo. Al parecer, ha vuelto a desaparecer. ¿Nadie lo ha denunciado? “En este mundo [el de la economía sumergida] nadie se atreve a denunciar”, responde. 

Frente a las dudas, están las certezas de que los administradores ficticios son figuras recurrentes en el sector del calzado. “Es una práctica habitual”, apunta Maite Rodríguez, presidenta de la asociación de aparadoras de Elda-Petrer. “Desconocía el caso de esta chica, pero sí que te puedo decir que en otros casos me consta que sí que cobran por figurar como administradoras”, asegura. 

“Estamos acostumbradas a este tipo de prácticas, empresarios que buscan a gente para ponerla al frente y seguir haciendo de las suyas”, critica Carmen Palomar, secretaria de Comisiones Obreras del Baix Vinalopó y la Vega Baja, dos comarcas donde la industria del calzado está muy presente. “Lo sorprendente de esta historia es que en las décadas que llevamos de la actividad del calzado aún se sigan realizando esas artimañas, y que no se persigan más”. 

La conclusión de la sindicalista es que “por necesidad” la gente se presta a estas irregularidades y que “solo si tienen una buena defensa” pueden librarse de salir indemnes de un delito. Por ello, piden a los empresarios que “de la misma forma que se siguen reinventando en lo tecnológico o el diseño, dejen de hacerlo en prácticas poco éticas” como la de “cerrar y abrir el negocio con otro nombre” o la de las administradoras ficticias como Noemí. 

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