Por si alguien lo dudaba, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, dejó ayer bien claro que su gobierno no seguirá los pasos de Cataluña, ni tampoco se sumará a la alternativa federal propugnada por algunos dirigentes socialistas, entre ellos el valenciano Ximo Puig.
El discurso del 9 d’Octubre, la conmemoración de la conquista de Valencia por Jaime I en 1238, fue el de la adhesión inquebrantable a la España autonómica, ámbito en que, según Fabra, los valencianos “consiguieron su pleno autogobierno con la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1982”.
“No es tiempo de tensar las cuerda” ni de “tirar por tierra 30 años de autogobierno”. Como mucho se impone un ajuste fino del modelo autonómico. En concreto Fabra propone “definir con claridad las competencias de unos y otros, eliminar duplicidades y establecer una financiación más justa que la actual”. La mejora de la financiación era hasta hace un año una necesidad perentoria relegada sistemáticamente por la mala voluntad del gobierno de Rodríguez Zapatero hacia los valencianos. Once meses después de la victoria del PP en las Elecciones Generales, esta reivindicación inaplazable se ha convertido en una paciente espera en la confianza de que “el gobierno de España está más dispuesto que nunca a escuchar a los valencianos”.
Un llamamiento solemne y una pizca de economía
Al menos de solemne habría que definir el llamamiento del presidente “al abandono de aventuras que desorientan el rumbo consensuado entre todos los españoles”. Todo en nombre de la “lealtad de la Comunidad a España, la confianza de nuestros socios europeos, el realismo, el sentido común, la responsabilidad, el empleo, la reactivación económica y las políticas sociales”.
Mucho más pedagógico resultó el discurso económico del presidente o la fórmula para “mantener el bienestar de las personas y hacer sostenible el sistema”. El secreto está en manejar la economía pública “como se rigen las familias que gastan solo lo que pueden pagar”. Una cuestión, huelga decirlo, de “sentido común y responsabilidad”.
Un tripartito a la vista
Al sentido común apelaron los líderes de la oposición en su crítica inmediata al discurso presidencial. Tanto Enric Morera (Compromís) como Ximo Puig (PSPV) recriminaron a Fabra que no pague a las residencias de discapacitados ni a las bandas de música y al mismo tiempo homenajee a las familias de personas con Alzheimer y a la Banda Primitiva de Llíria, dos de las instituciones galardonadas ayer por Fabra durante el acto institucional en el Palau de la Generalitat.
Para la oposición, al menos en los casos de Compromís y Esquerra Unida, ayer era el día de saborear la encuesta publicada por El País que dobla y casi triplica respectivamente las perspectivas de voto y escaños de ambos partidos. El mismo sondeo confirma la lenta agonía de los socialistas, aún con suficiente resuello para conformar un tripartito que desbancaría al PP de su secular mayoría absoluta.
La satisfacción lucía en los rostros de los implicados mientras descendían del Salón de Cortes hacia el Patio Gótico al encuentro de cámaras y micrófonos. Hasta el nuevo portavoz parlamentario del PP, Jorge Bellver, dio por buena la fatídica encuesta que descuenta 12 diputados al actual grupo popular, dos más de la decena de imputados que a estas horas languidecen en la bancada otrora exuberante y jovial.
El orgullo del expresidente Zaplana
Ante la ausencia del expresidente Francisco Camps, la jovialidad conservadora y liberal la aportaron sus homólogos José Luis Olivas y Eduardo Zaplana. Descendieron juntos y risueños hacia la bandada periodística. Olivas cedió el protagonismo a su padrino político y evitó así alguna pregunta inconveniente sobre su gestión al frente de Bancaja. Zaplana se dio el gusto de mostrar su “orgullo” porque en sus siete años de gobierno consiguió “los mejores indicadores de prosperidad y avance que ha tenido jamás esta comunidad y no tuvo en la responsabilidad de su cometido ningún problema jamás de índole judicial”.
Alguien le recordó que un juez todavía instruye el presunto desvío de cuatro millones de euros a paraísos fiscales para un pago encubierto de los servicios prestados por Julio Iglesias a la causa de la grandeur internacional del País Valenciano y del propio Zaplana. Sin torcer el gesto pero sí el espinazo y en un escorzo de fuga, Zaplana zanjó la cuestión. “Fue absolutamente correcto. Nada más que eso. Muchas Gracias”.
Derecha e izquierda salen a la calle
La celebración oficial del 9 d’Octubre se completó con el traslado de la senyera municipal al monumento al rey Jaume I, transportada con gran esfuerzo por el concejal socialista, Joan Calabuig, previo paso por la catedral. La comitiva municipal fue seguida a una cierta distancia por la tradicional plétora de grupúsculos ultraderechistas que amenizaron la llamada Procesión Cívica con toda clase de improperios contra el gobierno y los partidos de izquierdas y nacionalistas.
Cerró la marcha medio centenar de militantes de Compromís que por primera vez en los cinco años que llevan desfilando, pudieron alcanzar la estatua del Conquistador sin encajar huevos ni golpes, ni emprender la huida a la carrera a instancias de la propia policía incapaz de protegerlos de la furia postfranquista típicamente valenciana.
La tarde deparó la tradicional manifestación nacionalista, marcada este año por el proceso de autodeterminación de Cataluña. Entre los 4.000 asistentes proliferaron las estelades y los gritos de independencia, entre otras reivindicaciones sociales, culturales y lingüísticas.
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