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Fugado, capturado y fusilado en el campo de Albatera: crece la esperanza de los familiares de un preso republicano de encontrar su cuerpo

Parte de defunción del juzgado militar.

Emilio J. Salazar

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Toñi Villalva se encontraba esta semana echando un vistazo a su Facebook cuando leyó en una publicación del arqueólogo Felipe Mejías que ya habían comenzado los trabajos de identificación de una gran fosa común en el campo de concentración de Albatera donde, en 1939, el franquismo encerró a unos 16.000 presos, muchos de ellos cargos republicanos y artistas, que no habían podido exiliarse en el barco Stanbrook, que partió en la Alicante de la retaguardia.

“Me emocioné mucho al verlo y me apresuré a escribir a Felipe para saber más”, reconoce por teléfono esta profesora de instituto desde su domicilio en Málaga. Toñi lleva seis años buscando a su tío abuelo Antonio Leal Difarque, fusilado el 16 de septiembre de 1939 a las siete de la tarde en este terreno que había sido campo de trabajo durante la República y que la dictadura desmanteló apresuradamente tras su clausura en octubre del “año de la victoria”, como consta en los archivos.

Toñi es consciente de que la labor que inició el pasado lunes Mejías junto con un equipo de once expertos, y que culminará en dos semanas con el georradar de la Universidad de Cádiz que barrerá la zona, no va a permitir de momento exhumar a su familiar, enterrado en otro lugar próximo, el antiguo cementerio de Albatera junto con otros siete presos también fusilados. “Para eso aún queda”, apostilla.

En el caso de Antonio, reclutado en 1938 desde su Tánger natal para combatir en el bando republicano, se sabe por los documentos custodiados por el Ministerio de Defensa que “se evadió del Campo de Concentración de Albatera, siendo capturado al parecer en Burriana (Castellón), y trasladado nuevamente al Campo de Albatera, en donde en cumplimiento de Instrucciones emanadas de la Superioridad fue pasado por armas”, firmó un juzgado militar.

Lo que extraña a Mejías es que exista la lista en el registro civil de Albatera de los ocho fusilados y que, sin embargo, no haya ninguna documentación de entre diez y treinta presos ejecutados –estimaciones aproximadas– cuyos cuerpos fueron ocultados en fosas en el propio campo. “Los testimonios consultados señalan que la gente se encontraba con huesos humanos cuando jugaba en el descampado donde existió el cementerio”, explica el también historiador aspense. El antiguo camposanto, cerrado en los años 50, ha sido un terreno sin urbanizar hasta la construcción recientemente de un parque infantil donde en teoría descansan los cuerpos de los represaliados por el franquismo. Para acometer la búsqueda, el Ayuntamiento de Albatera, gobernado por el Partido Popular, debería estar por la labor (en una localidad donde Vox fue el partido más votado en las pasadas elecciones generales), recuerda Villalva.

El Campo

A este respecto, el cartel que anuncia el Campo de Albatera amaneció esta semana manchado con un grafiti con la firma de la fuerza de extrema derecha. Cuenta Felipe Mejías que, ante el temor de que grupos radicales intenten boicotear la investigación, han solicitado a la Guardia Civil, Policía Autonómica y Policía Local que patrullen el recinto “de manera constante”.

Ubicado en una parcela que pertenece a la localidad de San Isidro, municipio independiente desde 1992, Felipe Mejías sí que ha contado para el proyecto de la fosa del Campo de Albatera con el apoyo de la Conselleria de Calidad Democrática, Transparencia y Buen Gobierno de la Generalitat Valenciana, que le ha otorgado una subvención de 17.600 euros, y con el respaldo directo del consistorio socialista de San Isidro, cuyo anterior alcalde, Damián Sabater, y el actual, Manuel Gil, han ayudado en la búsqueda de testimonios orales que aporten pistas sobre el lugar de la fosa.

De momento, el barrido inicial con detectores de metales ha servido para encontrar munición de armas largas, casquillos de pistolas, un par de insignias militares y restos de los barracones. Otros hallazgos que están estudiando son una peseta de la República acuñada en 1937 y un tenedor propiedad de un soldado. Testimonios como el que contó en los años 80 el ex-preso Juan Caba revelaban que, además de las “torturas y vejaciones”, el hambre y la sed fueron las principales causas de muerte: “Nos entregaban cada dos o tres días una lata de sardinas de 125 gramos y un chusco de 200 gramos para cada cinco personas”, rememoraba.

Desde el punto de vista personal, Felipe Mejías reconoce que ha quedado “totalmente atrapado” por las historias que le han contado del Campo de Albatera, tanto que tras cuatro años trabajando en su tesis doctoral sobre la arqueología medieval en Aspe, ha optado por cambiar de tema y centrarse en el considerado como el campo de concentración franquista más grande de España. De momento, la revista científica de la Universitat de Barcelona 'Ebre 38' le publicará para este mes de diciembre su artículo sobre la investigación tanto de la fosa del campo como del antiguo cementerio de Albatera.

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