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A la izquierda de la izquierda

Simón Alegre

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Al oeste de la socialdemocracia, cohabita junto a IU una pléyade de partidos, unos constantes y otros efímeros, que da fe de la dispersión y pluralismo de la izquierda más escorada. Uno de ellos, Izquierda Anticapitalista, ya había dado muestras, desde su fundación, de querer articular una alternativa aglutinadora en el marco de este sector, más allá del valor meramente testimonial de las formaciones al uso en esta orilla. Esta semana han presentado la candidatura Podemos, con la intención de canalizar, de cara a las elecciones europeas, los apoyos dispersos de la izquierda alternativa, entendiendo que haberlos, haylos, al margen del viejo eurocomunismo de IU o el ecosocialismo periférico.

Aunque una aproximación al éxito de Syriza se antoje impensable, el valor especular de la experiencia griega y la intención de erigirse en actor político relevante resultan patentes. Provocando una transformación aperturista en el seno de IU o extramuros del buque insignia de la izquierda no socialdemócrata, el caso es que las elecciones al Parlamento Europeo –y su circunscripción única- ofrecen la estructura de oportunidad más propicia para los partidos estatales con apoyos difuminados a lo largo y ancho del territorio estatal.

No es baladí la recurrente referencia a IU. De ella surge la escisión troska de Espacio Alternativo, generadora de las sinergias que hemos descrito anteriormente. Y en ella desembocaron, a raíz de las campañas anti-OTAN, una parte de las organizaciones de la izquierda alternativa de los ochenta. Sin embargo, IU no logró aglutinar –seguimos con los eufemismos- a la conocida como izquierda extraparlamentaria, identificada como una de los grandes derrotadas de la Transición. La de los partidos que disentían del “revisionismo carrillista” y que, tras vivir con intensidad las cuitas del antifranquismo y las luchas en su retaguardia (MCE, LCR, PTE…), quedaron excluidos de la arena parlamentaria. Su disconformidad antisistema se manifestó en el apoyo a la candidatura de HB a las elecciones europeas de 1987. Tómese nota del experimento con este formato de elecciones, ya que la izquierda abertzale cosechó más de 100000 votos –del desencanto, los bautizaron- allende el área vasco-navarra.

Un cuarto de siglo después, la izquierda no sedimentada en IU encara los comicios europeos con perspectivas más proactivas. Astrid Barrio apunta a una reducción de la concentración del voto alrededor de PP y PSOE, pero una dispersión de sufragios en los caladeros de la izquierda no socialdemócrata puede favorecer, de rebote, al bipartidismo.

No obstante, no procede imputar teorías de la conspiración en tan vocacional flanco. Dany el Rojo, que seguramente no se librará del inquisidor epíteto de reformista, ya señaló el camino y, más concretamente, el del Europarlamento.

A veces, para cambiar el asfalto, hay que saltar a la moqueta.

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