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CV Opinión cintillo

Dejar atrás los pasos perdidos

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias presentan el proyecto de Presupuestos Generales.

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¿Qué presupuestos habría elaborado para este momento tan difícil un Gobierno presidido por Mariano Rajoy? ¿Y si gobernara Pablo Casado con el apoyo de la extrema derecha de Vox? Es política ficción, pero a veces resulta inspiradora, o inquietante, según cómo se mire.

Las cuentas públicas que prevé el Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos son extraordinarias para una situación extraordinaria, con sus 239.765 millones de euros de gasto público previsto, pero su carácter expansivo y su fuerte componente social no vienen dados exclusivamente por la coyuntura. Son fruto de una orientación de izquierdas. Y si hay que hacer caso a lo que hizo en la crisis de 2008-2012 y a lo que todavía dice el PP desde la oposición, es fácil imaginar el tipo de sacrificios sociales que se estarían barajando, aunque fuera imposible mantener determinados dogmas de austeridad que la Unión Europea, ante la pandemia global, ha retirado al baúl de los trastos.

De las posiciones que Ciudadanos, aliado de los populares en la derecha mientras no se demuestre lo contrario, trata de introducir a cambio de un eventual apoyo al proyecto gubernamental, tampoco parece deducirse un replanteamiento de las obsesiones neoliberales, aunque Inés Arrimadas persiga recentrarse para sobrevivir tras la debacle electoral que se llevó por delante a Albert Rivera.

También el Gobierno valenciano de coalición del PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem ha presentado esta semana el proyecto de Presupuestos para 2021, unas cuentas récord de la Generalitat Valenciana de más de 25.000 millones. Y el portavoz de Ciudadanos, Toni Cantó, condiciona su apoyo –que el Pacto del Botánico en realidad no necesita aunque el presidente Ximo Puig lo busca para arrinconar al PP y a Vox– a que no haya una subida de impuestos como la que Arrimadas ya no parece vetar para las cuentas del Estado. Es decir, un razonable aumento de la presión fiscal a las rentas más altas.

¿Por otra parte, qué pasaría con las medidas contra la pandemia y el estado de alarma si, en lugar de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, gobernaran los líderes de la derecha en España? ¿Qué diría la prensa conservadora? ¿Qué hubiera pasado con el descontrol de contagios de COVID-19 en los últimos meses si la desescalada del confinamiento hubiera sido más pausada, sin el final abrupto de la cobertura legal en junio propiciado por la presión patronal y la pérdida de aliados suficientes del Gobierno en el Congreso? ¿Cómo hubiera evolucionado la crisis sanitaria sin el intento de la derecha de derribar el Gobierno “socialcomunista” a toda costa?

¿En qué situación estaríamos si, en lugar de que sigan prorrogados todavía los Presupuestos de Rajoy de 2018, Esquerra Republicana de Catalunya no hubiera tumbado el proyecto del Gobierno minoritario de Sánchez en febrero de 2019, acto que llevó a una convocatoria inmediata de elecciones. ¿Y si Pedro Sánchez hubiera pactado su gobierno de coalición con Podemos tras esos comicios de abril, cuando el PP estaba en 66 diputados y Vox tenía 24 escaños? ¿O si Ciudadanos, entonces con 57 parlamentarios, o Podemos, con 33, hubieran investido al líder socialista?

Hay momentos en que la política parece demorarse demasiado en el salón de los pasos perdidos, ese indefinible espacio de los edificios públicos que albergan instituciones parlamentarias como el Congreso, donde los movimientos de unos y otros se cruzan y confunden antes de que cada uno encuentre, o no, su papel en la historia. Tanto en lo que se refiere a las medidas sanitarias y las restricciones para luchar contra el coronavirus como en el despliegue de las políticas de recuperación contra la crisis económica que se deriva de la pandemia, ha llegado el momento de dejar atrás los pasos perdidos y hacer frente a una era llena de desafíos. No hay tiempo que perder. Aunque suponga abandonar en el salón a políticos como la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, envuelta en sus confusiones.

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