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La efectividad del protocolo de bomberos: “El 70% de las víctimas muere por inhalación de humo en la escalera, mientras que los que se quedan en casa sobreviven”

Bomberos trabajan en el incendio del 22 de febrero en el barrio del Campanar

Leila El Moudni Guerrero

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Han pasado más de cuatro días del siniestro que calcinó dos bloques residenciales de 138 viviendas situadas entre las calles del Maestro Rodrigo y General Avilés del barrio de Campanar en el que perdieron la vida diez personas que no pudieron ser rescatadas.

Tras varias informaciones publicadas en medios nacionales y autonómicos sobre la gestión del protocolo de los efectivos, el Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia ha emitido un comunicado en el que muestra su apoyo a las actuaciones del colectivo de bomberos de Valencia durante el incendio que se propagó por toda la fachada en menos de una hora. Califican el siniestro como “el mayor incendio estructural en la historia de la Comunitat Valenciana” y destacan que las decisiones adoptadas por el Cuerpo Municipal de Bomberos fueron “críticas y urgentes, condicionadas tanto por la cantidad de ocupantes como por el virulento desarrollo del incendio”.

Líneas más abajo, el Consorcio declara que seguir con las pautas de “actuación aprobadas y entrenadas es la forma de minimizar las consecuencias trágicas que pueden suceder en este tipo de actuaciones”, y añade que, en muchas ocasiones, el riesgo y la voluntad de los bomberos no comportan resultados eficaces.

Además, en el texto se ha hecho especial mención a las decisiones que fueron adoptadas desde el Puesto de Mando Avanzado y que se ceñían a “la situación de la emergencia y aplicando los estándares de seguridad, tanto para los habitantes del edificio como para los efectivos de intervención”.

Juan José Agún González, doctor y máster Universitario en Prevención de Riesgos Laborales, ingeniero y profesor de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), explica en qué consiste el protocolo oficial que los bomberos recomiendan a la hora de la propagación de un incendio: “Lo que hay que hacer es quedarse en el domicilio, colocar toallas o trapos en las rendijas de las puertas, alejados de la zona incendiada o con humo, ponerse en contacto con el 112 y hacerse visible para los equipos de emergencias”. Además, insiste en que una “evacuación desordenada” puede ser la causante de más víctimas mortales: “No todos los edificios cuentan con escaleras protegidas o incluso estas pueden tener puertas abiertas que dejan que el humo y el fuego se desarrolle en vertical”.

“Normalmente los incendios en edificios están en el interior y la propagación exterior es mínima, por eso, posiblemente, en el caso de Campanar no dejó tiempo de reacción para poder modificar los protocolos”, destaca el ingeniero.

González tiene una posición clara al respecto, y es que cree que en casos extremos como el que sucedió el pasado jueves 23, los protocolos deberían actualizarse a “esta casuística, de desarrollo en fachada, con materiales no típicos como mampostería o prefabricados, y de alta velocidad”.

Ferran Dalmau - Rovira, ingeniero, técnico especialista en emergencias y protección civil, y director de la empresa dedicada a soluciones ambientales, Medi XXI GSA, considera que estas mismas normas son una vía primordial que impide que existan víctimas posibles en este tipo de sucesos: “Cuando hay muertes, no es por una cuestión de pautas, sino es porque se ha dado una excepción que no estaba prevista. El 70% de las personas mueren por asfixia y muchas veces es por el agujero de la escalera, y las que se quedan en casa, suelen sobrevivir”. A ello, añade que existen muchos factores que han ayudado a un siniestro de esta magnitud, como “el tipo de materiales de las viviendas, la fachada o el viento que hacía ese día”.

“Una hipotética causa sería un problema eléctrico, pero querer cambiar el protocolo por un caso concreto es peligroso. Lo más importante es realizar un estudio en profundidad para saber lo que ocurrió de verdad”, explica.

El director de Medi XXI GSA incide en que la prevención parte de aspectos como “tener la instalación eléctrica revisada, el edificio de la mejor forma posible o disponer de extintores”. “El material de la fachada es una de las cosas que deberemos contemplar porque lo más habitual es que el fuego se propague hacia arriba en un edificio de estas características, y en este caso, lo ha hecho también hacia abajo”, aclara.

Con ello, aboga porque la ciudadanía tenga más formación en casos de riesgo como estos, así como de la necesidad de incluir en todas las viviendas elementos como puertas cortafuegos y extintores. “A partir de ahora, puedo asegurar que los efectivos estarán más pendientes de incendios que se propaguen como el que sucedió en Campanar, pero hay que entender que llegar al sitio y colocar la autoescala no es una cuestión automática; así como las vías de evacuación disponibles en estos edificios”.

En esta misma línea, el profesor de la VIU manifiesta que el Código Técnico de la Edificación (CTE) es muy débil en cuanto al ámbito residencial. “Se debería exigir la existencia de detectores, alarmas, extinciones automáticas, etc. Por ejemplo, CTE exige un sistema de detección y alarma de incendio si la altura de evacuación excede de 50 metros y no por debajo. ¿Es caro? ¿Mucho mas barato que una piscina comunitaria? La inversión en seguridad es algo que se supedita y necesitamos concienciación sobre la cultura de prevención”.

Respecto a los efectivos necesarios, él mismo sugiere que ante siniestros de esta capacidad, los “recursos humanos o técnicos” son pocos. En palabras de Dalmau, cuando un incendio se sale de la “normativa”, disponer de más efectivos no se traduce en más operatividad.

“Estos hechos marcan un antes y un después en el cambio de normativa de materiales y recursos disponibles para este tipo de acciones. Vivimos en un mundo en el que todos opinan de temas que no poseen formación ni conocimiento. Nos centramos en las diez víctimas mortales, pero no valoramos que la cantidad de vidas que se han salvado ha sido gracias a la buena praxis de los bomberos y personas del propio edificio, especialmente la del conserje”, recalca Dalmau.

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