Teléfonos y sobrepeso: por qué el móvil puede ser la causa de que engordes

Foto: Pexels

Cristian Vázquez

La irrupción de los teléfonos inteligentes ha representado una pequeña revolución en la vida cotidiana de la mayoría de la gente -al menos en los países desarrollados-, en virtud de los innumerables servicios y fuentes de información y de entretenimiento que ahora casi todo el mundo lleva en el bolsillo. Pero también han surgido estudios acerca de las posibles consecuencias negativas de estos cambios sobre la salud. Diversos trabajos han hallado algunas conexiones de riesgo entre el uso de 'smartphones' y el sobrepeso y la obesidad.

En las personas que usan su teléfono móvil cinco horas o más al día, el riesgo de padecer obesidad puede ser hasta un 43 % superior que en las personas que lo usan poco. Así lo explica una investigación de científicos de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, Colombia, presentada en la última Conferencia Latinoamericana de Cardiología, que se realizó en julio en ese país. Y es que pasar demasiado tiempo con el teléfono favorece los comportamientos sedentarios y reduce la actividad física.

Esa sería la principal razón por la cual su uso excesivo estimula el sobrepeso, y también otros problemas, como diabetes, enfermedad cardíaca, malestar osteoarticular, síntomas musculoesqueléticos y diferentes tipos de cáncer -no relacionados con las radiaciones, sin embargo-, tal como puntualizó Mirary Mantilla-Morrón, directora del estudio, el cual se basó en el comportamiento de estudiantes universitarios de entre 19 y 20 años. Tales problemas aumentan, por supuesto, el riesgo de muerte prematura.

Comer más atentos al teléfono que a los alimentos

La tendencia al sedentarismo generada por el teléfono móvil no es la única razón por la cual puede causar sobrepeso. Hay otras que están ligadas de forma específica con las comidas. Además de estar menos disponibles para el diálogo familiar -una consecuencia de la que también se acusa, desde hace décadas, a la televisión-, quienes usan el teléfono en esos momentos no prestan atención a lo que comen, y por lo tanto no se dan cuenta de las cantidades ingeridas y no advierten las señales de saciedad que el propio cuerpo les envía.

Además, esta falta de conciencia sobre el acto de comer hace que muchos alimentos sean ingeridos sin haber sido lo suficientemente masticados. Todos esos factores también contribuyen con el sobrepeso y la obesidad. Así lo afirma una investigación realizada por científicos de la Universidad de Minnesotta, en Estados Unidos, la cual añade que “el uso frecuente de estos dispositivos a la hora de las comidas se asoció con menores probabilidades de que en las comidas se sirvan ensaladas verdes, frutas, verduras, zumos 100 % naturales y leche, mientras que se observó una mayor probabilidad de que se sirvan bebidas azucaradas”.

Las conclusiones del trabajo, publicado en 2013, apuntan que, dado el uso “ubicuo” de aparatos electrónicos durante las comidas por parte de los adolescentes -en quienes se centra este estudio-, “apoyar a los padres en sus esfuerzos por establecer y mantener reglas (que limiten su utilización) puede ser una importante estrategia de salud pública”. 

Azúcar, sedentarismo y menos horas de sueño

También un artículo de 2016, elaborado por especialistas de la Universidad de Harvard, llega a la conclusión de que el uso de teléfonos inteligentes, así como el de tabletas, videojuegos y ordenadores, “está asociado con varios factores de riesgo de obesidad”. Y propone “animar a las familias a limitar la exposión a la televisión y a los demás dispositivos de pantalla”.

De acuerdo con este trabajo, casi el 20 % de los adolescentes en Estados Unidos pasaban más de cinco horas diarias utilizando esos dispositivos. Las probabilidades de que estos chicos tomaran bebidas azucaradas, no practicaran actividad física o no durmieran el número de horas suficientes podían ser de hasta el doble que en sus pares que hacían uso de esas tecnologías durante menos tiempo.

El estrés, otro problema

Hay otro elemento clave: el estrés. Se ha comprobado que el uso intenso del teléfono móvil aumenta los niveles de cortisol, la llamada “hormona del estrés”, que nos hace reaccionar en situaciones en que serían necesarias luchar o huir. En términos evolutivos, la liberación de esta hormona es esencial para la supervivencia de la especie, pero no tiene mucho sentido que eso suceda ante la notificación de una red social o un mensaje de un correo electrónico.

Y sin embargo eso es lo que ocurre, con sus consecuencias negativas asociadas: cuando se libera cortisol, se produce un aumento repentino en la presión arterial, la frecuencia cardiaca y el azúcar en la sangre. Un estudio corroboró que las personas con mayores concentraciones de cortisol mostraron, ante la imposibilidad de usar el teléfono, síntomas de abstinencia más notorios.

Es decir, aunque es la dopamina el neurotransmisor más asociado con las adicciones, el cortisol también desempeña un rol en esa necesidad que sienten algunas personas de consultar su teléfono de manera casi constante. Y lo más problemático es que se produce una especie de círculo vicioso: desean consultar el teléfono para aliviar la ansiedad, pero hacerlo les genera aún más estrés.

Esos elevados niveles de cortisol se pueden hacer crónicos. Ese estrés es un factor de riesgo de sobrepeso y obesidad, del mismo modo que también puede causar o agravar otros problemas, como el síndrome metabólico, la diabetes tipo 2, la depresión, la hipertensión arterial y el peligro de padecer infartos cerebrales o demencia. Una herramienta para reducir el estrés es la realización de actividad física, es decir, alejarse de ese sedentarismo estimulado por los smartphones.

Huir de la “obesidad digital”

Existe una clase de obesidad que no tiene que ver -al menos no en todos los casos- con el sobrepeso real: se trata de “obesidad digital”, término acuñado por Daniel Sieberg, un ejecutivo de Google que sintió en carne propia los efectos del consumo excesivo y fuera de control y la dependencia de los contenidos digitales. En 2011, Sieberg publicó un libro titulado 'The Digital Diet', en el que propone algunas pautas para reconocer este problema y poder dejarlo atrás.

La idea central es aprender a vivir sin el móvil: no se trata de dejar de usarlo, pero sí tomar medidas como eliminar las aplicaciones que en realidad no son necesarias, habilitar solo las notificaciones indispensables, apagarlo (o ponerlo en modo avión) un buen rato de irse a dormir, limitar los horarios dentro de los cuales se leerán correos, etc.

En última instancia, ponerse a “dieta digital” puede tener, entre otros efectos, los mismos que ponerse a dieta de manera convencional: evitar el sobrepeso y la obesidad y los problemas derivados de estos flagelos, considerados por la Organización Mundial de la Salud la epidemia del siglo XXI. 

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