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El único refugio constitucional

Alberto Núñez Feijóo, Carlos Rojas y Cuca Gamarra, este miércoles junto al Congreso.

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El título del artículo no es mío. Es de Alberto Núñez Feijóo, quien ha calificado así al PP en la reunión que mantuvo este miércoles con los parlamentarios y otros dirigentes del partido a fin de fijar su posición respecto del acoso a la sede socialista de Ferraz de estos últimos días y, singularmente, respecto de la que tuvo lugar el pasado martes. 

No sé si la frase se le ha ocurrido a él o a alguno de sus asesores que le ha preparado un documento que le sirviera de apoyo en su intervención. Pero, sea como haya sido, la verdad es que la frase no puede ser más desafortunada. En sí misma y en el contexto en que ha sido pronunciada.

Si el PP realmente fuera el “único refugio constitucional” para los ciudadanos españoles, la democracia española no tendría posibilidad alguna de supervivencia. Una Constitución no puede descansar exclusivamente en un partido que representa ahora mismo un tercio no del censo electoral, sino de los ciudadanos que ejercen realmente el derecho de sufragio. El PP no llega a representar ni siquiera el 25% del censo electoral. Con un “único refugio” de esta dimensión no habría Constitución alguna que pudiera operar. 

La Constitución, a diferencia de la ley, necesita una adhesión ciudadana ampliamente mayoritaria para ser operativa. Una ley, por diversas circunstancias, puede tener un apoyo ciudadano relativamente reducido. O puede ir perdiendo apoyo en la medida en que se va aplicando. Pero, mientras no se la derogue o reforme, la ley sigue surtiendo efecto. Ahí tenemos la ley mordaza, que carece desde hace tiempo de apoyo ciudadano, pero que no ha sido reformada ni derogada y se sigue aplicando todos los días en múltiples ocasiones. 

Con la Constitución no ocurre lo mismo. Una Constitución sin un apoyo muy mayoritario por parte de los ciudadanos es una norma estéril, que deja de operar efectivamente. Esta es la razón por la que las Constituciones contienen cláusulas de reforma. La legitimidad de origen de la Constitución tiene que ser renovada periódicamente para seguir siendo la base en la que descansa el ordenamiento jurídico del Estado. La reforma es el instituto que sirve de enlace a la legitimidad de origen con la legitimidad de ejercicio. De ahí que no sea una opción, sino una necesidad. Una Constitución que no se reforma acaba siendo una Constitución que carece de legitimidad para sostener un Estado democrático. En España lo sabemos bien por experiencia. Y estamos volviendo a jugar con fuego con la Constitución de 1978.

Afirmar, en consecuencia, que un partido con un tercio del sufragio emitido por los ciudadanos es el “único refugio” constitucional supone levantar el acta de defunción de la Constitución. La afirmación de Núñez Feijóo es en sí misma un disparate.

No pienso, sin embargo, que Núñez Feijóo pensara en esto cuando pronunció la frase. La impresión que tuve al oírla es que el presidente del PP intentaba situarse en una posición equidistante del PSOE y de Vox. Condenaba el acoso a las sedes del PSOE en general y a la de la calle Ferraz del pasado martes en particular, pero hacía responsable de la misma al Gobierno socialista en funciones y al partido con el que comparte gobierno en múltiples comunidades autónomas y municipios. El Gobierno tiene la responsabilidad en última instancia por su ejecutoria y Vox tiene la responsabilidad por la violencia con que se protesta contra la misma. Materialmente el PSOE ha dejado de ser un partido constitucional por su relación con los partidos nacionalistas. Formalmente Vox lo ha dejado de ser en el acto de protesta por el uso de la violencia. 

El PSOE se ha puesto con sus pactos fuera de la Constitución. A Vox también le ha ocurrido lo mismo al hacer uso de la violencia frente a las sedes socialistas. El PP se ha quedado como el único partido constitucional. 

No sé si el presidente del PP piensa que con un discurso de este tipo puede engañar a alguien. Con esta equidistancia Núñez Feijóo responsabiliza por igual a PSOE y a Vox del acoso a las sedes socialistas. O, mejor dicho, responsabiliza más al PSOE que a Vox, en la medida en que lo que le imputa al PSOE lo expulsa de manera definitiva de la Constitución, mientras que lo que imputa a Vox tiene un alcance transitorio fácilmente corregible. 

El domingo tendremos ocasión de comprobarlo.

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