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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Derecho y subversión: los militares ante los Tribunales

Wolfgang Kaleck

  • Este es el segundo artículo de la serie que, con el título genérico de “Derecho y subversión”, escribe el abogado alemán Wolfgang Kaleck para Die Zeit y para eldiario.es. Sus artículos se publicarán los sábados en Contrapoder.

Un día de finales de verano del marzo argentino de este año me encuentro de nuevo en la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires, cerca de la Terminal de Retiro y del puerto de contenedores situado junto al Río de la Plata. Todos los días tienen lugar aquí varias vistas orales sobre los crímenes cometidos por la dictadura militar argentina. En una de las salas se desarrolla desde hace ya dos años el macroproceso contra altos cargos militares por la Operación Cóndor, como se llamó a la persecución transfronteriza de los opositores del régimen llevada a cabo con el apoyo de EEUU en los años setenta, cuando las dictaduras militares ostentaban el poder en toda América del Sur. En el proceso actual se dirimen acerca de 106 casos de secuestro y asesinato. Una gran parte de las víctimas son originarias de Uruguay. Pocos pasillos más allá se trata del caso sobre el centro clandestino de detención y de tortura El Vesubio, donde el verano de 1977 fue maltratada también la ciudadana alemana Elisabeth Käsemann.

En otra sala se desarrolla el mayor proceso penal a nivel internacional por crímenes contra la humanidad: el proceso sobre el centro de tortura ESMA de la Marina. Me encuentro hoy aquí porque mi cliente, la ciudadana alemana Betina Ruth Ehrenhaus, va a declarar como testigo y parte civil. Ella y Pablo Lepiscopo, su compañero sentimental en aquel entonces, fueron secuestrados el día 5 de agosto de 1979 y retenidos en la ESMA. Betina, entonces una militante veinteañera, salió de allí con vida.

Betina relata de forma rápida las estaciones de su calvario. Tras una parrillada en casa de sus suegros, de camino a casa son detenidos por tres vehículos e introducidos con violencia en un coche por una docena de hombres armados. Son encapuchados y conducidos a la ESMA, donde durante la dictadura, de 1976 a 1983, se estima que fueron asesinadas unas 5.000 personas. Lleva los ojos tapados y no ve mucho, pero oye aviones despegando y aterrizando; aviones desde los que una parte de los presos son lanzados sobre el Río de la Plata. Huele a carne quemada. No le dan nada de comer y no puede beber nada porque ha sido torturada con electroshocks. Pocos días más tarde es liberada. No corrió la misma suerte su compañero sentimental, que se encuentra desaparecido hasta la fecha.

Una historia sobre una de las muchas vidas destruidas, despachada en menos de 30 minutos: la aburrida defensa de los militares no hace preguntas. Todo transcurre según la rutina de un proceso penal que a veces asusta a las personas ajenas al mismo, pero que por otro lado tranquiliza. Es una de las docenas de procesos que tienen lugar en todo el país. Hasta la fecha casi 500 personas, entre ellas altos cargos militares y policiales, han sido condenadas durante la presidencia de los Kirchner en los últimos diez años.

El ambiente se pone tenso tan solo una vez durante una pausa de la vista. Cuando unos vehículos blindados se detienen en el patio del edificio de la Corte y salen de ellos unos “robocops” armados que poco tiempo después conducen a un hombre esposado y provisto de chaleco antibalas a uno de los vehículos. Es un traficante de drogas colombiano, me susurran cuando pregunto.

A Betina Ehrenhaus, fuera de la sala de audiencias una cantante de tangos muy segura de sí misma, se le puede notar la enorme tensión por la que está pasando, como a muchas víctimas que acuden como testigos. Sin embargo, en sus palabras finales aprovecha la oportunidad para criticar el comportamiento de la Embajada alemana en Buenos Aires en aquel entonces: en su lucha por la liberación de su compañero sentimental se sintió abandonada por los diplomáticos, como muchos otros también. Un funcionario de la inteligencia argentina con el seudónimo de Mayor Peirano obtuvo incluso permiso para interrogar a los familiares de los desaparecidos alemanes en las dependencias de la Embajada. El personal de la Embajada no intervino.

El proceso penal finalizará probablemente antes de terminar el año, y la sentencia será -si no hay sorpresas- parecida a las muchas sentencias emitidas ya contra altos cargos militares: muchos años de prisión, aunque no cadena perpetua. Eso es lo mínimo que esperan víctimas de la dictadura como Betina Ehrenhaus. Porque a día de hoy sigue sin saber nada sobre el destino del desaparecido Pablo Lepiscopo.

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