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“Los toros embolaos son igual de horribles o más que las corridas, y en Catalunya los defienden como una tradición”

José Guirao, Ministro de Cultura y Deporte / Foto: Patricia J. Garcinuño

Vanesa Rodríguez / Mónica Zas Marcos

José Guirao (Almería, 1959) posa frente a la cámara con una mezcla de solemnidad y timidez. “¿Sabes que Patti Smith dijo que Mapplethorpe solo necesitó ocho disparos para la portada de Horses?”, cuenta a la fotógrafa mientras se disculpa por su “cara de soso”. No es casualidad que el Ministro de Cultura y Deporte rompa el hielo hablando de la cantante y poeta punk, de la que es fan confeso y que fue asidua en La Casa Encendida mientras él la dirigía.

Es un recordatorio de que ha llegado a esta cartera precedido por una trayectoria en gestión cultural que avala su conocimiento en la materia. Se definió como el ministro de “la vieja guardia” el mismo día que daba el relevo a Màxim Huerta en el puesto, y marcó así una línea entre lo que él ofrecía y el revuelo mediático que había causado su predecesor.

Guirao promete contención y diálogo para afrontar los desafíos de un Ministerio con tantos tentáculos como polémicas, aunque también tiene en su mano mimar a un sector falto de atención y de cariño desde hace dos legislaturas. Empezó fuerte anulando la fusión entre la Zarzuela y el Teatro Real, pero aún le queda mediar en la guerra interna de la SGAE, retomar la Ley de Mecenazgo, atender al cine más allá de la rebaja del IVA y lidiar con sus “contradicciones” respecto a la tauromaquia.

¿En qué situación se encontró la Cultura al llegar al Ministerio?

Me encontré un Ministerio funcionando a pleno rendimiento y con muchos proyectos en desarrollo. No tengo un conocimiento exhaustivo de todos, pero sí bastante del Ministerio y también de los museos, de la Biblioteca Nacional y de algunas instituciones. Así que ha sido como subirse a un tren en marcha.

¿Cuáles son las mayores urgencias que ha detectado en estas semanas en el cargo?

La mayor urgencia era el tema de la fusión del Real con el Teatro de la Zarzuela. Una vez analizado el expediente y después de hablar con los representantes sindicales de los trabajadores, con el presidente del Real, Gregorio Marañón, y con el director de la Zarzuela, Daniel Bianco, sin necesidad de entrar en el fondo de la cuestión, se vio que formalmente el tema laboral no estaba resuelto. La preocupación de los trabajadores era totalmente razonable, así que no hubo más que hablar.

Lo que acordamos con los sindicatos es que pararíamos la fusión y que abriríamos una mesa de trabajo para ver en qué podemos mejorar el INAEM, su funcionamiento y su gestión. Lo primero fue paralizar esa fusión y empezar a crear un clima de trabajo y de confianza mutua con los representantes sindicales del Ministerio y del INAEM.

Entonces, ¿retomará el proyecto cuando se produzcan esas reuniones de trabajo y no descarta que la fusión se pueda llevar a cabo con nuevas condiciones?

Yo no descarto nada y se lo he dicho a los sindicatos. Pero tiene que estar enmarcado en una reflexión general del INAEM, porque es un organismo con muchos centros de producción y muchas problemáticas compartidas. Lo que está bien para unos no está bien para otros. No quiero tener una institución como el INAEM, tan compleja y con tantos trabajadores, y tener que dar una solución para cada unidad. 

Me gusta pensar los proyectos con sosiego, no soy una persona de prisas. A veces hay urgencias y tienes que tomar las decisiones en minutos o en horas. Pero eso es la excepcionalidad, la normalidad es que todo acto administrativo que se tome en este Ministerio tiene que estar precedido de un acto de conocimiento.

En esa fase de conocimiento, ¿ha barajado el nombre de la persona que tendría que coger las riendas del INAEM?

Bueno, tengo en la cabeza muchos nombres. En primer lugar tengo que decir que la persona responsable que me encontré en el INAEM [Montserrat Iglesias], me parece una excelente gestora. Con lo cual no tengo una urgencia, como ocurre con personas que te encuentras y en seguida detectas un déficit de gestión.

Estoy barajando cambios en el INAEM y en la dirección general de otras unidades del Ministerio. Pero no tengo prisa porque algo esté funcionando mal. Aquí hay buenos profesionales y se merecen respeto por encima de todo.

¿Pero ella podría seguir? ¿O le ha transmitido ya su marcha?

Bueno, estamos hablando y viendo el marco general. Eso será una decisión que yo primero reflexionaré y luego tomaré con esta persona en un sentido o en otro.

Declaró que una de sus prioridades era la Ley de Mecenazgo. Además de las complejas negociaciones con Hacienda, ¿cuáles son los retos principales para sacarla adelante?

Sacar una ley nueva es muy complejo, tal y como está el Parlamento. La Ley de Mecenazgo, primero, no es una ley de Cultura: es una ley de Hacienda porque es una de incentivos fiscales. Además atañe a muchos más ministerios. Aquí está Cultura y Deporte, pero también afecta a Ciencia, Educación y alguna cosa más. 

Lo que manifesté es que como ministro me erigían portavoz, dentro del Gobierno, del sector que represento. Pero yo no puedo hacer una ley que no me corresponde. Me consta que la ministra de Hacienda es absolutamente sensible a este tema. Y la retomaremos cuando terminemos de hablar con Hacienda y Trabajo del Estatuto del Artista.

El Estatuto del Artista se va a aprobar con absoluto acuerdo de todos los grupos, y eso va a ayudar. Con la Ley de Mecenazgo, ese respaldo unánime no está tan claro. 

Pero también tengo que decir que ya hay una ley del año 2002, que reformaba la primera ley de incentivos fiscales del año 95 a la que saqué mucho partido cuando era director del Reina Sofía. 

Entonces, vamos a defender la bondad de mejorar lo existente y plantear esa nueva ley. Pero también, seamos prácticos, y que cada uno vea cómo le puede sacar partido a la ley existente desde su sector. Yo conozco a muchos gestores que son excelentes en lo cultural pero cuando tienen que meterse en cosas de incentivos fiscales, son incapaces. Pues tenemos que ser capaces.

Muchas veces lo que se reclama es que, aun existiendo la ley -como ocurre con la Ley del Cine- no se pueden explotar esos mecanismos para acceder a las ayudas porque están paralizados. 

La Ley del Cine la conozco menos y no quiero meterme en un charco proceloso en el que no he entrado aún a fondo. Pero en el caso de museos, bibliotecas y archivos se pueden hacer muchísimas cosas. ¿Que se pueden hacer más y que hay que mejorar la ley? Es lo primero que dicho. Pero que la promesa de un horizonte mejor no nos haga olvidar el horizonte presente.

Aunque no haya empezado a trabajar en la Ley del Cine, hay algo indudable y es que parte de una base bastante exigua, con apenas 30 millones de ayudas a la producción. ¿Cómo cree que se debe desatascar esta situación?

En el año 2018 tenemos un presupuesto que ya nos hemos encontrado y vamos a manejarnos ahí. Vamos a ver en 2019 cómo lo podemos mejorar. Hay que pensar que el Gobierno en su conjunto todavía tiene que resolver el problema del déficit frente a la Unión Europea. No quiero ser un ministro que genere frustración, que se dedique a pedir lo imposible y que luego no se pueda.

En eso soy absolutamente realista y conozco bastante bien la administración. Vamos a intentar que haya más recursos, pero Cultura no es un verso suelto dentro de un Gobierno que tiene que cumplir sus compromisos europeos. Es mi obligación pedir más recursos, pero también saber cuáles son los límites de esas peticiones. 

Hace unos días, Pedro Sánchez reconocía en una entrevista en TVE que, de haber sabido los problemas que tuvo Màxim Huerta con Hacienda, no le habría nombrado. ¿Cree que se equivocó con él?

No quiero entrar en eso. Es decir, la misma decisión del presidente fue nombrarlo a él que nombrarme a mí. Lo único que puedo decir de Màxim, al que no conocía personalmente, es que en el momento de la transición descubrí a una persona encantadora, noble y muy buena. Prefiero quedarme con la persona, y la suya me transmitió corazón y sensibilidad.

¿Le costó aceptar el encargo en medio de todo el revuelo mediático?

No sé si me costó o no. Fue de esas cosas que no esperas y que pasan muy rápido. A nivel personal, me suponía un cambio de vida muy radical porque ya había iniciado otro camino de retirada. Pero, en primer lugar, era un ofrecimiento para un puesto que conozco. No me asustaba porque el sector cultural lo conozco perfectamente. O casi perfectamente.

Por otra parte, el momento político es apasionante. Eso fue lo que más me influyó. Yo soy una persona de calle, viajo en metro y me muevo por todo tipo de sitios. Detecté una ilusión enorme por parte de gente que me consta que no son votantes del PSOE, sino algunos de Podemos y otros incluso del PP y Ciudadanos. Tengo amigos de todos los espectros ideológicos y sociales. Estaba el ambiente enrarecido y de pronto hubo ilusión. Para mí, esa fue la clave. Antepuse mi vocación personal cuando me estaba preparando para retirarme a la vida campestre y tranquila en un par de años. 

Además es un momento nada fácil por la composición del Parlamento, pero a la vez había tanta ilusión, que no puedes decir que no, la verdad. Me gusta la dificultad. 

Ministro... Vamos a coger el toro por los cuernos.

¿Por qué? [Sonríe]

Porque de momento, la tauromaquia está dentro del Ministerio de Cultura. Como defensor de los animales, ¿cómo ve que los toros estén dentro de su cartera?

Bueno, es una cosa que estaba así. Y así está. Personalmente, yo soy un absoluto defensor de la naturaleza, del reino animal y el reino vegetal, y por otra parte nos encontramos con una tradición en España y de nuestra cultura. Una tradición que es mediterránea y que viene desde el Minotauro, Teseo y Ariadna, y eso también hay que respetarlo.

Voy a intentar ser equilibrado. No vengo aquí a hacer mi proyecto personal, vengo para intentar responder a un proyecto colectivo, y en ese proyecto colectivo están los antitaurinos y los taurinos. Tengo que gestionar esas dos cosas.

Como sociedad, ¿no tenemos que evolucionar culturalmente? Porque, aparte de tradición, la cultura es también evolución y cambio.

Sí, pero las evoluciones culturales que se hacen por decreto no funcionan. Esto es un proceso larguísimo, como otros que han pasado en España de cambios culturales. Ahora estamos en la semana del Orgullo, y quién nos iba a decir hace 20 años que iba a existir el matrimonio para personas del mismo sexo. 

Los cambios culturales y sociales necesitan su sedimentación para que sean reales. Para que no queden en pura propaganda y puro escaparate. Yo voy a trabajar para una cultura de paz, una cultura de respeto a la naturaleza, porque es respeto a nosotros mismos. Nosotros somos naturaleza. Pensamos que está todo a nuestro servicio, pero no es verdad. Ya lo decía un filósofo griego: “si desaparecen las abejas desaparecerá el mundo”.

Yo quiero que los cambios que se produzcan sean de verdad y asumidos como una evolución de la sociedad española. No quiero imponer nada, quiero proponer.

¿Como sociedad no cree que estamos preparados para afrontar ese cambio? 

Sí, eso ha cambiado muchísimo, pero todavía no es lo suficientemente mayoritario como para imponer a la otra parte nada. Ni de una parte ni de otra.

Pero de momento, digamos, se está imponiendo desde la parte taurina, porque se siguen celebrando esos espectáculos considerados maltrato animal por una mayoría de la sociedad. 

Yo no estoy seguro de que sea una mayoría. Creo que está bastante equilibrado. Pero me da igual. Si fuera mayoría, eso no quiere decir que no respetemos a las minorías. Una sociedad que no respeta a las minorías no es una sociedad equilibrada.

¿Y el respeto a los animales? ¿Los dejamos de lado?

No. Estamos en un periodo de evolución, y vamos a evolucionar. Y yo tengo claro por dónde quiero evolucionar. Pero también que no quiero evolucionar por imposición. 

¿Esa evolución pasa por seguir manteniendo la subvención a la tauromaquia?

Bueno, todo eso lo vamos a ver tranquilamente. Pero, insisto, yo no quiero imponer nada en este tema, teniendo clarísimo de dónde vengo y lo que pienso. Quiero que la gente lo entienda de manera natural para que eso arraigue.

Ese debate lo hemos tenido muchas veces dentro del mundo animalista. Por ejemplo, en Catalunya se han prohibido las corridas de toros, pero no los toros embolados, que me parecen igual de horribles o más. No solo el animal muere, sino que además... bueno, es horrible. Y los catalanes lo han defendido como una tradición cultural. Hemos dado un paso con las corridas de toros, pero habría que dar otro paso con los toros embolaos. 

El movimiento animalista es consciente de que las cosas hay que hacerlas poco a poco. Hay que generar una cultura de paz y de respeto a la naturaleza.

Y hay que asumir las contradicciones. Sobre esto y sobre cualquier cosa, yo, como todo hijo de vecino, tengo contradicciones. No voy a intentar dar una imagen de lo contrario. Porque es mentira. Esto no lo considero una contradicción, lo considero una manera de ser respetuoso y de que la causa que defiende el movimiento animalista, y que yo comparto, gane la batalla de manera pacífica. Porque ese es el origen del movimiento animalista. 

Mencionaba antes que había consenso con otros grupos parlamentarios sobre reformar la Ley del Deporte. ¿Nos podría avanzar en qué?

Hay consenso en intentar sacar adelante una ley nueva de Deporte, o reformar la existente. Hay consenso con todos los grupos que ha hablado -y yo creo que con los que falta también porque son cosas básicas- en que el deporte femenino hay que ponerlo en su lugar. En que hay que empezar a dar una imagen de que no hay un deporte “masculino” y un deporte “femenino”, sino que todos los deportes son mixtos y transgénero. 

El deporte tiene una cosa fantástica, y es la transversalidad. Ahí desaparecen las ideologías políticas, las edades y las clases sociales. Es una manera de mejorar nuestra salud, nuestra autoestima, de ahorrarle dinero a la seguridad social y de crear sociedad con él. No he visto mayor unanimidad, siendo la sociedad española una sociedad compleja, como cuando nuestros grandes deportistas ganan competiciones internacionales. Sobre ese valor se construye ciudadanía, salud, igualdad de género e integración social.

Por último, nos gustaría que nos diera algunas píldoras y recomendaciones culturales. Es importante saber las referencias del ministro. ¿Cuál es el último libro que se ha leído?

Voy un poco como puedo, porque me lo compré el día antes de que me llamaran para ser ministro, con el libro de Jordi Costa, Cómo acabar con la contracultura. Empecé en el metro, que es donde yo leo, la mañana de la llamada y por la noche ya no hubo metro [risas]. 

A raíz de que dijera en una entrevista que estaba con el de Jordi Costa, Herralde me ha mandado las dos memorias de Nazario, con las que voy a seguir a continuación. 

La verdad es que con el tiempo cada vez me gusta más el ensayo, la poesía me gusta desde siempre, y la novela tengo esas ganas de encontrar el novelón que te engancha desde la primera página y no puedes parar.

¿Y algún plan cultural para el verano?

Se inician los grandes festivales en España, que son maravillosos. Ha empezado el festival de Música y Danza de Granada, empieza Mérida este fin de semana, Almagro a la siguiente, La Mar de Músicas en Cartagena, El Grec en Barcelona, el FIB... Vamos a invitar a todos esos festivales, y luego a infinidad de festivales más pequeños. Disfrutemos de la cultura al aire libre, que es lo que toca en verano.

Empieza también el Orgullo, ¿se va a lanzar alguna iniciativa desde el Ministerio para aunar la cultura con la reivindicación LGTBI?

El Orgullo siempre lo organiza el colectivo LGTB. Pero bueno, recomiendo otro libro que no me he comprado aún ni he leído, pero vi en el programa de La hora cultural en TVE. Es de una escritora y activista estupenda, Roberta Marrero, y se llama We can be heroes por la canción de Bowie. Ese me lo voy a comprar seguro. Está editado por Lunwerg, que es una editorial estupenda.

Hago aquí también publicidad de las editoriales españolas, pero que no se enfaden las otras, que ya recomendaré libros suyos también.

Y para que no se enfade el cine, ¿qué película ha sido la última que ha visto en una sala?

Hace tiempo que no voy al cine, porque yo los fines de semana me voy al campo y es cuando se puede ir al cine. Pero fue Llámame por tu nombre (Call me by your name) que me llevó una amiga entusiasmada. Me he perdido las últimas de La Guerra de las Galaxias, que me encantan, y quiero ver la de los dinosaurios [Jurassic Park] Porque, además de que el director es español, me encantan. 

De cine español, lo último que he visto fue La enfermedad del domingo. Aparte de que es una película maravillosa al completo, a las dos actrices las nominarán este año a todo, supongo. Es que tengo especial debilidad por Barbara Lennie, tanto en teatro como en cine. Pero de cine me gusta todo. Tanto el arte y ensayo como el puro entretenimiento.

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