Las cinco mejores películas de terror de 2018 para pasar miedo este Halloween
Es día de celebración de lo siniestro. En pleno auge industrial del cine terrorífico, derivado de los enormes resultados económicos de It o del universo de Expediente Warren, la fiesta globalizada de Halloween nos impulsa a hacer un repaso de la cosecha de sustos fílmicos del año.
A falta de que se difundan algunas de las películas más llamativas entre las que fueron presentadas en el pasado festival de Sitges, como In fabric o Suspiria, escogemos cinco de los filmes más interesantes que han conseguido abrirse paso hasta las salas.
Un lugar tranquilo
Un lugar tranquilo
Uno de los éxitos del año ha sido esta mezcla de acción y terror con amenaza fantástica. La audiencia se encuentra con una humanidad esquilmada por la aparición de unos seres alienígenas que localizan a sus víctimas a través del sonido. Una familia se ha instalado en las montañas y vive una disciplinada vida de silencio y susurros.
John Krasinski debutó como director con este relato poderoso que integra en la narración la dialéctica entre sonido y silencio tan importante en el cine terrorífico, explotado en otra obra relativamente reciente como No respires. Un lugar tranquilo puede remitir a ese gusto por la escapada aislacionista de la América conservadora, donde un acontecimiento apocalíptico puede servir de oportunidad para un nuevo inicio. A la vez, también hace gala de algunos apuntes sobre las complicaciones de la maternidad e imágenes de resistencia femenina bien armada.
No falta el recurso al punto débil del enemigo, habitual en los relatos de invasiones extraterrestres desde los tiempos de la novela La guerra de los mundos, de H. G. Wells, hasta la mucho más reciente Señales, de M. Night Shyamalan. Ambos son grandes referentes que Krasinski consigue no desmerecer.
Hereditary
Hereditary
El primer largometraje de Ari Aster ha supuesto algo parecido a lo que significó La bruja cuando irrumpió en las carteleras en 2016: un cuento de miedo proviente de la órbita de Sundance que recibe aplausos pero también despierta el recelo de algunos aficionados al género terrorífico. ¿Se trata de una impostura indie que explota algunas de las claves del cine de miedo como reclamo comercial? Es una extraordinaria estilización de los códigos del género desde un punto de vista relativamente externo.
Cuando Annie se muda con su familia a la casa de su madre fallecida, empiezan a sucederse ciertos acontecimientos extraños. Otra muerte no hace más que enrarecer la situación e intensificar el duelo. Entre inscripciones enigmáticas en las paredes y hallazgos macabros, personajes y espectadores se van adentrando en un extraño viaje. La narración va abandonado paulatinamente el desasosiego sobrio de tintes arty para abrirse al gran guiñol ocultista. Una interpretación muy intensa de la actriz Toni Colette abre el camino al exceso.
Si Un lugar tranquilo ha sido una de las propuestas más sólidas del cine fantástico mainstream de este año, Hereditary representa a aquellas cintas que hay que ver para poder posicionarse en un debate quizá demasiado polarizado. Como mínimo, el filme fisura los retratos de familia unida dominantes en el cine de terror impulsado al amparo de Expediente Warren y su enorme éxito industrial.
Los extraños: cacería nocturna
Los extraños: cacería nocturna
Ante el poco brillo de las últimas manifestaciones del cine de espectros y sustos para un público masivo, como La monja o Slender man, quizá resulta más recomendable esta inesperada secuela. Los extraños fue un apreciable thriller de invasión doméstica, opera prima de Bryan Bertino (que firmaría la extraña y a ratos bastante perturbadora Mockingbird). Bertino presentaba a unos antagonistas que eran simples máscaras, encarnaciones anónimas del horror que despierta un mal arbitrario, silencioso, inmotivado.
Diez años después del estreno de la primera película, vuelve el trío de asesinos enmascarados. Una familia pasa por problemas de convivencia: su hija rebelde se muestra dolida porque va a ser trasladada de escuela y alejada de sus padres. Las fricciones y los reproches quedan en suspenso por motivos argumentales: cuando todos ellos empiezan a ver amenazadas sus vidas, intentan colaborar y protegerse con resultados desiguales.
La invasión doméstica se convierte en un asedio itinerante, ubicado en un fantasmagórico emplazamiento de recreo con cabañas prefabricadas y caravanas. El uso de clichés terroríficos, potencialmente irónico, salpica el vagabundeo de los protagonistas en su búsqueda de refugios y medios de huida. Quizá el resultado no sea especialmente memorable, pero sí apreciable, e incluye una poderosa escena de lucha a muerte entre los neones de una piscina de recreo a ritmo de Cindy Lauper, ciertamente memorable. Probablemente los aficionados compararán sus virtudes y defectos con la inédita Lobos en la noche o Ghostland.
La noche de Halloween
La noche de Halloween
Después de siete secuelas y un remake con su correspondiente continuación, la franquicia Halloween hace (casi) tabla rasa. La noche de Halloween es una secuela directa del original que ignora todos los filmes posteriores. El filme llega con banda sonora de John Carpenter y un nuevo retorno de Jamie Lee Curtis para dar empaque al evento. Cuarenta años después de la matanza de Haddonfield, Michael Myers volverá a enfrentarse con la superviviente de la primera noche: una Laurie Strode reminiscente de la Sarah Connor de Terminator 2, preparada para el retorno del asesino pero incapaz de mantener una vida personal satisfactoria.
Los responsables intentan trascender el cine slasher de cuchilladas a víctimas intercambiables, e incorporan un cierto despliegue dramático. En paralelo, algunos diálogos humorísticos remiten a la dedicación a la comedia del coguionista y director David Gordon Green (Superfumados). La noche de Halloween toma la forma de una actualización respetuosa pero no clónica, bastante sobria a pesar de algunos efectismos quizá innecesarios.
Uno de los adolescentes del filme se pregunta porqué tanta mitología sobre Michael Myers, cuando solo mató a cinco personas con un cuchillo. Puede verse en esta escena un comentario sobre la normalización de los asesinatos en masa y, a la vez, una broma metacinematográfica: para la audiencia, Myers ha protagonizado diez películas y ha asesinado a decenas y decenas de personas; sin embargo para los personajes, lleva 40 años cautivo. Los tiempos, en todo caso, han cambiado: si en el clásico de John Carpenter, los niños pasaban la noche mirando películas fantásticas de los años 50, ahora el entretenimiento retro proviene de los años 80.
Mandy
Mandy
Mandy parecía una película ideal para la noche de Halloween, pero ha retrasado su estreno al día 9 de noviembre. Sin embargo, en este viaje al infierno, Nicolas Cage se muestra todavía más desatado que en la reciente Mamá y papá. Su personaje es Red, un leñador que vive relativamente aislado con su pareja en una cabaña. El líder de un culto religioso la escoge a ella como presa y termina asesinándola. Red es dado por muerto pero resurge para perseguir a los asesinos.
Como The void, Mandy es una de esas películas-coctelera cuyos ecos de clásicos preexistentes estimula el debate de los aficionados al género fantástico. Panos Cosmatos (Beyond the black rainbow), hijo del realizador de Rambo II o Tombstone, ofrece un thriller de venganza desquiciado que, a ratos, puede recordar tanto al gore grotesco del primer Sam Raimi (Posesión infernal) como a los personajes perdiendo la cordura de David Lynch (Carretera perdida) o a las irrupciones de criaturas infernales al estilo de Hellraiser.
Todo ello llega decorado con los colores que fueron característicos del cine de terror italiano más estilizado de Dario Argento, Mario Bava o Lucio Fulci, adaptado a los tiempos y las posibilidades de la filmación digital y sus trucajes. En pleno goteo de thrillers de venganza (Death wish, Matar o morir, Revenge), Mandy se distingue por su dispositivo estético llamativo y por una cierta apertura a lo fantástico. Es una película-experiencia notablemente violenta, limitada en el aspecto dramático pero que llega a desprender un raro calor en el retrato matrimonial del inicio.