Ana R. Cañil: “Las preferentes son el paradigma de la crueldad”
Lo primero que hace Ana R. Cañil al verme es darme dos besazos y disculparse por lo poco que le gusta que la entrevisten. Ella, que lleva haciendo preguntas desde hace muchos años, comienza a preguntarme a mí. Lógico. Ana, periodista económica en medios pasados (Cinco Días, Soitu,...) y presentes (eldiario.es, Huffington Post…), ha escrito su tercera novela, “Masaje para un cabrón” (Espasa), en la que cuenta la historia de Tasia, una mujer que decide vengarse de esta crisis y de sus responsables. Íbamos a hablar de su libro pero noto que, poco a poco, Ana me está preguntando a mí. “¿De dónde eres?”, “¿qué estudiaste?”, “¿dónde trabajaste?”, “¿qué te parece…?”. Pienso, mientras un hipster me pone un café, en el concepto de “entrevista preventiva”, que es lo que me está haciendo. Voy yo.
¿Por qué te metiste a periodista y no, por ejemplo, a robar bancos?
Porque me encantaba. Y porque no existe la profesión de “cotilla profesional”... Necesitaba saber cosas…
Y, dentro del periodismo, ¿por qué el económico?
Aterricé como becaria en el “Cinco Días”, el primer periódico económico en España. Alrededor de 1978, la casualidad fue increíble porque justo en ese momento cerraron “Cuadernos para el Diálogo” e “Informaciones”, con sus páginas salmón, y desembarcaron en “Cinco Días” periodistas como Eduardo Barrenechea, Joaquín Estefanía, Ernesto Ekaizer, Federico Abascal… Estas oportunidades que te da la vida: yo era una enana respondona y me adoptaron. De la economía, que me espantaba al principio, descubrí de pronto su lado social. Para mí, la economía no eran ya los números y los datos, es tu vida y la mía y las putadas que nos están haciendo.
La economía es muy importante pero, a pesar de eso, uno, al leer tu libro, piensa que el puteo a la mujer es constante haya crisis o no la haya.
No me provoques porque… (Nos reímos) Cuando empecé esta historia, me di cuenta de que repetía los esquemas históricos de mujeres del pasado y me dije “nos están timando, nos han tangado desde el principio”. Resulta que llevamos cincuenta años en los que creíamos que habíamos avanzado un huevo y, de pronto, en los últimos siete años, aunque de fondo esto haya estado presente siempre, hemos retrocedido brutalmente. Tasia, mi protagonista, es muchas mujeres y no quiero que sea mi hija. Lo que me acojona es lo que hemos desandado estos siete años y cómo hemos asumido roles de mi madre y de mi abuela, roles que yo veo reproducirse en algunas amigas de mi hija, como esta cosa que nos tomamos de coña de “chati, te voy a recoger, no bajes con la minifalda de ayer”.
Por eso, en mi novela no me invento nada. Cuando les dí a varias amigas el borrador a leer, un par de ellas me dijeron “anda, guapa, te has dado al panfleto”. ¡Claro que Tasia es en parte panfletaria! Estoy hasta los ovarios de que me lo suelten lo de “panfletaria” o lo de “la demagogia”. ¿Contar la verdad y el drama de esta gente es panfletario y demagógico? Los que son panfletarios y demagógicos son ellos, que nos han hundido durante los últimos siete años: los publicitarios de un Sistema que se va al garete, los arquitectos y los ambiciosos, los ejecutores… y, claro, los de arriba, los de siempre. No se nos olvide que entre los de arriba hay categorías: ¿quién palma con las tarjetas black? Los advenedizos. La raza pura, la estirpe, no paga nada: esos siguen ahí. Encima a Podemos les parece bien una parte de esta gente, como Botín. Supongo que por la parte social, las fundaciones…
Sí, como si no se lo cobrasen.
Eso, como si no desgravasen, no lo utilizasen para mejorar imagen…
Sí, pero nos lo tragamos.
Y sobre todo hasta la llegada del 15M, con la llegada de la austeridad. Tendrán que pasar años para recuperarnos de este crimen. No me basta con que Juncker pida perdón a las miles de Tasias: algún día, cuando tengamos perspectiva, la Historia juzgará el austericidio y las personas que se quedaron en el camino por su culpa.
Utilizamos metáforas bondadosas como esta, “se quedaron en el camino”, para cosas terribles que aparecen en tu novela: suicidios, desahucios, miserias, separaciones, muertes… Frente a lo aparentemente invencibles que éramos en la buena época, ¿no crees que la crisis nos ha mostrado nuestra fragilidad real, de clase?
Totalmente. A mi protagonista, y a todos nosotros, le dan el caramelo. A finales del siglo XX, después de haber pasado tanto, pensaron que, por primera vez, podían levantar cabeza y, de golpe, les han intentado devolver a su sitio. Muchas de ellas se resisten y son plenamente conscientes, mucho más conscientes de lo que eran sus madres.
¿Somos conscientes de lo mucho que afecta la macroeconomía en nuestro día a día?
Más de lo que nos creemos. En esta crisis, esa es la gran diferencia: cuando nos han hecho esto… Porque nos lo han hecho, no “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”... ¡Y una mierda!… ¿Por encima de qué?... Eso sí, se achaca a los políticos que sean los principales responsables. Los políticos son culpables pero como intermediarios. La culpa empieza en las instituciones financieras que se inventan cómo estafar a los más débiles. Las preferentes son el paradigma de la crueldad: están diseñadas para machacar a la clase baja. De hecho, los responsables están fuera de la cárcel: mira a Blesa.
Una cosa que me he preguntado siempre. Tú que les has tratado, que les has entrevistado: los poderosos, que son casi siempre hombres, ¡una casualidad!, ¿toman decisiones con la polla? Es decir, si el marido de tu protagonista fuese de clase alta, el fondo de sus comportamientos sería el mismo: el poder, el sexo, la dominación…
Él es otra víctima pero, si fuese de clase alta, probablemente sería como ellos. Dicho esto, no es lo mismo cuando vienen de cuna que cuando se hacen. No es lo mismo Botín que Francisco González (BBVA), que se lo ha currado, dando el pelotazo en la crisis con el capitalismo de amiguetes de Aznar. Son distintos pero ambos viven en un mundo aparte. Un día, cuando tuve oportunidad, le pregunté a Francisco González cuando estaba en plenas luchas de Consejo de Administración, hace tiempo: “¿Por qué estás aquí? Pero si tienes todo…”. Me contestó dos cosas, la primera, de protocolo, “tengo una responsabilidad” y la segunda, en off, “no sabes lo que es el poder”. Pablo, el marido de mi protagonista, va a ejercer el poder pero nunca lo va a tener tan interiorizado como lo tienen estas personas.
Que te pregunte una cosa tan evidente como si esto es una crisis o una estafa es de mal entrevistador.
(Se ríe) Claro que es una estafa. En Estados Unidos, al negro de clase baja se le colocaba la hipoteca basura. Aquí, a los obreros se les colocaba las preferentes. Una estafa.
Y la reacción a esta estafa.
Justo ahí se me ocurre cómo continuar con la novela. Un día escucho a una mujer, afectada por uno de estos casos, decir “es que habría que ametrallarlos”. Esa frase es común en las mujeres que trato de mostrar en mi novela pero también observé que, mientras ellas se rebelaban así contra los poderosos, a los hombres de su generación les veo a la puerta de los bares, más resignados. Quizá las que llevan la mochila de a diario son ellas, como amas de casa.
Otra cosa que me ha interesado de la novela es que, aunque de forma liviana, está Agatha Christie, Hitchcock… es decir, juegas al crimen perfecto. Encontrar un método literario de matar sin que te pillen. Si tuvieses esa oportunidad en la vida real, ¿lo harías?
A alguno, sí.
Yo también. Sin mancharme, eso sí.
Para escribirlo pregunté a un amigo médico sobre el método que utilizo en la novela (Nota del entrevistador: aquí hablamos del método que sale en la novela de Ana. Para saber cuál es, mejor leerla) y me dijo “joder, tía, no des ideas”. (Nos reímos) Le respondí “¡Pero si nadie lee novelas, tranquilo!”.
Mi madre, pasando de médicos, recomendaba un remedio estupendo para maridos hijos de puta: “¿Por qué no le empujará escaleras abajo?”. Método asturiano exprés, al toque. “¡Uy, tropezó Manolo! ¡Qué desgracia!”, me decía ella, pero me también me avisaba: “el único problema es si cae bien y solo se queda tonto, que encima le tienes que cuidar”. Resumen: si empujas, hazlo bien.
(Se ríe) Eso también lo piensa la Tasia de mi novela…
La última. La más importante. ¿Qué te hace escribir esta novela?
La ira y la rabia que me produce la situación actual: he escrito para no coger una metralleta.