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“Obligando a leer a un niño o niña 'La Celestina' puedes estar destruyendo un futuro lector”

Juan Gómez-Jurado ha vendido seis millones de libres traducidos en 40 países distintos

Francesc Miró

Cuando le saludamos, aún no es hora del segundo café de la mañana y Juan Gómez-Jurado dice haberse firmado trescientos ejemplares de su nueva novela. Ha acudido de buena mañana a las oficinas de un gigante como Penguin Random House Mondadori, mandato editorial mediante, y se ha pasado horas rubricando ejemplares que no sabe a quién irán destinados.

Las cifras que maneja son difíciles de delimitar. Y, sin embargo, el escritor y periodista saltó a la palestra hace poco más de una década cuando publicó Espía de Dios (Roca Editorial, 2006). Su prosa adictiva y su habilidad para entretejer tramas complejas aparentemente sencillas, conectó de forma inmediata con los lectores de La leyenda del ladrón (Planeta, 2012), El paciente (Planeta, 2014) y Cicatriz (Ediciones B, 2015). Su última novela, Reina Roja (Ediciones B), salió a la venta el pasado 8 de noviembre y ya va por la segunda edición. No será la última, eso seguro. Ha vendido más de 6 millones de sus libros en cuarenta países distintos.

Pero el número de ejemplares vendidos puede no definir a un buen escritor, como el número de votos puede no definir un buen político. Sin embargo, en sus programas hace gala de un conocimiento y una voluntad divulgativa incansable. Hablamos de Todopoderosos y Aquí hay dragones, podcasts  que realiza con Javier Cansado, Rodrigo Cortés y Arturo González-Campos. También en Cinemascopazo, show madrileño que realizaba con este último y, ahora también, con Los Seriotes, programa del canal AXN.

El Paciente narraba la historia de David Evans, Cicatriz la de Simon Sax. ¿Volver a construir una novela en torno a un protagonista femenino, como lo era Paola Dicanti en Espía de Dios, es una vuelta a su origen?El PacienteCicatrizEspía de Dios

Los personajes femeninos en mi obra siempre son muy importantes. De hecho, en El Paciente la importancia de las mujeres es fundamental. Tanto con el personaje de Rachel como con Kate Robson que es coprotagonista y que asume el rol dominante, mientras que el rol sentimental y dubitativo lo asume su partenaire masculino. La inversión de roles tradicionales puede rastrearse fácilmente. Pero sí, aquí directamente la protagonista es Antonia Scott y no hay ningún tipo de discusión.

Antonia Scott se describe como la persona más inteligente del mundo, también una mujer con dificultades en sus relaciones personales. ¿Cómo llega hasta un personaje tan potente?

Pues con dificultad, la verdad. Ella aparece en mi cabeza hace tres años, y al principio no nos llevábamos muy bien. No la entendía y me costaba mucho llegar hasta comprenderla. Así que la forma de acercarme es crear un coprotagonista como Jon Gutiérrez, que se parece más a mí.

Bueno, yo no soy ni policía, ni vasco, ni homosexual. Pero comparto con él muchas cosas. Él me permitió hacer de puente hasta la mujer extremadamente inteligente que es Antonia.

Arthur Conan Doyle creó a Sherlock Holmes inspirándose en un profesor que tuvo, Joseph Bell. ¿Qué referentes manejó para construir a Antonia? Joseph Bell

Es un reflejo de mucha gente que conozco, tanto de mi mujer, como de muchas mujeres que me he encontrado en mi vida y que he notado que sufren de lo mismo que sufre Antonia: tener que esconder su inteligencia. Creo que no hace falta ni explicación para entender eso, pero existe una presión social que no permite a las mujeres mostrar quiénes son y las cosas que son capaces de hacer. Afortunadamente eso está cambiando.

Eso está dentro del subtexto de la novela, y ni siquiera ha sido de forma intencional. Me he dado cuenta a posteriori. Muchas veces los escritores no somos conscientes de lo que estamos haciendo. Todos somos producto del zeitgeist, ¿no? Del signo de los tiempos. Y cuando notar una historia que quieres contar, intentas reflejarla en una página pero sin ser consciente de todo lo que puede haber debajo de esa historia.

Eso parece ser algo casi inherente a las profesiones creativas. Hay muchos directores que hacen una película y hasta que no la estrenan no se percatan de lecturas que es capaz de ofrecer su trabajo. ¿Es algo que pretende explotar en sus libros, ese feedback o ese inesperado discurso que subyace y que despierta algo en el lector?feedback

Más bien es algo que recibes de forma sorpresiva y, a veces, reveladora. Cuando escribí La leyenda del ladrón, una novela de capa y espada ambientada en la Sevilla del siglo XVI, me inspiré en la vida de Cervantes, que aparece como personaje secundario. Pero la escribí pensando: voy a escribir una historia de aventuras.

Sin embargo, cuando la presenté en Alcalá de Henares, en la casa de Cervantes, había allí ochenta personas que sabían muchísimo más de Cervantes que yo y que me explicaron que había escenas con paralelismos clave con El Quijote. Entendí de repente de qué iba mi novela. Pero lo entendí porque me lo explicaron ellos. Me golpeó la humildad: muchas veces el escritor es el vehículo de una historia.

En Reina Roja convive una fauna particular de personajes: policías machistas, inspectores homosexuales, viejos carroñeros del periodismo... todos pueden ser reflejos de nuestra sociedad, si el lector quiere. ¿Cree que su obra se presta a que el lector proyecte sobre ella realidades de su entorno?Reina Roja

Los escritores hacemos el 50% de lo que una obra significa. La otra mitad ocurre en la cabeza del lector. Es la definición de cualquier acto cultural. El intercambio se produce cuando existe un emisor y un receptor. Una vez expresada la idea el receptor absorbe la información del emisor y la introduce en sí mismo para interpretarla. Así que el escritor debe aceptar que el lector es la mitad del libro.

Además, cuanto más te adentras en un producto cultural, más capaz eres de obtener cosas a cambio. Si tú ves Los Simpson y te quedas con que Homer sale en calzoncillos, pues interpretarás una serie de cosas que te pueden hacer más o menos gracia. Pero si tienes en tu haber determinadas referencias culturales, te darás cuenta de otras cosas. Podrás descubrir cómo cada episodio –por lo menos cuando eran buenos-, tiene muchos y distintos niveles de lectura. Y eso pasa igualmente con los libros.

Los míos no son una excepción. Tú puedes coger Reina Roja y leerlo como un vehículo de entretenimiento sin más, pero también encontrar otras capas. Y esas ya no me pertenecen tanto a mí como al lector.

¿Y respecto a esa proyección que hace el lector, alguna vez se ha sentido incómodo por una lectura que alguien ha podido hacer de una obra suya?

No, la verdad es que no. Osea, el libro es tuyo y para eso te lo has comprado.

Entonces no ha tenido nunca problemas con la crítica literaria.

Es que eso me da igual. Mira: el primer día que publiqué en Estados Unidos me encontré con las dos caras de la misma moneda. En 2007 se publica allí El espía de Dios y el USA Today dice: «Marca un nuevo estándar de oro para los thrillers». Pero Kirkus Reviews, una de las más prestigiosas instituciones de la crítica literaria en Estados Unidos dice: «Ojalá se le caigan las manos para que no escriba más». ¿Con qué me quedo? ¡Las dos son percepciones subjetivas de dos señores distintos! Lo que me importa, de verdad, es lo que piense el lector.

Y el lector que más me importa soy yo... ay, espero que esto no sea el titular [Risas]. Pero desarrollo esta idea: si creo en una obra y la escribo con honestidad, mimo y cariño. Si confío en ella porque me gusta a mí, entonces puedo defenderla. Y entonces, puede, que también le guste a los demás.

Otra de las características de su obra es que en su prosa se dan la mano muchos y muy variados referentes culturales. De El asombroso mundo de Gumball a Dwayne Johnson, pasando por Cervantes. ¿Surgen de forma natural o responden a una intencionalidad autoral de no desvincular su obra de la cultura pop?El asombroso mundo de Gumball

Los escritores somos producto de lo que hemos visto y vivido, de lo que nos gusta o de lo que nos apasiona. Y mientras que, desde un punto de vista objetivo, tú puedes decir que existe un cánon occidental del cual el centro sería Shakespeare y Cervantes. Creo que yo, como escritor, tengo la responsabilidad de transmitir que hay la misma sensación de maravilla en Hamlet que en La broma asesina (1988) de Alan Moore.

Eso no significa que una obra sea infinitamente superior a otra, lo sé. Soy consciente de ello. Alguna vez se me han entendido mal cuando he explicado esto. Cuando digo que obligando a leer a un niño o niña de catorce años La Celestina  (1499) puedes estar destruyendo un futuro lector. Eso no quiere decir que no crea que La Celestina sea una obra absolutamente increíble. Lo es. Pero puede resultar muy aburrida para un chaval de determinada edad.

Lo que me gusta, y lo que intento hacer con los libros y con los programas, es intentar transmitir que se encuentra ese sentido de la maravilla en todo lo que consumes culturalmente, si estás lo suficientemente abierto y formado como para comprenderlo.

¿Hamlet puede molar lo mismo que Batman? La respuesta es sí. ¿Es uno más importante que el otro? Por supuesto. Que dos cosas molen mucho no significa que tengan la misma importancia.

Y te suelto esta chapa porque hoy es muy fácil decir en un tuit «Juan Gómez-Jurado dice que Hamlet y Batman son lo mismo». Eso no es lo que estoy intentando decir. Lo que intento explicar es que hay que tener las suficientes herramientas de pensamiento crítico para afrontar distintas expresiones culturales. Lo siento, te he soltado un rollo que te cagas.

Pero creo que he seguido el razonamiento...

Mira, ahora mismo la batalla de muchos creadores como yo podría resumirse en: «piensa por ti mismo». En «no reduzcas todo un razonamiento a una simple proclama», «eres suficientemente inteligente como para ceñir tus ideas a 280 caracteres». Con que la gente piense por sí misma me doy con un canto en los dientes.

Este debate se parece mucho al de hace siglos: la diferencia entre alta y baja cultura. Un estatus cultural inamovible contra una cultura pop que se reivindica capaz de alimentar ese pensamiento crítico del que hablamos.

Por eso hacemos Todopoderosos, de hecho.

Pero el debate sigue estando vigente... ¿Por qué cree que seguimos hablando lo mismo desde hace siglos?

No lo sé. Hasta la persona más hiperculta cae en el mal de creer que uno mismo es la medida de todas las cosas. Tendemos a pensar que el que sabe un centímetro más que tú es un pedante, y el que sabe un centímetro menos que tú es un ignorante. De eso va Twitter, en el fondo, ¿no? De tener razón y molar más que otras personas. Es algo que me produce extrañeza, perplejidad y, sobre todo, tristeza. Todos somos ignorantes, pero no todos ignoramos las mismas cosas. Es tan sencillo como eso.

Para mí, la actitud más sana y que me gustaría ver en un debate como este es: hablemos y disfrutemos, pensemos y crezcamos. Y si podemos ayudarnos unos a otros a hacerlo, mejor.

De ahí Todopoderosos, Aquí hay dragones, Cinemascopazo… ¿Qué esperáis ahora de Seriotes?TodopoderososAquí hay dragones CinemascopazoSeriotes

Es un proyecto que nace porque vemos en las series de televisión cosas que nos parecen apasionantes de analizar. Por ejemplo ¿Se explica en The Good Doctor cómo es la vida de un médico? ¿Cómo es la gente que tiene que enfrentarse decisiones de vida o muerte en cuestión de segundos?

Se trata de utilizar la percha de una serie de televisión para reflexionar de determinados temas. Con expertos que van a venir a vernos: una criminóloga, un médico, una bombera... profesionales increíbles que nos puedan explicar cómo viven su trabajo y cómo este se refleja en la ficción. Coger la cultura pop para intentar aprender algo más allá del mero entretenimiento.

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