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Ruido y silencio

Momento rojipardo

El artista, poeta y cantaor flamenco Francisco Contreras Molina, conocido como ‘Niño de Elche’, en una imagen de archivo.

Montero Glez

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No es que los fachas vuelvan, es que nunca se fueron. Lo que sucede es que, en época de crisis, el neoliberalismo se despoja de hipocresía y es entonces cuando los fachas se dejan ver; no disimulan su condición. Lo estamos sufriendo en todos los ámbitos. 

Las calles vibran al son de la nostalgia de otros tiempos y el arraigo del nacionalismo español llega incluso a la música popular, convirtiendo el espectro sonoro en un campo de propaganda fascista. De esto último conviene hablar, pues hace unos meses, poco antes de la pandemia, coincidiendo con el Día de la Hispanidad, se dio a conocer un proyecto musical de corte fascistoide que se vino a bautizar con el sobrenombre tan grosero como ridículo de “Fuerza nueva”,  una agrupación sonora formada por el grupo indie Los Planetas con el añadido de la voz del Niño de Elche. 

En la imagen del lanzamiento aparecían los miembros con pintas de matones de Cristo Rey, armados con bates de béisbol y capirotes religiosos, como si se tratase de  una nueva cofradía musiquera envuelta en aroma a cera Pascual. Se trata de una imagen que queda muy lejos de la ironía que dicen reflejar. Ironía de boquilla, se llama a esto en mi pueblo.

Porque la expresión irónica tiene su origen en el contraste, y poco contraste hay entre la imagen que quieren dar los de “Fuerza nueva” y el contenido de su trabajo. Entre otras muchas barbaridades que se gastan, han grabado el Himno de la Legión, sí, ese cántico patriotero y violento que pone tan cachondo al Abascal y compañía y que saca a desfilar a sus acólitos con mucho movimiento de brazos, como aquejados de golondrinos sobaqueros. El himno lo canta uno de Los Planetas y lo lleva a cabo con la pereza y la flojera que caracteriza sus interpretaciones, añadiendo el timbre pijo que nunca ha de faltar a cualquier grupo indie que se precie. No es que lo haga en tono de burla, qué va. Es que no sabe hacerlo mejor. 

Luego están las declaraciones de estos “Fuerza nueva”, tan de chulería de billar barriobajero: “Los independentistas son muy cobardes”, afirman retadores estos hijos patrioteros del nacionalismo español carpetovetónico. Ya se conocía la tendencia fascistoide del Niño de Elche, atraído por la liturgia de las vanguardias que pusieron en práctica señoritos de las letras como Giménez Caballero, introductor del fascismo en España. 

Con la creación de este proyecto, Niño de Elche da rienda suelta a sus fanfarronadas y Los Planetas vuelven de nuevo a estar en carretera. Imagino a la afición en sus conciertos; la peña saludando como si llamaran a un taxi. Si Valle-Inclán no hubiera creado el esperpento, estos de “Fuerza nueva” se llevarían la patente. 

En este país con tan poca cultura de raíz política, los de “Fuerza nueva” han venido a hacer borrosa la clara línea que separa a la derecha de la izquierda, lo ilegítimo con lo legítimo, lo de arriba con lo de abajo. La lectura política que se está haciendo actualmente de la crisis trae estas cosas. El lanzamiento del engendro fascistoide tiene algo más de año y medio, pero sirve de ejemplo para ilustrar el momento rojipardo que estamos viviendo, donde lo pardo abunda más que lo rojo. 

Si dicho momento no hubiese surgido con el beneplácito de un gobierno que se dice de izquierdas, la izquierda estaría más unida para enfrentarse a todo esto. Pero el primer culpable de que esto ocurra, de la confusión que existe entre derecha e izquierda y de que los fachas tengan tanta visibilidad, es un gobierno débil que ha sido subsumido por el capitalismo en su modo neoliberal; un gobierno que está permitiendo que el colchón del Estado del bienestar sea cada vez más raquítico. El mismo gobierno que poco hace por revertir al Estado las fuentes energéticas y que consiente colas de hambre y desahucios.  

Desde Moncloa se lo están poniendo en bandeja a los fachas, los únicos que han capitalizado el descontento de las calles y además con música. Haz que pasen, Pedro.

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