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Si quieres descubrir a Juan Marsé, no te fíes de las películas que se hicieron con sus libros

El escritor Juan Marsé

Francesc Miró / José Antonio Luna

20 de julio de 2020 22:24 h

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“Todas las películas que se han hecho basadas en mis libros son muy malas”, sentenciaba Marsé en 2008, el mismo año que recibiría el Premio Cervantes. Entonces se encontraba trabajando en su novela más autobiográfica: Caligrafía de los sueños, que se publicaría en 2011 y narraría la vida de un joven llamado Ringo, que descubre en el cine y el ejercicio de la ficción un sentido para su vida gris.

Lo cierto es que, como Ringo, Marsé fue un cinéfilo reconocido no solo por la presencia del séptimo arte en sus novelas y viceversa, sino también por lo mucho que cultivó ese gusto públicamente. Suyos son, por ejemplo, libros como Un paseo por las estrellas, publicado en 2001 (RBA), que recopilaba muchos de sus retratos sobre cine aparecidos a lo largo de los noventa en el diario El País, y Momentos inolvidables del cine (Carroggio) en la que recorría la historia del celuloide a través de sus escenas y anécdotas favoritas. 

Tal vez por eso juzgaba tan severamente las adaptaciones realizadas de sus libros en la gran pantalla, que no fueron pocas: su figura estuvo tan presente en la literatura de la segunda mitad de siglo XX como en el cine español de finales de siglo y principios del XXI. Al margen de su labor como guionista, ocho largometrajes y una serie surgieron de sus obras para dialogar, ampliamente, con su prosa. 

Aranda y Marsé: una amistad a través de la pantalla

Juan Marsé y Vicente Aranda empezaron sus respectivas carreras a mediados de unos convulsos sesenta en España. El primer gran éxito del escritor, Últimas tardes con Teresa, se publicó en el 66. Un año antes, Aranda había debutado con dos títulos muy distintos: Fata Morgana y Brillante porvenir. En sus respectivas relaciones ya se podían entrever algunos de los temas que vertebrarían la carrera de ambos: el sexo como relación de poder mediado por la clase social.

Del cineasta se dijo que fue uno de los primeros agitadores de la llamada Escuela de Barcelona que, en lo literario, tenía a Marsé como adalid, junto con autores como Gil de Biedma, Juan Goytisolo, Terenci Moix, Eduardo Mendoza y Manuel Vázquez Montalbán, amigo íntimo de ambos. 

Aranda adaptó a Marsé por primera vez en el 79 con la provocadora La muchacha de las bragas de oro, ganadora del Premio Planeta un año antes. Una cinta que sentaría las bases de gran parte del imaginario fílmico asociado a la obra de Marsé, con Victoria Abril como el rostro de sus historias. Una cinta que influiría, aunque Marsé solo lo reconociese a regañadientes, en su forma de escribir y de enfocar el tempo, el ritmo, el ‘montaje’ de sus novelas, como bien contaban en el programa Historia de nuestro cine

Casi una década después, Aranda se puso tras las cámaras para adaptar Si te dicen que caí, de nuevo con Victoria Abril esta vez acompañada de Jorge Sanz y Antonio Banderas. Una película que sabía captar la aspereza de las relaciones entre los personajes de la novela, y que no tuvo intención de erotizar los encuentros sexuales entre los protagonistas, más bien mostrarlos con crudeza. “Tiene una rígida y compleja estructura, y se necesitan, por lo menos, dos visionados para su total comprensión”, escribía el crítico Jordi Batlle en el 91.

“Se ha convenido en erigir a Si te dicen que caí como la adaptación más afortunada de Marsé, aunque el escritor no esté muy de acuerdo”, decía el crítico Alberto Corona en Cinemanía. Lo cierto es que en el 93 Aranda repetiría como guionista y director adaptando una obra del escritor recientemente fallecido. Sería con El amante bilingüe y el resultado dejó más bien frío a público y crítica, a pesar de contar con un reparto de lujo con Imanol Arias, Javier Bardem, Fernando Guillén, y Julieta Serrano entre otros. 

El cineasta repetiría por última vez con una obra de Marsé en 2007: la adaptación de Canciones de amor en Lolita's Club. Un filme de calidad cuestionable, con Eduardo Noriega y Flora Martínez de protagonistas. Por aquel entonces, Aranda contaba a La Vanguardia, como se ha encargado de recordar estos días Lluís Bonet, que él siempre se había llevado mejor con autores que no le eran coetáneos. “Me refiero a Marsé, quien, por lo menos, ha sido sincero y me ha reprochado personalmente mi falta de poesía y ternura al adaptarlo. Lo dijo una vez ante un amigo común, el entrañable José Luis Guarner, que preguntó a Marsé, con su habitual y divertido sarcasmo: ‘Pero, Juan, ¿has leído tu novela?’”.

Otras adaptaciones y oportunidades perdidas

Manolo Reyes, más conocido como el 'Pijoaparte', es el protagonista de la novela que en 1965 llevó a Juan Marsé a ganar el premio Biblioteca Breve Seix Barral y, con ello, comenzar su consagración como escritor. Con Últimas tardes con Teresa, como decíamos, Marsé se convirtió en cronista de una Barcelona dividida entre lo marginal y lo burgués, contraste representado a través de sus personajes principales, el Pijoaparte, de clase marginal; y Teresa, universitaria hija de padres de clase alta.

El filme de título homónimo fue dirigido por Gonzalo Herralde en 1984 y, aunque se trataba de la adaptación cinematográfica de la que probablemente sea una de las obras más importantes de Marsé (y para la que hubo que esperar casi 20 años desde la publicación de la novela), la realidad es que su resultado no fue del todo satisfactorio. El guión contaba con la colaboración del propio autor catalán, pero el Pijoaparte de Ángel Alcázar no cautivó ni a los lectores de la novela ni a quienes se enfrentaban por primera vez a esta historia.

La oscura historia de la prima Montse es la cuarta novela de Marsé y la primera después de haber alcanzado la fama con Últimas tardes con Teresa. Sin embargo, también se trata de una obra importante porque supone el paso del autor a un tipo de literatura que ya no solo se limitaba a ser testimonial, sino en la que se permitía hacer una sátira del poder en una época de desencanto.

El largometraje esta vez fue dirigido por Jordi Cadena en 1977, y en él también abordaba el choque cultural y económico entre la burguesía y la clase obrera catalana a través de Montse Claramunt, la prima de un joven llamado Paco (Ovidi Montllor). Esta acababa enamorándose de un preso al que había convertido en su protegido, generando con ello un gran escándalo dentro de una familia para la que este tipo de romance resulta inconcebible. 

No fue el único escenario de Marsé. La Barcelona de la posguerra se convirtió en el espacio recurrente de sus novelas. Los cadáveres se amontonaban tanto en recovecos como en la memoria de personas como el protagonista de Ronda del Guinardó, que cuenta la historia de un inspector de policía que, como el propio título del relato indica, recorre las calles de la barriada del Guinardó. En esta obra, Marsé pasó a relatar el desgaste moral de un país que acababa de vivir una Guerra Civil y una Segunda Guerra Mundial que, aunque de espectadores, también supuso la caída en desgracia de muchas personas.

Esta novela fue adaptada por la directora italiana Wilma Labate en 2001, pero trasladando la historia a su propio país. Claudio Amendola se puso en la piel del inspector Sciarra, un policía que afronta su último día de trabajo acompañando por las calles de Nápoles a una niña pequeña a reconocer el cadáver de un hombre que se ha suicidado. A pesar de ser una cinta basada en la historia de Marsé, este filme pasó desapercibido en nuestro país por, entre otras cosas, la adaptación local de la misma. 

El embrujo de Shanghai, que le sirvió para recibir el Premio de la Crítica en 1994, es otro ejemplo de la posguerra como escenario. En ella el protagonista es Daniel, personaje que acompaña por las calles y tabernas de Barcelona al capitán Blay, un republicano que va a contracorriente de la realidad e intenta luchar contra la ideología dominante del franquismo. 

La adaptación al cine de El embrujo de Shanghai en 2002 estuvo a cargo de Fernando Trueba y, pese a que la novela tenía todos los ingredientes necesarios para que su llegada al séptimo arte fuese un éxito, al final acabó siendo un filme muy irregular. En un principio iba a ser dirigida por Víctor Erice, pero este abandonó el proyecto por diferencias con el productor y Trueba incluso acabó reescribiendo el guion que habían preparado para la ocasión. El resultado fue concebido como la oportunidad perdida de llevar de forma digna a la gran pantalla uno de los textos más brillantes de Marsé.

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