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Toni Cantó y los embustes sobre educación

Carles Marco

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La escuela infantil no adoctrina. Si uno recorre las grandes ciudades del País Valencià se dará cuenta que el idioma con diferencia mayoritario es ya el castellano. Llama por ello la atención la fijación que Toni Cantó (de ‘Ciudadanos’) tiene contra el valenciano. Repite este político que desde la Conselleria d’Educació se está adoctrinando al alumnado (grave ofensa que lanza contra el profesorado). Y acusa sin rubor a la inspección educativa de “no evitar el adoctrinamiento en las aulas”, insistiendo que, según él, “hay 205 escuelas de infantil donde los niños no dan ni una sola hora de castellano”. Esto es de una demagogia supina y demuestra que Cantó desconoce el sistema educativo. Por mi profesión tutorizo desde hace muchos años a las futuras técnicas superiores de Educación Infantil cuando realizan sus prácticas y no he parado de visitar escuelas infantiles. Doy fe de que en ellas no se adoctrina, y por muchas razones. Para empezar, estamos hablando de alumnado de 0 a 5 años, edades en donde su currículum se basa en conseguir una serie de competencias y rutinas básicas de autonomía personal, de desarrollo cognitivo, motor y sensorial, de conocimiento del medio, de habilidades sociales y de higiene, de los más básicos y sencillos rudimentos matemáticos… Y, cómo no, de iniciarse en la competencia lingüística.

Pero Cantó, ignorante, no sabe que en educación infantil no existen asignaturas stricto sensu sino que se utiliza un enfoque globalizador que auna el desarrollo de todas las competencias, donde los objetos de conocimiento se abordan como una totalidad. Desde el gran e innovador pedagogo Decroly quedó instaurado el método global que sumerge al niño en el todo que se trata de asimilar, sin consideración de las partes pues “las facultades mentales no trabajan aisladamente, sino simultáneamente”. El enfoque globalizador se aplica al unísono a las primeras enseñanzas del lenguaje, el dibujo, la música… quedando suprimida la distinción de asignaturas, horarios fijos para ellas y los libros de texto. Son ya clásicas y aceptadas las consideraciones epistemológicas, psicopedagógicas y sociológicas de esta metodología. El conocimiento el niño lo aborda como una globalidad, sin compartimentos estancos (que para niños de 0 a 5 años son de difícil acceso, y poca funcionalidad y motivación) sino mediante una didáctica lúdica de ‘rincones’, ‘centros de interés’ y ‘talleres’. Esto, desde hace ya décadas ha sido avalado por las investigaciones de pedagogos y psicólogos. Es un insulto a las educadoras/es de infantil decir que están adoctrinando. Más: por mi experiencia en las zonas valenciano-hablantes la lengua vehicular es el valenciano (¡faltaría más!); y si la mayoría del alumnado tiene como lengua materna el castellano la vehicular es el castellano; pero se atiende también a cada niño en la lengua materna con que llegan a la escuela (ampliando su conocimiento lingüístico enseñándoles en inglés y en castellano las palabras de su uso cotidiano). Además, en las escuelas valenciano-hablantes se les enseñan inocentes canciones infantiles tradicionales en valenciano y en castellano (que no tienen, obviamente, ningún contenido adoctrinador). No es así, sin embargo, en las escuelas de las zonas castellano-hablantes donde el valenciano está ausente, al igual que las canciones en dicha lengua. ¿De qué se queja Toni Cantó? ¿Qué incultura, disonancia cognitiva y mala fe integra Toni Cantó? E insisto: mi experiencia de esto que expongo es directa y verdadera pues es mi trabajo desde hace mucho.

Es Toni Cantó quien adoctrina. Vamos más allá ante los engrudos de este talibán de ‘Ciudadanos’ (que parece mentira que sea valenciano). Desde la Pedagogía –puede consultarse en cualquier libro de esta disciplina- el adoctrinamiento consiste en inculcar la adhesión de un credo religioso o político -nunca científico- de forma acrítica y dogmática. Y siendo la lingüística el estudio científico de la estructura de las lenguas naturales y del conocimiento que los hablantes poseen de su propia lengua, y poseyendo las didácticas de su enseñanza cientificidad, racionalidad y sistematización por su capacidad de ‘investigación en la acción’, es un disparate pensar que puede adoctrinar. A conseguir esta cientificidad se dedicaron grandes psicólogos y pedagogos que empeñaron sus estudios en el aprendizaje infantil: Vygotski, Montessori, Decroly, Piaget, Guberman, Tougch, Wells, Barragán...  Y hay que ser muy mal pensado para creer que a los niños más pequeños, que están aprendiendo sus primeras palabras y todavía no tienen desarrollado el razonamiento, se les puede adoctrinar (pues no han llegado al estadio de las operaciones concretas, y ni tan siquiera al estadio de las operaciones formales: es decir, no pueden acceder todavía al pensamiento hipotético deductivo). Las niñas y niños aprenden jugando e imitando los oficios y profesiones, etc., que ven de sus mayores. Los contenidos –iguales en todos los países- son el descubrimiento de la naturaleza y el barrio al que acaban de llegar.  Es pues de tal absurdo y desprecio a sus educadoras decir que se les está adoctrinando que solo podemos deducir que Toni Cantó es un cantamañanas que intenta engañar y adoctrinar a la población. No: las materias científicas, de conclusiones demostrables y consensuadas por la comunidad científica de especialistas, no adoctrinan y su propio método tiene armas empíricas, pruebas analíticas y de fiabilidad y verificación; y reflexiones epistemológicas para falsar una teoría o comprobar la falta de lógica y racionalidad.

¿Y del adoctrinamiento de la religión, qué, Toni Cantó? Por último, clama al cielo que este político no impugne y proteste una y otra vez la asignatura innegablemente y de raíz adoctrinadora: la religión. El carácter dogmático del contenido religioso impide el diálogo sin prejuicios del escolar; la dependencia de un ser superior y el miedo al pecado y al infierno obstaculizan el natural desarrollo del niño; el carácter científico de la escuela debe impedir la presencia de contenidos no científicos; la religión no es necesaria para vivir honestamente, pues no son mejores los creyentes que los no creyentes (al contrario, más mérito tienen estos pues no esperan cielos ni premios); la no confesionalidad del Estado conlleva la supresión de la religión en las escuelas públicas, pues estas, pagadas por todos, no pueden cultivar valores solo de una parte de la sociedad, y menos pagando también los no creyentes supersticiones que no comparten. Subyacen además en la moral católica claros valores que son políticos –algunos incluso anticonstitucionales-, y una mezcla de juicios éticos y afirmaciones fácticas cuyo resultado son directrices a las que no se les muestra al alumnado las opiniones y razones contrarias: y ahí tenemos temas como la homofobia, el aborto, el divorcio, la masturbación, la eutanasia… Este tipo de derivaciones éticas entran en conflicto y contradicción con datos y teorías científicas. Si uno lee los libros de religión o el catecismo oficial verá que, en general, entre las opciones para hacer méritos con los que resolver los asuntos de esta vida, se realiza la preferencia por soluciones como las siguientes: A) sufrimiento, para afrontar la sinrazón, los abusos y las injusticias; B) esfuerzo, ante situaciones de explotación; C) resignación, en vez de indignación y rebeldía ante las injusticias; D) sacrificio, frente a la desobediencia ante las situaciones de explotación; E) renuncia y abnegación de las mujeres en el seno familiar y laboral y subordinación justificada por cuestiones de género; F) austeridad frente a trabajos injustos y recortes de todo tipo de servicios sociales públicos; G) caridad, en vez de justicia; H) obediencia, entendida como sumisión…

Los defensores de la religión en la enseñanza pública apelan al artículo 27.5 de la Constitución que ordena a los poderes públicos que garanticen “el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Este artículo es muy vago, y tiene que someterse al artículo 21.1 que dice: “la educación debe respetar los principios democráticos de convivencia y los derechos y libertades fundamentales”. Es decir, los principios éticos universales están por encima de las normas morales confesionales. Visto cómo se comportó la Iglesia y nuestra derechona con la asignatura de ‘Educación para la Ciudadanía’, ya va siendo hora de impugnar el Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede firmado en 1979. ¿O no, Toni Cantó? ¿No es la religión el adoctrinamiento por excelencia? Denúncielo.

No sea hipócrtita, Toni Cantó. Basta ya de adoctrinar con embustes a la gente. En las escuelas infantiles no se adoctrina y la inspección educativa cumple con su deber. Es una vergüenza que un valenciano le tenga aversión a la lengua histórica de su pueblo. Lo que nadie niega es que la religión es por esencia adoctrinamiento: y usted nunca lo denuncia. Usted lleva un gran retraso intelectual y cultural: lea la tradición del pensamiento ilustrado, que inspira el nacimiento de la Pedagogía moderna, excluye el adoctrinamiento, y propugna el espíritu crítico y la autonomía. Lea a Diderot, a Voltaire y, sobre todo, los ‘Escritos Pedagógicos’ de Condorcet, quien hace ya más de 240 años explicó que la formación religiosa debe ser reservada exclusivamente a la familia: nunca a la escuela. Lea lo que la Declaración de la Unesco sobre las lenguas minoritarias y minorizadas: “En primer lugar son de una riqueza cultural incalculable. Con la extinción de los idiomas mengua también la rica urdimbre de la diversidad cultural. Se pierden posibilidades, tradiciones, recuerdos, modalidades únicas de pensamiento y expresión, recursos valiosos necesarios para lograr un futuro mejor”. De paso, deje de adoctrinar, y siga la máxima kantiana “aude sapere” (atrévete a pensar por ti mismo). Antivalenciano.

Carles Marco, pedagogo y psicólogo

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