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Hablamos de valencianizar

Cristina Mollà

Se adelantan las elecciones autonómicas al 28 de abril, en plena primavera festiva valenciana, para hacerlas coincidir con las elecciones generales. Para “valencianizar” dicen! Y nadie lo entiende.

Pero esto no va de analizar las razones de la decisión, lo que toca ahora es reflexionar sobre la votación.

Desde 2015 hay dos procesos que han transcurrido casi en paralelo, uno en nuestro pequeño País y otro a nivel estatal. Con pocos meses de diferencia (entre mayo y diciembre) se produjeron dos procesos electorales con unas características similares pero con unos resultados muy dispares.

Tanto en las autonómicas como en las generales se dio por finiquitado el bipartidismo y, tanto en unas como en otras, las opciones consideradas “progresistas” obtenían mayoría. Pero mientras que en tierras valencianas se impulsó y fraguó (no sin algún sobresalto) un acuerdo, bautizado como “Pacto del Botànic” por el emblemático lugar en el que se firmó, y que ha resultado estable y productivo, en el ámbito estatal pasó todo lo contrario. Los sucesivos llamamientos al acuerdo chocaron con los “egos”, los apriorismos y la incapacidad de asumir la complejidad y las oportunidades del nuevo mapa político. En este contexto, el grupo de Compromís estuvo intentando sembrar cordura, exportando la fórmula del acuerdo valenciano, aunque no tuvo éxito. Era intentar remar en aguas muy revueltas. También puso su empeño el grupo vasco pero finalmente se inclinó por el apoyo a la continuidad de Rajoy.

La corrupción del PP, el cataclismo en el PSOE y algunas esperanzas en el diálogo dieron paso en el Congreso a una moción de censura que también ha tenido poco recorrido. Mientras todo esto ocurría en Madrid, el gobierno valenciano eliminaba los copagos y otros recortes y privatizaciones espúreas, ampliaba la educación, la dependencia, se aprobaban leyes sociales como la de la Renta de Inclusión o la de la función social de la vivienda, se protegía el litoral, se hilaba un gran pacto contra la violencia de género y machista, se dignificaban las instituciones y se tejían complicidades para reclamar un trato justo en financiación e inversiones.

No hace falta relatar demasiado para concluir que, efectivamente, en la doble cita electoral del 28 de abril sería bueno valencianizar el voto para que el buen hacer del “Botànic”, con una política útil y transformadora para resolver las necesidades de la ciudadanía, se prorrogue en estos lares y, además, para poder exportar “trellat” a las Cortes Generales, diálogo y convivencia. Un sello que ya están imprimiendo a la campaña el tándem Oltra-Baldoví cuando hablamos de valencianizar.

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