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¿Quién teme al perroflauta feroz?

Chus Villar

Los próximos doce meses de la vida pública prometen diversión y cambios, lo que es muy de agradecer, especialmente en la Comunidad Valenciana, que hasta no hace mucho parecía blindada por un férreo inmovilismo y cegada ante las evidencias de degradación moral, política, económica y social. Será irrisorio (por lo patético) ver cómo el PP reacondiciona su casposo discurso del miedo para ampliar su campo de tiro del tripartito al cuatripartito: apuesto a que en breve a las rancias acusaciones contra los “radicales” y “catalanistas” se sumarán desesperadas alusiones a la inexperiencia de los jóvenes e ilusos perroflautas de Podemos (eso en la versión blanda y paternalista de la descalificación) y a su revolucionaria y violenta forma de tomar la calle (en la versión heavy).

Ya hemos tenido un aperitivo en la jornada posterior a las Europeas, aunque hay que reconocer que por el momento las llamadas al pánico han venido de Madrid (verán que pronto tienen sus réplicas valencianas).

Esperanza Aguirre ya ha advertido sobre el ascenso de los partidos “anticonstitucionales”, que según su democrática y particular forma de entender las cosas son los “republicanos” y “separatistas”. Carlos Floriano también se ha despachado a gusto en la COPE aludiendo al auge de la “extrema izquierda” de filiaciones pro cubanas.

A ver quién convence a estos de cosas como que la república es una forma de Estado tan encajable en una constitución democrática como la monarquía parlamentaria (¿o están llamando anti demócratas a la mayoría de los países europeos?). La Constitución contempla mecanismos de reforma para cambiar ese y otros puntos, aunque por supuesto estos están bastante blindados en nuestra Carta Magna (y tiene sentido hasta cierto punto que así se hiciera en aras de la estabilidad que se requería en la Transición) pero, en cualquier caso, las reformas dependen de que mayorías favorables a ellas las hagan posibles. No hay rigidez constitucional que aguante las evoluciones y los empujes sociales cuando estos se convierten en fuerzas con suficiente representación política. Y eso, señora Aguirre, es absolutamente constitucional.

Por supuesto, nada ha habido que objetar desde las filas populares al gran auge (ese sí real, antidemocrático y muy preocupante) de la extrema derecha en Europa. El caldo de cultivo del fascismo y neonacismo pujante es el mismo que en los años 30: una fuerte crisis económica que alienta el racismo y el repliegue defensivo al interior de las fronteras nacionales. En España, de momento, se dice, no tenemos un movimiento ultra de fuerza similar pero, cuidado, las semillas se están plantando, como hemos visto haciendo a los lumbreras de España 2000 en Orriols (barrio de Valencia con un más de un 30% de inmigración) en un reparto “solidario” de comida sólo para españoles. Esto sin contar con que buena parte de la derecha ultra se integró y pulula a sus anchas desde siempre en el ala extrema del Partido Popular.

En cualquier caso, las llamadas contra el terror rojo muestran a las claras que el PP está asustado, y aquí tiene motivos para estarlo, pues, si se extrapolan los votos emitidos ayer a las autonómicas y locales, la izquierda gobernaría la Comunidad y también importantes plazas como Valencia. Aunque los cambios en la participación electoral de unos comicios a otros y las diferentes motivaciones de los electores en cada uno de ellos producirán variaciones respecto al 25-M, parece claro que se dibuja una tendencia, como muchos ya veníamos advirtiendo, que muy probablemente acabará con el feudo popular.

También son muestras del temor de los conservadores las declaraciones de Fabra, que ha mostrado su “preocupación” por los resultados y ha hecho un llamamiento a la “reflexión” a “todos los niveles”, al igual que lo han manifestado otros líderes populares en el ámbito nacional, aunque Rajoy no se ha dado por enterado y ha mantenido el discurso triunfalista.

Está por ver cómo quedará repartido el voto de las restantes formaciones. Una de las claves será si el PSOE conseguirá remontar el descalabro que ha sufrido con el empuje que pueda venir por los nuevos vientos que soplen desde Ferraz, que le permitiese liderar, con más legitimidad y respaldo que los que tiene hoy por hoy, una coalición de Gobierno. UPyD, que ha triplicado sus votos, tiende a aumentar, pero mucho más tendría que hacerlo para poder ser llave (incluso en el caso nada claro de que quisiese apoyar al PP).

Interesante incógnita es la que ha introducido la inesperada y potente entrada de Podemos, que con sólo cuatro meses de trayectoria ha logrado superar a Compromís y frustrar parte de sus expectativas de canalizar el descontento de la izquierda, si bien ha logrado entrar en el Parlamento Europeo. Me atrevo a pronosticar que el 8,25% de sufragios logrado por la nueva formación irá al alza de cara a 2015, a pesar de que Compromís parte con ventaja en unas elecciones en clave autonómica. También EU, a pesar de su notable ascenso, que la coloca como tercera fuerza, se verá previsiblemente afectada por la dispersión del voto hacia Podemos. De hecho, en sus declaraciones públicas a nivel estatal, ya le ha tendido la mano a los recién llegados y no en vano la primera llamada de Willy Meyer tras conocer los resultados electorales fue para felicitar a Pablo Iglesias. Una decisión inteligente y democrática, tan distinta del cierre en banda de los populares a ser autocríticos y aceptar los cambios.

Podemos introduce variables interesantes: canaliza el descontento de los movimientos sociales y también de una parte de los antes desmovilizados hacia la acción política, de la resignación a la sensación de que la unión popular sí puede cambiar cosas. Demuestra que no siempre quien gasta más en campañas o quien tiene más connivencia con el poder económico tiene mejores resultados. Muestra que se puede hacer política de otra forma (una de sus primeras decisiones ha sido limitar los mandatos y su sueldo de euro parlamentarios). Y eso ya es mucho. No obstante, a la nueva fuerza le queda mucho trabajo por hacer en poco tiempo si quiere aspirar a ser una fuerza que vaya a más: debe buscar caras elegibles y darlas a conocer en solo un año para los distintos niveles: el estatal, los autonómicos y los locales. Debe mantener un discurso y unas propuestas coherentes, creíbles y asumibles por un porcentaje amplio de la izquierda. Y debe hacer frente a los envites que ya han empezado a venirle desde las filas de los que empiezan a temerles.

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