Silencio contra el silencio: “El Estrecho se ha convertido en una fosa común”
El primer viernes de cada mes, la Puerta del Sol de Madrid se queda en silencio. Decenas de personas se congregan en la emblemática plaza madrileña formando un círcunferencia y permanecen hieráticos durante una hora, a la sombra del reloj de las campanadas. Repartidas entre las personas que componen el círculo de silencio, algunas pancartas lanzan mensajes en contra de leyes de inmigración y en medio de la figura geométrica, cuatro personas representan mediante una estatua artística la persecución policial que sufren las personas sin documentación a diario, tanto en la capital española como en el resto de Europa.
Personas de diferentes razas, de diversas religiones, con un motivo común: la lucha por los derechos de los migrantes. “El Estrecho se ha convertido en una fosa común”, dice María Herrán, miembro de la plataforma A Desalambrar. Esta asociación de artistas comprometidos con la lucha social recogió el testigo de unos frailes franciscanos que en 2007 tomaron el centro de Tolouse -y posteriormente las plazas más céntricas de las principales ciudades francesas- para denunciar la persecución a los inmigrantes. Su idea era combatir la agresividad gubernamental hacia los extranjeros con la no-violencia del silencio. Los motivos, dicen, no les sobran: este verano fueron más de 1600 inmigrantes los que murieron en el mar Mediterráneo, mil más que durante la totalidad del año pasado.
Lizbeth es una de las muchas inmigrantes que componen el círculo cada mes. Lleva varios años en España pero su lugar de origen es México. Hace varios años dejó su país atrás con una visa de estudiantes. “Me di cuenta de que no podía vivir más con miedo, cuando estás allí lo asumes, pero no es algo que le desaría a nadie. Tengo amigos secuestrados, una amiga muy cercana estuvo muchos años secuestrada... no se puede vivir con miedo”. Cuando llegó a España, a pesar de tener papeles y trabajo, Lizbeth sentía la falta de raíces a cientos de kilómetros de su hogar. Asistir a los círculos es una forma de hermanarse con el resto de inmigrantes, relata. “En el círculo hay muchos amigos que han venido en patera, que han pasado por los CIE. Hay historias de mucho sufrimiento”.
“El silencio nos sirve para gritar”. Parece una contradición pero Lizbeth lo ve como algo natural. “Nuestras palabras no son suficientes para llegar a la conciencia de los responsables de la miseria y la persecución de los inmigrantes, el silencio es nuestra arma”. La mayoría de las protestas y manifestaciones se basan en el grito, “pero el grito siempre lleva a la violencia, y el silencio es un grito no-violento”.
“Llegamos a esta idea de poder decir 'basta ya' a partir de lo que éramos, es decir, a partir de la única cosa que sabemos hacer: el silencio”, cuenta Stèphane Delavelle uno de los frailes promotores de la idea en Tolouse. El próximo 18 de octubre se estrena un documental sobre la iniciativa, que ahora mueve a más de 200 círculos alrededor de Europa. El vídeo, dirigido por Gil Corre, refleja los testimonios de quienes, como Delavelle, iniciaron los círculos y de quienes recogieron esa historia de lucha para trasladarla al resto de ciudades del continente: “al principio empecé como muchos otros en manifestaciones sobre las leyes contra inmigrantes, me parecía que había algo en nuestro país que no era justo”, explica para las cámaras del documental Ala Richard, uno de los participantes más veteranos.
Beatriz Portejo, coordinadora de la plataforma A Desalambrar, repasa los inicios de la protesta en España: después de muchos meses realizando acciones en defensa de los inmigrantes -protestas delante de Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), manifestaciones...- encontraron una noticia sobre un grupo de franciscanos que una vez al mes formaban círculos de silencio. Les sedujo la fuerza del silencio como forma de manifestación, “es una ruptura, un acción-desconcierto que nos sirve además para reflexionar durante una hora lo que suponen las leyes migratorias”.
El impacto visual llega a través de un círculo mudo y abierto conformado en la plaza más céntrica de la capital. “La gente no está acostumbrada a una denuncia silenciosa, crea mucha más sopresa que una manifestación convencional, especialmente en Navidad, cuando las calles se llenan de consumismo y de compras masivas”, describe Portejo. “La acción consiste en una hora en silencio con fotos, velas, carteles... mientras, un grupo de gente reparte información alrededor de la concentración”. Al principio leen una noticia relacionada con inmigración y terminan con la canción Yo te nombro libertad.
En función de la temporada la protesta reúne a más o menos gente. Nunca desaparece la sorpresa y la expectación de los transeúntes. Algunos se acercan, otros observan descolocados; no lo entienden. Los hay que, incluso, gritan. En épocas navideñas, una persona vestida de Mickey Mouse se cuela en el centro de la concentración e intenta captar la atención a cambio de unas monedas. Probablemente quien se esconde debajo del disfraz sea también inmigrante.
A Lizbeth casi le agreden un día. Según dice, es sólo un “efecto del poder que quiere dividirnos”: inmigrantes contra españoles, pobres contra ricos... “Divide y vencerás”, suspira.
La mezcla de identidades, de orígenes y de culturas que se concentra generalmente en la céntrica plaza de la Puerta del Sol de Madrid se refleja también en los círculos de silencio. “La riqueza es brutal”, cuenta Beatriz mientras repasa las nacionalidades: Guinea, Senegal, México, España... “El diálogo con la gente es muy positivo”, explica Lizbeth ilusionada. “Decir: ya que estamos aquí, vamos a unirnos”.
Ahora el impulso se extiende por España. “A Desalambrar empezó con esta idea y ahora se están haciendo círculos en Lugo, Sevilla, Granada, Madrid y Murcia”. Pero el testigo lo han recogido otros colectivos y asociaciones que lo han llevado hasta Jaen, Valladolid o Zaragoza. El documental será una forma de multiplicar la repercusión de los círculos. “Ya sean ultrajados en los trenes de México, condenados en los CIE o perseguidos en las calles, la defensa por los inmigrantes tiene que continuar, mi sueño es que dentro de unos años seamos muchos más y podamos cambiar las cosas”, concluye Lizbeth.