Exiliados rusos en España denuncian el abandono de Exteriores
Antes de marcharse con su hijo a Tiflis, la capital de Georgia, las autoridades habían multado dos veces a Nina Aleksa por acudir a manifestaciones en Rusia. “Si me multaban una tercera vez, recaerían sobre mí cargos penales”, cuenta a elDiario.es esta activista de la organización pro derechos humanos Rusia Abierta, fundada por el magnate exiliado Mijaíl Jodorkovski. Poco después, intentó regresar a Moscú, pero fue retenida por la seguridad aeroportuaria, que la amenazó con “problemas con las autoridades” si se atrevía volver.
Anastasia Burakova, abogada fundadora del proyecto político United Democrats, tuvo que abandonar Rusia por denunciar en su blog los bombardeos del régimen de Putin contra la población ucraniana. “No puedo volver porque sería condenada a 10 años de prisión”, asegura a elDiario.es. Burakova también se exilió en un principio en Georgia.
Las exiliadas dejaron de sentirse seguras en el país caucásico, sin embargo, cuando el partido prorruso Sueño Georgiano llegó al Gobierno. Según la abogada, la situación empeoró “por la influencia del Kremlin en el país y la aprobación de leyes contra los derechos humanos muy similares a las rusas”.
Finalmente, Burakova y Aleksa formaron parte de un grupo de 65 exiliados rusos que llegaron a España en septiembre de 2024. El viaje fue coordinado por el Ministerio de Asuntos Exteriores español y la Free Russia Foundation, una ONG fundada en Estados Unidos por emigrantes rusos.
Las promesas incumplidas de España
El Ministerio de Asuntos Exteriores de España se puso en contacto en octubre de 2023 con Egor Kuroptev, exdelegado de la Free Russia Foundation en la región del Cáucaso Sur. “El Ministerio nos ofreció asistencia porque Georgia ya no era un país seguro para los activistas rusos exiliados”, afirma Kuroptev. Durante 10 meses, la Free Russia Foundation mantuvo negociaciones con el equipo de José Manuel Albares y las embajadas de Rusia y Georgia en España. “En agosto de 2024, parecía que habíamos alcanzado un acuerdo”, asegura Nina Aleksa.
Kuroptev sostiene que Exteriores les prometió la concesión de unos visados turísticos provisionales. “Posteriormente, los 65 exiliados recibiríamos permisos de residencia humanitarios”, dice. En septiembre de 2024, el grupo de disidentes rusos llegó a Madrid, donde se les dieron los visados inicialmente prometidos.
Pero, desde ese entonces, los permisos de residencia no han llegado y sus visados ya han caducado. “Nada más llegar a España, el Ministerio de Asuntos Exteriores desapareció y no ha vuelto a responder a nuestras peticiones”, asegura Kuroptev. Los exiliados descartan solicitar asilo. “No queríamos pedir asilo político porque es muy difícil volver a Rusia siendo un refugiado”, argumenta la activista Nina Aleksa. “Nos encontramos en un limbo”, lamenta Burakova.
A finales de marzo, el Ministerio rechazó conceder el permiso de residencia a ocho exiliados rusos por considerar que no había “suficiente amenaza y riesgo” para otorgarles esa protección, a pesar de que algunos de ellos tienen causas penales pendientes en su país. Estos últimos tampoco pueden renovar su pasaporte ni poseen un documento de identidad válido.
Los afectados creen que Exteriores no ha investigado lo suficiente sus casos: “Las autoridades españolas han mostrado un gran interés en atender a exiliados de países como Venezuela, pero parece que no tienen suficiente información sobre la situación política en Rusia”, dice Aleksa.
Miedo en España
Kuroptev incide en que, a raíz de muertes como la de Maxim Kuzmínov en Alicante, los exiliados rusos no se sienten seguros en España: “Hay muchos criminales que trabajan con los servicios de inteligencia rusos en España. Las 65 personas que hemos venido aquí somos figuras destacadas de la oposición a Putin y nos sentimos amenazados”, alerta.
Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores dice a elDiario.es que “el examen de las solicitudes se realiza caso por caso en función de las circunstancias individuales de los solicitantes”. “Desde este ministerio se han comunicado los cauces administrativos disponibles para solicitar protección internacional u otro estatuto jurídico en España”, asegura. Exteriores no aclara los motivos por los cuales denegó las solicitudes de residencia a ocho exiliados rusos en marzo de 2025.
Apoyo en el exilio
Para asistir a la población rusa exiliada, Anastasia Burakova fundó The Ark en marzo de 2022. “Dos amigos míos, que también son activistas por los Derechos Humanos, emigraron después de la guerra y me ayudaron a crear dos refugios para rusos exiliados en Estambul y Ereván”, dice la abogada. El proyecto se convirtió rápidamente en el “programa más grande de asistencia a rusos contrarios a Putin”, según su fundadora.
Burakova recalca que The Ark no solo asiste a rusos en el exilio: “También colaboramos con personas que permanecen en Rusia y comparten una posición prodemocrática y antibelicista”. La ONG ofrece asistencia legal y resuelve problemas burocráticos en los procesos de extradición de la Federación Rusa. “También damos ayuda psicológica y tenemos una fuerte comunidad de Telegram”, apunta la fundadora del proyecto. El proyecto The Ark colabora con 49 países y cuenta con más de 3.000 voluntarios.
Nina Aleksa también ha organizado iniciativas para ayudar a los exiliados rusos en su proceso de adaptación a un nuevo país. “Nada más llegar a España, alquilamos un gran apartamento de cinco habitaciones para todos los exiliados”, afirma. “También pagamos varios espacios de coworking para que estas personas puedan tener un lugar donde trabajar”.
Homofobia en Rusia
Pavel (quien ha pedido proteger su identidad) abandonó Rusia poco después de la invasión de Ucrania. Tras un breve paso por Turquía, decidió marcharse a Georgia para trabajar como periodista y denunciar los crímenes cometidos por el Gobierno de Putin.
Su vida ha estado marcada por múltiples episodios de homofobia: “Sufrí bullying en el colegio y siempre temía ser juzgado por mi forma de ser. Hasta los 28 años, no dije a nadie que era homosexual, ni siquiera a mis amigos más cercanos”, relata.
Tras el endurecimiento de las medidas contra la comunidad LGTBI en Georgia, Pavel decidió solicitar asilo en España. Nada más aterrizar en Madrid, lloró porque no podía creer que, finalmente, pudiera ser libre. “Ser queer en Rusia es difícil porque estás forzado a actuar como una persona heterosexual”, explica. “España es un país en el que puedo besar a mi pareja e ir de la mano por la calle sin sentir miedo”.
“Mis ilusiones de volver han desaparecido”
“Cuando abandoné Rusia en 2021, pensaba que regresaría a mi país muy pronto. Ahora, mis ilusiones de volver han desaparecido”, cuenta Aleksa. La invasión de Ucrania y las últimas noticias en la política internacional han causado mucho desánimo en la comunidad rusa exiliada: “El reciente acercamiento de Trump con Putin nos ha dejado en shock”, explica la activista.
“Nadie sabe cuándo una dictadura puede caer”, dice Burakova. Para la abogada, la clave de un posible regreso es la organización tras la muerte de Putin: “La oposición tiene dos misiones: sacar a la población rusa de su vida apolítica y trabajar con las principales élites del país”.
La visión de Pavel sobre el futuro de Rusia es más pesimista. “No veo ninguna indicación de que la situación vaya a cambiar. El colectivo LGTBI en Rusia ha sufrido una gran persecución desde tiempos de la Unión Soviética”, relata. Cuenta que en la década del 2000, hubo programas de televisión rusos sobre personas LGTBI buscando pareja o proyectos de educación sexual, pero “estos momentos fueron efímeros y seguidos de nuevas oleadas de represión”.
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