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Las historias que están detrás de la caravana que ha denunciado “las injusticias” de la frontera sur

La cadena humana frente al Congreso dio el pistoletazo de salida a la Caravana.

Sonia Moreno

Estas son historias de nombres sin apellidos ni colores ni colectivos. Las historias de vida de quienes están detrás de las pancartas, los colectivos, las plataformas o los partidos políticos convertidos en un solo grupo de activistas en la Caravana 'Abriendo Fronteras'.

Comenzó en Grecia el verano de 2016 y este año sigue en marcha para denunciar las políticas migratorias en los pasos fronterizos de Europa y África. Pero, ¿cómo surgió la idea?

Una charla en Idomeni entre un madrileño, Jesús, y un navarro. La posibilidad de que personas comprometidas se unieran y viajaran sacando punta a las leyes y los colores a los políticos. Se necesitaba un motor, y ahí entraron en juego “los vascos”. Ellos son los que realmente han conseguido tirar del proyecto. “Lo nuestro solo fue una conversación, que el navarro le contó a los vascos”, dice Jesús a eldiario.es, quitándose importancia, durante una noche de 'caravaneo'.

Jesús pisa con paso firme pero discreto. Tocado con un sombrero negro, pasa desapercibido entre casi medio millar de personas que viajan con la Caravana 'Abriendo Fronteras'. Este psicólogo prefiere vivir fuera del foro, de su Madrid natal. Eligió una pequeña isla canaria para disfrutar de una vida tranquila con su compañera y sus dos hijos. Y allí enseña a las generaciones futuras.

La profesora Ana Elena de Bilbao se considera “egoísta”, colabora con una plataforma de refugiados en Vizcaya y viaja con la caravana porque “necesita cargar pilas y tejer redes”.

A punto de cumplir 60 años, el viaje a Grecia “marcó un antes y un después” en su vida. El listón estaba alto, pero Melilla ha superado sus expectativas. “Aquí podemos exigir y aquí tenemos que estar porque es el Estado español”, piensa en voz alta.

Aunque parece que las caravanas y las reivindicaciones de los derechos pertenecen a los jóvenes, en este viaje predominan más los pasajeros de media edad e incluso retirados, los que se hacen llamar con humor 'yayoflautas'. Este adjetivo surgió en las concentraciones del 15M en la Puerta del Sol en 2011.

No desisten en su pensamiento de que “el mundo puede cambiar si nos unimos y trabajamos todos a una”, aseguran en el viaje. Hay un grupo de esos abuelos indignados y críticos con el sistema económico y político español, y además contribuyen “ayudar a nuestros hijos y nietos” con sus pensiones.

Robert era cartero hasta hace 8 meses y está en la caravana “para abrir fronteras”. Humor nos les falta. Jesús de Valencia se presenta: “Hace 50 años tenía 20 años”. Para Carles “las fronteras son un invento artificial” y se pregunta por qué “si la especulación no tiene fronteras por qué las tienen que tener las personas”. En sus “batallitas”, la mayoría cuenta que familiares tuvieron que salir de España para refugiarse en Europa durante la Guerra Civil.

En este viaje del 15 al 22 de julio, en pleno verano, para el que muchos han dedicado sus días de vacaciones, también está Pape. Es de Senegal y vive desde hace 15 años en Valencia. Repite después del buen sabor de boca de Grecia. “Los derechos humanos no deben ser objeto de negocio”, dice mirando la valla de Melilla. Nos recuerda que, por ejemplo, en Francia cada dos años hay una “feria de seguridad, donde se venden drones, satélites, dispositivos tecnológicos para las empresas virtuales”.

“Nadie es ilegal”, defiende el maliense Abubakar. Entró a Ceuta en una moto de agua en 2013 siendo menor de edad. Reside en Madrid y estudia cocina. Se apuntó “para ayudar en lo que pueda”. Es la sonrisa e inocencia de la Caravana, con apenas 18 años cumplidos.

Han protestando delante de los Centros de Internamiento de Emigrantes (CIE) de Algeciras y Tarifa, y del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Se preocuparon por las mujeres y los hombres que transportan bultos de muchos kilos para pasar mercancía en la frontera por un puñado de euros, y tuvieron tiempo para conocer a esos niños menores de edad que deambulan por las calles y que la sociedad criminaliza cuando lo que desean son cosas de su edad, jugar al fútbol o estudiar.

“¡La caravana está viva!”, se escucha de fondo mientras los autobuses arrancan en Melilla de vuelta a la península.

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