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El invierno ahonda el sufrimiento de los desplazados de Gaza: “La situación es desesperada”

La tiendas de campaña donde viven los refugiados a las afueras de Deir Al Balah, en la Franja de Gaza, el pasado 16 de enero.

Emma Graham-Harrison

Jerusalén —
19 de enero de 2024 22:38 h

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El duro invierno está haciendo la vida aún más difícil a cientos de miles de desplazados en Gaza, muchos de los cuales huyeron de sus hogares hace meses sin ropa de abrigo ni mantas. Algunos no pudieron llevarse mucho, mientras que otros no pensaban que tenían que prepararse para una guerra que se prolongaría durante meses, hasta llegar a la época más fría del año.

“Veo a mucha gente durmiendo en el suelo, sin colchones ni mantas”, dice Mohammad Shaban, un médico que trabaja en un hospital improvisado instalado en el interior de una escuela, transformada en albergue para refugiados. Sus 60 pacientes están en unas pocas aulas, las demás alojan a unos 1.700 refugiados.

“Hace frío y hay hacinamiento, con hasta 50 personas en una habitación, lo que facilita la propagación de enfermedades”, añade. “Debido al mal tiempo, hemos tenido muchos casos de gripe y resfriado común”.

Incluso a quienes aún tienen dinero les cuesta encontrar ropa de invierno y mantas en los mercados que siguen abiertos, cuenta Hiba Saleh, madre de cuatro niños de entre uno y 11 años, que huyó del norte de Gaza, la zona más devastada por la ofensiva israelí. Las tiendas están desabastecidas, la ropa usada –que podría haber pasado de mano en mano– ha sido abandonada o destruida en los bombardeos y los grupos de ayuda se centran en llevar alimentos, medicinas y agua.

“La situación en los mercados es muy mala, no hay con qué cubrir las necesidades de la gente en cuanto a ropa de invierno o mantas, y la ayuda exterior es muy limitada”, dice Saleh en una entrevista telefónica. “Las guerras anteriores en Gaza no fueron tan extremadamente duras como ésta”.

Tiendas de campaña y refugios improvisados

Las casas y las escuelas están abarrotadas de refugiados, por lo que la mayoría de los recién llegados vive a la intemperie. Saleh explica que surgió una “ciudad de tiendas de campaña” improvisadas junto a las habitaciones que su familia había alquilado unas semanas antes, en un lugar sin agua, saneamiento ni otros servicios.

“Tuvimos mucha suerte de encontrar un lugar”, dice refiriéndose a las tres habitaciones que ahora comparten con otras dos familias. “Todo el mundo vive en tiendas de campaña, no importa si eres pobre o rico, el dinero no hace más fácil la vida en Gaza”.

Sólo unos pocos han recibido tiendas resistentes a través de los grupos de ayuda humanitaria. La mayoría sufren las inclemencias del clima en refugios improvisados hechos con madera, tela u otros materiales desechados.

“Anoche, los fuertes vientos destruyeron tiendas. Las temperaturas pueden descender hasta los 9-10ºC durante la noche, y la situación es especialmente grave para quienes viven en tiendas de campaña”, contaba hace unos días Leo Cans, jefe de misión de Médicos Sin Fronteras para Palestina. “La gente quema palés en la calle para calentarse. La mayoría de ellos no trajo nada consigo cuando abandonó su hogar. Faltan alimentos y agua, pero también ropa de abrigo, chaquetas, mantas e incluso colchones para dormir”.

La lluvia de los últimos días profundiza la miseria. En la escuela donde Shaban trabaja como médico, se inunda el terreno y la falta de saneamiento para el enorme número de personas que viven allí supone un riesgo de contaminación por aguas residuales. Shaban cuenta que muchos niños ya están sufriendo gastroenteritis agudas, agravadas por la falta de agua. Familias de hasta 20 personas reciben apenas cinco litros de agua al día.

Los refugiados en tiendas de campaña a menudo se ven obligados a acampar en zonas bajas de Gaza vulnerables a las inundaciones. E incluso aquellos que, como Saleh, disponen de mejores refugios dicen que no pueden calentar sus habitaciones.

La leña adecuada, que se deja secar durante meses o años tras su tala, ha desaparecido del mercado. Los agricultores talan árboles para venderlos, pero esa madera sólo sirve para cocinar al aire libre. “Los árboles recién cortados producen mucho humo, no podemos usarlos para calentarnos, sólo para cocinar”, explica Saleh. Conseguir nuevos suministros en Rafah es todo un reto: las calles están repletas de refugiados aburridos y desesperados, hay poco transporte y las tiendas se están quedando sin muchos artículos de primera necesidad.

“Visitar Rafah es realmente desgarrador. Tardas al menos un día en conseguir algunas cosas que necesitas”, dice Saleh. “Hoy mi marido ha conseguido un paquete de pañales, ha sido lo mejor de esta semana. Me quedaban dos o tres. Le dije ‘Podemos saltarnos una comida, por favor consigue pañales’”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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