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Génova, partida en dos, se recupera tras el derrumbe del Puente Morandi

Vista general del puente que se construye en la ciudad de Génova (Italia) para sustituir al Puente Morandi, el pasado 23 de enero. Año y medio después de la caída del puente que dejó 43 muertos y partió a Génova en dos, la ciudad avanza hacia su normalidad con la construcción de un nuevo viaducto que volverá a conectar la urbe con el norte de Italia y el sur de Francia, y cerrará una herida que todavía continúa abierta.

EFE

Génova (Italia) —

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Año y medio después de la caída del puente que dejó 43 muertos y partió a Génova en dos, la ciudad avanza hacia su normalidad con la construcción de un nuevo viaducto que volverá a conectar la urbe con el norte de Italia y el sur de Francia, y cerrará una herida que todavía continúa abierta.

El 14 de agosto de 2018, un tramo del llamado Puente Morandi, situado a tan solo 2,5 kilómetros de distancia del puerto de Génova, se vino abajo. Quince meses después, una nueva estructura comienza a cobrar vida.

“La caída del Puente Morandi ha castigado mucho a Génova, a Italia, al comercio. Era la unión entre el este y el oeste de la ciudad, pero también entre Génova y el norte de Italia y Europa; se han interrumpido tres líneas ferroviarias que pasaban por debajo”, explica a EFE Francesco Ravera, presidente de la asociación que representa a los desalojados tras el siniestro.

“El puente es importante para todos” -añade-, al tiempo que confía en que “los genoveses puedan recuperar la normalidad cuanto antes”.

UNA INFRAESTRUCTURA CLAVE

La finalización de la nueva infraestructura está prevista para la primera mitad de este año. Por ahora se han colocado catorce de los dieciocho pilares con los que contará y siete de los diecinueve vanos.

Además de causar 43 muertos, el suceso obligó a casi 600 personas a dejar sus hogares, porque sus casas se encontraban en los aledaños del puente y estaban amenazadas por la inestabilidad de la estructura que seguía en pie.

En la zona también había fábricas que desde entonces están abandonadas.

Las labores de demolición previas a la construcción del nuevo viaducto necesitaron echar abajo algunos de aquellos edificios. Otros escaparon de la destrucción por encontrarse en los límites de la zona roja, pero quedaron vacíos, cubiertos de polvo.

Actualmente el silencio que reina en su interior contrasta con el ensordecedor ruido de las máquinas que trabajan sin descanso, día y noche, para volver a conectar el este y el oeste de Génova, a través del valle del río Polcevera.

Unas 500 personas trabajan 24 horas al día, en turnos de 8 horas, siete días a la semana directamente en el área afectada.

El objetivo: finalizar esta obra y que se pueda reanudar el tráfico habitual de personas y coches, pero sobre todo el tránsito incesante de camiones, que hasta agosto de 2018 transportaban mercancías a diario directamente desde el puerto de Génova hacia el resto de Italia y el sur de Francia.

“Es una conexión clave, una infraestructura importantísima en nuestro país que ha creado un verdadero agujero en Génova y en el norte de Italia. Es una herida que debe ser absolutamente curada”, subraya a EFE Nicola Meistro, consejero delegado de PerGenova, la empresa conjunta entre Salini Impregilo -socia de la española Sacyr en el Canal de Panamá- y Fincantieri, responsable de la construcción del puente.

“En Italia, cuando se quieren hacer las cosas, se hacen bien y en poco tiempo. Esperamos que este puente sea el símbolo de cambio de nuestro país”, añade.

LAS CIFRAS

La construcción del nuevo puente, que ha sido diseñado por el arquitecto Renzo Piano, tiene un coste previsto de 202 millones de euros y, una vez finalizado producirá, junto con otras infraestructuras de la región de Liguria, un incremento del producto interior bruto (PIB) del 7,5 % a medio plazo, según los cálculos de las autoridades regionales.

Génova representa el primer puerto de Italia por tráfico de contenedores y el segundo por movimiento de mercancías, pues recibe 54,3 millones de toneladas, es decir, cerca del 11 % de todas las mercancías que transitan por los puertos italianos, por lo que reparar esta fractura es prioritario.

El viaducto tendrá 67.000 metros cúbicos de hormigón, el equivalente a la cantidad usada para construir un edificio y medio similar al Empire State Building de Nueva York, y se utilizarán 24.000 toneladas de acero y carpintería metálica, igual al peso de tres torres Eiffel.

Su longitud será de algo más de un kilómetro y estará compuesto por diecinueve vanos, tres de ellos de 100 metros y colocados en la parte central, y dieciséis de 50 metros, apunta por su parte el jefe de obra de Salini Impregilo, Renzo Rossi.

UN PUENTE ROBOTIZADO

Una de las características singulares de la estructura es que será “innovadora desde el punto de vista tecnológico”, dice Meistro, porque contará con máquinas robots, situadas bajo el tablero, que recopilarán continuamente datos sobre el estado de conservación y manutención del viaducto.

La información recabada será enviada después a un centro gestionado por la empresa concesionaria y un equipo de técnicos y expertos la analizará para evitar una nueva tragedia.

Francesco Poma, jefe de proyecto de Salini Impregilo, detalla que también habrá paneles solares que recogerán energía durante el día para reconvertirla en iluminación nocturna, además de “un sistema deshumidificador” que prevendrá el desgaste y la corrosión del acero por la acción del aire salado proveniente del mar.

Preguntado por la reducción de puestos de trabajo que implicará la utilización de robots para los controles periódicos del estado del puente, Poma justifica que la tecnología permitirá evitar el peligro “al que se enfrentaría el ser humano” si tuviera que realizar estas labores.

“Esto no quiere decir que la gestión de los datos no deba ser controlada por técnicos, capaces de interpretar esa información. La mente humana es insustituible”, argumenta.

LOS DESALOJADOS QUIEREN QUE VUELVA LA TRANQUILIDAD

Mientras las obras avanzan, los desalojados siguen de cerca estas labores y esperan que la zona recupere la tranquilidad cuanto antes para que en Italia y fuera del país se deje de hablar de Génova solo para referirse al drama del 14 de agosto de 2018.

Ravera, presidente de la asociación que representa a los desalojados del Puente Morandi, recuerda cómo salió de su casa a trabajar aquel día y después del mediodía comprendió que no volvería a recuperarla.

“Fue una tragedia, murieron 43 personas, hubo cientos de desalojados y también muchos parados, porque hubo mucha gente que trabajaba en las fábricas que de un día para otro perdió su empleo”, lamenta.

Él y su familia han vendido la casa y no tienen intención de volver, pues se han mudado a otro punto de la ciudad. Es la misma decisión -cuenta- que han tomado muchos de sus antiguos vecinos de los barrios de Sampierdarena y Cornigliano.

“No sé si habrá gente que volverá a vivir debajo del puente”, comenta, pero si es así espera que “tengan garantías”.

“Las infraestructuras deben construirse pensando en la gente que vive debajo”, subraya al recordar que la casa que ha dejado atrás era de sus padres y estaba allí mucho antes de que Génova decidiera construir el Puente Morandi en los años sesenta.

Ahora solo tiene un deseo: que “el puente esté listo para el próximo otoño” y, sobre todo, que no sea utilizado como arma política de cara a las elecciones regionales de Liguria, de la que forma parte Génova, que se celebrarán este año pero aún no tienen fecha concreta.

Laura Serrano-Conde

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