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La empresa de Correos de Alemania ensaya un futuro en el que el cartero no llame a casa a diario

Un proyecto piloto en Alemania reduce las entregas de correo.

Aldo Mas

Berlín —

André pedalea con fuerza sobre su bicicleta por las calles empedradas del barrio berlinés de Neukölln. Va cargado con tres sacos de sobres y paquetes de pequeño tamaño. André es cartero y uno de los cerca de 510.000 trabajadores del Grupo Deutsche Post DHL, la mayor empresa alemana de correos, antes pública y ahora privatizada. 

André trabaja estos días con especial preocupación cuando piensa en su empresa. Ésta acaba de terminar una prueba con un puñado de clientes alemanes que se han prestado voluntarios para dejar de recibir sus cartas a diario. Durante tres meses meses, entre julio y septiembre, las cartas han llegado a los buzones de esos usuarios entre una y tres veces a la semana.

“Seguro que la empresa lo ha hecho para ahorrar dinero”, dice André a eldiario.es. Desde la empresa, la explicación es otra. La compañía entrega actualmente gracias a trabajadores como André no menos de 59 millones de cartas y paquetes diarios. Hace diez años, la compañía movía mucho más correo físico. Entregaba hasta 70 millones al día, según datos de 2006.

Nadie en la compañía es ajeno a que casi cada día proliferan gracias a Internet otros modos de comunicación interpersonal. No hace tanto tiempo el cartero gozaba casi exclusivamente del estatus de mensajero único entre la población. Pero eso ya es cosa del pasado.

Correos electrónicos, mensajes a través de redes sociales, aplicaciones como WhatsApp, Telegram o servicios como WeTransfer alteran el trabajo de los carteros. El volumen de correo físico está bajando, a un ritmo lento que se sitúa entre el 1% y el 2% anual, según las estimaciones que maneja el Grupo Deutsche Post DHL. Por eso explican a este periódico desde esa compañía que el objetivo de la prueba que limita la entrega de correo físico “es conocer más sobre las necesidades actuales de nuestros clientes en la era digital”.

André, el cartero, pese a que es reticente al proyecto de la compañía, reconoce que personalmente necesita el correo “una o dos veces a la semana”. No parece tener miedo a perder el empleo si se popularizan ese tipo de ideas. De momento, la empresa se da hasta diciembre para analizar los resultados de la prueba.

“Cambiar el modo de actividad no está planificado”, dicen en la empresa. Este tipo de afirmaciones no ha evitado que el proyecto se perciba de otro modo. “Deutsche Post no quiere venir más a diario” es un reciente titular que publicó, por ejemplo, el diario conservador Die Welt.

Desconfianza de los sindicatos

El mensaje de la empresa no termina de calar. Tampoco en los sindicatos. Al menos en Ver.di, la segunda mayor organización sindical de Alemania. Jan Jurczyk, uno de sus portavoces, plantea a eldiario.es que “la razón para que esto ocurra es que se quiere ganar más dinero, los accionistas e inversores quieren hacer más dinero”. “Acabar con el reparto diario de correo puede generar mucho dinero, porque se necesitaría menos gente para los repartos”, añade.

De acuerdo con las estimaciones de Ver.di, hasta 20.000 puestos de trabajo podrían estar en peligro en caso de que se adoptara el modo de reparto hoy presentado como una prueba.

André destaca que, al menos en los barrios de Berlín en los que él trabaja, no es fácil ser cartero. “Ahora mismo la gente que se va de la empresa porque se jubila no está siendo reemplazada por nuevos trabajadores. Y la gente nueva no dura”, dice. “Sólo se queda uno de cada diez de los que lo intentan. En este trabajo hay que estar en forma, pedalear mucho y también hay que lidiar en ocasiones con situaciones de estrés, porque en algunos edificios no se pueden leer bien los nombres de los timbres o simplemente los buzones están sucios o no hay nombres en ellos”, explica.

Al margen de la experiencia de André, el Grupo Deutsche Post DHL se presenta como una empresa global líder de logística y comunicación de correo físico. Está presente en 220 países y su cifra de negocio alcanza los 57.300 millones de euros anuales, según los datos de su último informe anual. “La empresa funciona con éxito, no hay motivo para cambiar la regularidad del reparto”, apunta Jurczyk.

La garantía del Estado

La compañía surgió de la privatización llevada a cabo a mediados de los años 90. Esa privatización se hizo bajo la condición de que hubiera un “servicio universal”, lo que implica que “todos los días de la semana tiene que haber entrega de cartas, da igual si uno vive en Baviera o en una isla del Mar del Norte”, recuerda Jurczyk.

El proyecto piloto puesto en marcha se percibe en Ver.di como un ataque a ese servicio universal. “Cuando Deutsche Post propone renunciar a este servicio, la empresa entierra las condiciones del servicio universal sobre el que reposa”, según Andrea Kocsis, vicepresidente de Ver.di.

Un 20% del capital de la empresa sigue en manos del Estado alemán, algo que algunos en Ver.di todavía perciben como una cierta garantía de que no habrá cambios. Ahora bien, levanta suspicacias la inminente entrada en el Gobierno de los liberales del FDP junto a los conservadores de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Angela Merkel y su aliada Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera.

“Si la empresa se privatiza del todo, entonces podrán hacer lo que quieran”, especula André. Jurczyk, el sindicalista, previene: “Habrá grandes problemas si trata de cambiarse el servicio universal de la empresa”.

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