La cuarta ola y la inflación ensombrecen el panorama económico en Alemania

Aldo Mas

Berlín —

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El tremendo aumento de los casos positivos de coronavirus que vive Alemania en este otoño y la crisis internacional de componentes están frenando la economía germana. La sombra de una inflación, estimada al 6% para este mes de noviembre por el Bundesbank, el banco central alemán, también preocupa en la mayor economía de la Unión Europea.

Considerada como el motor económico de Europa, la economía alemana figura estos días como la de un país “rezagado”. Así se describía al menos al país de Angela Merkel en el diario británico Financial Times hace unos días.

En Alemania son muy conscientes del retraso en la recuperación tras el parón económico de 2020 impuesto por la lucha contra el virus de la COVID-19. “Todos pensábamos que a finales de 2021 y principios de 2022 íbamos a estar creciendo al nivel previo a la crisis y esto ya no va a ocurrir”, dice a elDiario.es Hubertus Bardt, responsable de estudios en el Instituto para la Economía Alemana (IW, por sus siglas alemanas), un centro dedicado al análisis económico con sede en Colonia.

Así, por ejemplo, el Consejo Alemán de Expertos Económicos, organismo asesor del Gobierno germano, ha rebajado las previsiones del crecimiento del país este año hasta el 2,7%, cuando antes veía a la economía creciendo un 3,1%. El Consejo Alemán de Expertos Económicos entiende que la economía, en el último trimestre del año, crecerá apenas un 0,4%, muy por detrás del 1,2% que se estima crezca, de media, la zona euro. De ahí la imagen de “rezagado” de la que hablaba el Financial Times.

El propio Gobierno alemán, liderado ahora en funciones por Angela Merkel, también ha tenido que corregir sus previsiones de crecimiento. Del 3,5% que decía el Ejecutivo que iba a crecer la economía germana en 2021, se ha pasado a estimar para este año un crecimiento del 2,6%.

La economía alemana está particularmente lastrada por la crisis de componentes que afecta a sectores industriales clave del país, como la industria del automóvil. Sin embargo, ahora hay otro aspecto a considerar: la COVID-19. Alemania está batiendo récords de contagios diarios. Esta semana, superaba los 100.000 muertos por culpa del nuevo agente infeccioso y, de resultas, han vuelto las restricciones.

Ya hay regiones – las que tienen incidencias más altas – en las que se ha decidido que no haya mercadillos de Navidad o que se cierren, por ejemplo, bares y discotecas. También han vuelto los toques de queda en zonas del país consideradas “puntos calientes” de transmisión del virus. En todo el país, se ha puesto en marcha un “confinamiento para no vacunados”, que consiste básicamente en impedir la entrada de no inmunizados a interiores donde se presten servicios.

Baviera, Sajonia y Turingia, al sur y sureste del país, son las regiones más afectadas por estas restricciones, que no van a estar exentas de efectos económicos, según conviene en afirmar Bardt, el experto del IW. “La cuarta ola y las nuevas reglas contra la propagación del virus van a tener un efecto sobre los organizadores de eventos, la gastronomía, la hostelería y, en general, esto va a pesar sobre el ambiente económico, algo que afecta al consumo y a las inversiones”, dice Bardt. “Esto hará que la crisis dure más de lo previsto”, apunta este experto.

Se teme la larga sombra de la inflación

Pero eso no es todo por lo que hoy preocupa a observadores como Bardt. El alza de la inflación lleva tiempo generando titulares en Alemania. Cuando allá por el mes de julio la Oficina Federal de Estadística publicaba que los precios habían subido un 3,8%, ya se apuntaba que, desde 1996, el alza de la inflación nunca había sido tan pronunciado.

Que el Bundesbank prevea un 6% de inflación para este mes de noviembre, después de que en octubre se situara en el 4,5% y en septiembre en el 4,1%, lleva a la preocupación de no pocos economistas. Volker Wieland, integrante del Consejo Alemán de Expertos Económicos, ha alzado su voz para que desde el Banco Central Europeo se tomen medidas.

Según ha dicho Wieland al diario económico Handelsblatt, “si seguimos a largo plazo con niveles altos de inflación, esto va a deberse a la política monetaria, que en la zona euro es muy relajada”. Los valores actuales de la inflación en Alemania no se han visto en décadas, algo que también anima a pensar aquí que los precios, de seguir así, “pueden convertirse en un problema”, de acuerdo con unas declaraciones recogidas por el Handelsblatt de Marcel Fratzscher, responsable del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW).

Bardt, el responsable del IW, también da cuenta de esa preocupación. “La inflación es un indicador que preocupa en Alemania. En mi opinión, bajará algo, pero va a seguir ahí”, señala Bardt . “Esto se debe mayormente al alza de los precios del petróleo, el precio de las emisiones en las gasolineras y la subida del IVA registrada en enero porque durante meses en 2020 se bajó ese impuesto en Alemania, y su subida en 2021 al nivel en que estaba contribuye a la subida de precios”, abunda este experto.

Bardt alude, en último término, a medidas económicas para incentivar el consumo tomadas durante 2020. El alza de la inflación también resulta de esas políticas y por eso, a su entender, estamos en un momento en el que los precios en Alemania están siendo compensados. En cualquier caso, él entiende que “no estamos en una espiral alcista de la inflación”.

Sin embargo, este economista se pregunta cuál va a ser la respuesta al alza de los precios en la política de remuneración de la economía. Esto puede ser decisivo para el futuro rendimiento de la economía germana. De momento, para Bardt hay una respuesta parcial en el contrato de coalición semáforo (SPD, Los Verdes y liberales del FDP) que quiere liderar el socialdemócrata Olaf Scholz. En ese texto, presentado el miércoles de esta semana, figura la subida de golpe del salario mínimo a 12 euros la hora. Actualmente la hora de trabajo se paga en Alemania, como mínimo, a 9,60 euros.