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¿Sabes por qué se forman trombos en las venas, y cómo tratarlos?

Una mujer tocándose su pierna

Mercè Palau

El proceso de coagulación de la sangre es uno de los sistemas fisiológicos más importantes y complejos. Porque para mantener la vida, necesitamos que la sangre fluya de manera libre a través de los vasos sanguíneos. 

Este mismo sistema es el que hace que, si nos cortamos, la sangre proporcione un proceso que se activa de forma instantánea para detener el flujo de sangre fuera de los vasos, nos ayuda a detener el sangrado y a que la herida sane. Por tanto, dependemos de este mecanismo protector natural para evitar hemorragias.

Sin embargo, en ocasiones, los coágulos de sangre se forman en lugares donde no deberían estar, como en el sistema venoso, donde un trombo puede interrumpir la circulación normal de la sangre y causar distintas alteraciones. Es lo que se conoce como enfermedad tromboembólica venosa (ETEV).

Qué es la enfermedad tromboembólica venosa

La enfermedad tromboembólica venosa incluye la trombosis venosa profunda (TVP) y la embolia pulmonar, que, entre otras cosas, se diferencian entre ellas por el lugar en el que se encuentra el trombo.

En la trombosis venosa profunda se forma un trombo o coágulo en el interior de una vena profunda, sobre todo en las piernas, aunque también puede aparecer en los brazos y otras zonas pero, ¿cómo sabemos que tenemos un trombo?

Aparecen síntomas locales porque el flujo de sangre a través de la vena afectada puede verse limitado por el coágulo y puede causar hinchazón, dolor y enrojecimiento en las extremidades inferiores, cerca de la vena bloqueada. Sin embargo, y según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), estos síntomas suelen presentarse solo en aproximadamente la mitad de las personas, de ahí la complejidad en el diagnóstico.

También puede ocurrir que el trombo que se ha formado en una vena profunda se fragmente, se desplace y viaje por las venas en dirección al corazón hasta llegar a los pulmones y obstruya el interior de una o más arterias pulmonares, lo que impide el paso de la sangre. Es lo que se denomina embolia pulmonar.

Se trata de una emergencia porque puede dificultar la respiración y provoca una frecuencia cardiaca rápida, dolor agudo en el pecho y mareos

Si se trata rápido y el trombo es pequeño, puede resolverse; pero si no se resuelve el trombo por completo, en algunos casos pueden quedar secuelas (insuficiencia venosa crónica e hipertensión pulmonar crónica) e, incluso, ser mortal. De hecho, el tromboembolismo pulmonar se considera la tercera causa de muerte vascular, por detrás del infarto agudo de miocardio y el ictus.

A quién afecta la enfermedad tromboembólica venosa

La enfermedad tromboembólica venosa se considera cada vez más como un problema de la vejez porque la incidencia aumenta de manera exponencial con la edad, tanto para hombres como para mujeres. 

Aunque  establecer datos epidemiológicos es difícil porque muchos casos ocurren de manera asintomática, las cifras nos dicen que la prevalencia se sitúa en un caso por cada 1.000 personas en menores de 50 años y en 6-8 casos por cada 1.000 personas al año en mayores de 80 años. El 60% de los casos ocurren en mayores de 65 años.

Las previsiones sobre la incidencia futura de esta enfermedad apuntan a que irá en aumento debido a la creciente exposición a los factores de riesgo y, sobre todo, “al envejecimiento poblacional y a la mayor sensibilidad de las técnicas de imagen para su diagnóstico”, reconoce la doctora Sara Martín Herrero, médico adjunto del Servicio de Hematología y miembro de la Unidad de Trombosis y Hemostasia del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y co-autora del blog “Descubriendo la coagulación”.

Ante esta enfermedad nos encontramos con una situación de elevada mortalidad derivada de una situación de infradiagnóstico. Según el Estudio sobre la Enfermedad Tromboembólica Venosa en España, solo uno de cada tres fallecimientos por embolia pulmonar se diagnostica antes del fallecimiento. Pero cuando la enfermedad se trata de forma adecuada, la mortalidad desciende de manera notable.

Cuáles son las causas de una tromboembolia venosa

Aunque “en el 50% de los casos no se conoce el factor desencadenante”, admite Martín Herrero, sí se han descrito varias razones por las que se puede formar un coágulo en una vena. Existen algunos factores que pueden jugar un papel importante, como los genes, por una deficiencia de proteína o un trastorno de coagulación de la sangre. Los antecedentes familiares también pueden aumentar la incidencia.

Otros factores que también influyen son, de mayor a menor riesgo, pasar largos periodos sin moverse con las piernas quietas. Según la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH), hasta un 60% de los casos de ETEV ocurre durante o después de una hospitalización

También se relaciona con factores como haberse sometido a una cirugía mayor; la edad (más de 60 años); ciertos tipos de cáncer que aumentan las sustancias en la sangre que provocan la coagulación; una lesión; tomar algunos medicamentos a base de estrógenos como pastillas anticonceptivas o terapia de reemplazo hormonal; la obesidad; el embarazo; el tabaquismo y el consumo de alcohol

Cómo se trata la enfermedad tromboembólica venosa

Como hemos visto, hablamos de dos afecciones graves que necesitan atención médica inmediata. El objetivo del tratamiento, que puede diferir de una persona a otra en función de su punto de coagulación, es evitar que se formen trombos sin que ello suponga la formación de hemorragias. 

El objetivo del tratamiento es evitar las recurrencias, el embolismo pulmonar y restaurar el flujo venoso. En la mayoría de los casos incluye medidas farmacológicas  para deshacer los coágulos y evitar que se formen nuevos, como heparinas de bajo peso molecular por vía subcutánea y anticoagulantes orales.

Entre las medidas no farmacológicas también se incluye el uso de medias elásticas o la movilización precoz para prevenir la hinchazón y reducir la probabilidad de formación de coágulos. En cualquier caso, cualquiera de las medidas de profilaxis deben adaptarse a las características de cada persona y a su riesgo hemorrágico.

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